Participación electoral: el factor clave de la presidencial – Artículo de Axel Callis

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Hacer política con las encuestas es peligroso en estos días. No porque las encuestas estén mal hechas (hay varias que sí lo están) o tengan errores de diseño muestral o terreno. Es sólo que no pueden medir algo que ni siquiera los propios entrevistados saben con certeza.

La voluntariedad del voto introdujo un factor de aflojo  en la decisión de votar, que ya no pasa por la obligatoriedad de antes para el caso de los inscritos, sino en un deseo mediado por las circunstancias propias del día de la elección y los antecedentes de los propios electores. Salvo los involucrados directamente con el proceso electoral, es decir, militantes y familiares de los candidatos, todo el resto puede ese mismo día quedarse en casa mirando televisión o haciendo un asado. Ya no hay sanción, ni siquiera social.

¿Hay relación entre la participación electoral y el resultado de la elección? Sobre quien será la vencedora, no. Pero sí en los escenarios que se abren para otros efectos políticos. Examinémoslos.

Si unimos las tendencias electorales históricas y las encuestas serias (con bases de datos transparentes), sabemos que Bachelet es imbatible en todos los escenarios. Si votan los mismos de siempre, esos 7 millones de inscritos voluntariamente y que lo hacen desde hace 20 años, gana fácil en primera vuelta. A ellos los conocemos y sabemos cómo es su conducta electoral, también sabemos que Matthei sale segunda con comodidad. El problema es que no sabemos quiénes de los “viejos” electores irán, pues hay algunos que ya se liberaron para las municipales, y cuáles y cuántos de los “nuevos” electores lo harán.

De la proporción de viejos con nuevos electores sale si Bachelet gana en primera o segunda vuelta, pues –de acuerdo a los sondeos y antecedentes de 2005– la fortaleza del voto de Bachelet es más débil en jóvenes: esta varía bastante en aquellos que tienen entre 18 y 29 años de los que tienen más de 40 años. Mientras más pobre sea y más edad tenga el elector, mejor le va a Bachelet.

La suerte de Matthei está ligada a que vote muy poca gente, ojalá gente muy mayor y muy pocos de los nuevos electores. Un escenario óptimo para ella es el de la municipal  (5,7 millones de votos), lo cual  le garantiza llegar segunda sin nubarrones, pero tal vez sin segunda vuelta.

Todo el resto de los candidatos van a la suerte del tipo de elector que vaya el 17 de noviembre. Salvo MEO, que tiene antecedentes electorales y un piso de 300 mil votos, el resto se agranda en la medida que los electores sean nuevos y jóvenes.  Los bloques mayoritarios, es decir, la Alianza y la Concertación (ahora Nueva Mayoría), nunca han bajado unidas del 74% de los votos y su media está más cercana al 80% para presidenciales.

 

De la proporción de viejos con nuevos electores sale si Bachelet gana en primera o segunda vuelta, pues, de acuerdo a los sondeos y antecedentes de 2005, la fortaleza del voto de Bachelet es más débil en jóvenes: esta varía bastante en aquellos que tienen entre 18 y 29 años de los que tienen más de 40 años. Mientras más pobre sea y más edad tenga el elector, mejor le va a Bachelet.

 

¿Cuánta gente debería votar?

Un escenario de piso está en torno a los 7 millones. Eso implica parte importante de los mismos electores de siempre, más un poco de los nuevos votantes (1 millón). Pero el problema es otro: no sabemos cuánto es el 100% real del padrón, en otras palabras, cuántos son los electores que potencialmente podrían votar el 17 de noviembre.

Para el Servel, el padrón es de 13,5 millones, pero sabemos que esa cifra no es real, que hay fallecidos no regularizados, chilenos que hace años no viven en el país, extranjeros con derecho a voto que ya retornaron y un raudal de excepciones que hacen que el padrón efectivo sea sustancialmente menor. ¿Cuántos? Los estudios se mueven entre los 12,5 a 12,8 millones de electores que ese día podrían ejercer un sufragio. Por lo tanto, el 50% de participación debería estar en torno a los 6,3 millones. Todo bajo esa cifra será considerada técnicamente como alta abstención.

Por otra parte, se está votando más en el mundo occidental. En las más de quince elecciones conducentes a Jefe de Estado (presidenciales o régimen parlamentario) de los últimos dos años, se observan variaciones positivas en torno al 3% o 4% para países con sistemas voluntarios. Uno de los países con menor votación, en este contexto, fue Estados Unidos el año pasado. Si aplicamos las cifras de participación de ese país, en torno al 58%, implicaría que en Chile deberían votar al menos 7,5 millones. Al contrario, si aplicamos las cifras de participación de Venezuela para Chile, que fueron cercanas al 81%, superaríamos con creces los 10 millones de votos emitidos, un escenario impensado para nuestro país.

Entonces, ¿cuántos electores deberían participar? Una cifra “correcta” debería acercarse a los 8 millones. Compuesta de, al menos, 6 millones de antiguos votantes y 2 millones de nuevos electores. Con este escenario, Bachelet debería estar rozando la mayoría absoluta, Matthei tendría un segundo lugar no exento de turbulencias y Parisi acariciaría un poco más de 1 millón de votos.

Navegar en la niebla implica ciertos riesgos, es tomar la historia electoral, corregirla vía estudios y generar parámetros que tengan lógica, sabiendo que las elecciones, como todo acto colectivo y humano, a veces no la tienen.

 

http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/11/07/participacion-electoral-el-factor-clave-de-la-presidencial/

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