¿Por quién votan los dueños de Chile? -Por Rafael Gamucio Rivas

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Es una ingenuidad creer que su voto vale igual que el de las cinco familias más ricas de Chile: en una democracia bancaria los únicos que hacen y deshacen gobiernos son los multimillonarios. Si alguna vez la plutocracia tuvo temor al sufragio universal, hoy se sabe bien que el dinero anula el poder de las mayorías. Si, por acaso, el pueblo elige a un gobernante que pretenda abrir paso al socialismo – como ocurrió con Salvador Allende – los ricos recurren, en última instancia, a un ejército mercenario para que aniquile a su pueblo, que soñaba con mayor igualdad.

Se dice, vulgarmente, que el dinero no tiene patria, por mi parte, agregaría que muy poco interesa a los dueños de Chile a qué combinación política deben apoyar, pues su único norte es mantener a este país como su parcela privada. No es la primera vez que la derecha esté a punto de caer el colapso y que Evelyn Matthei – como va hasta hora – ni siquiera pase a segunda vuelta, siempre la derecha económica encontrará a otro candidato o candidata que defienda sus intereses de la mejor manera; en el caso de las elecciones de noviembre de 2013, no cabe duda de que Michelle Bachelet, con virtualidades de triunfo, se ha convertido en la candidata de los más ricos de Chile.

Algunos ingenuos se extrañarán que los Luksic y Cía. apoyen, incluso con altas sumas de dinero, a una candidata que, en su combinación política, incluye al Partido Comunista. Si recurrimos a la historia, en la década de los 40 los liberales formaron gobierno junto con los comunistas y, en 1964, los empresarios de derecha no tuvieron ningún empacho en apoyar a Eduardo Frei Montalva – según la izquierda, “era la otra cara de la derecha”, más moderna, menos oligárquica y dispuesta, además, a realizar las reformas contempladas en La Alianza para el Progreso, impulsada por el gobierno norteamericano para Latinoamérica – que, a pesar de haber impulsado la reforma agraria y la sindicalización campesina, se convirtió en un fiel impulsor del capitalismo empresarial.

Los gobiernos de la Concertación han mejorado, incluso aportando una reducción de la extrema pobreza – de 40% a un 15%, aproximadamente – el sistema económico heredado de la dictadura de Augusto Pinochet. El sociólogo e investigador Felipe Portales ha aportado una serie de referencias que prueban la admiración de los distintos ministros de los gobiernos de la Concertación por los logros económicos de los Chicago Boys – Carlos Ominami, en su último libro, Secretos de la Concertación, narra cómo esta combinación política decidió no tocar las privatizaciones realizadas durante el gobierno de Pinochet, “por no abrir un nuevo frente de batalla”; el supuesto pragmatismo de los líderes de la llamada “centro izquierda”, para algunos de sus líderes era miedo puro a los militares – para mí, afán de convertirse en derechistas y, muchos de ellos, en modernos empresarios -. En el documental Los héroes están fatigados, de Marco Enríquez-Ominami, por ejemplo, el otrora revolucionario Óscar Guillermo Garretón, en la época de la filmación era gerente de la Telefónica, declaró, muy complacido, que la mayor revolución que había realizado en su vida había sido la de democratizar y masificar la propiedad de los teléfonos.

No falta quien aún crea que Michelle Bachelet – en el supuesto de que gane – va a aplicar una reforma tributaria que pagar impuestos a los empresarios y a los más ricos de Chile, pero la verdad es que, bajo las presiones de la derecha democratacristiana, especialmente, y de los mayores financistas de su candidatura, la propuesta tributaria va cambiando, a fin de ajustarse a los intereses de los accionistas. Ya no hay claridad si va a tocar el FUT, en cuántos años; del royalty, no hay noticia; tampoco está claro en cuánto va a aumentar el impuesto a la primera categoría; ni hablar de la recuperación de las riquezas básicas, mucho menos de un IVA diferenciado. Un programa de reforma tributaria, que se prolonga mucho en el tiempo, tiende a diluirse y a perder su capacidad redistributiva y, en consecuencia, logra asegurar seguir aumentando las altas rentabilidades a los ricos de Chile.

Los dueños de Chile no tienen nada de tontos y saben muy bien que la verborrea progresista de que hace gala el programa de gobierno de la Nueva Mayoría terminará por engañar a muchos ciudadanos, honestamente de izquierda, que esperaban que el programa se hicieran realidad, pero se da el caso de que algunos candidatos y candidatas “postulan con promesas y gobiernan con explicaciones”, y favorecerá a los empresarios. Históricamente, los gobiernos de Ricardo Lagos y de Michelle Bachelet han sido los mejores para esta casta plutocrática – no en vano, el primero de ellos es su “San Expedito”.

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