Bernardo Kliksberg, economista, asesor y consultor internacional: «El capitalismo salvaje es mala economía»

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Las reformas sociales de los últimos años en Latinoamérica lograron hacer caer la pobreza de la región, pero todavía los niveles son altos y la coyuntura económica está más difícil. ¿Cómo puede evolucionar el escenario? ¿Se encontró un piso o hay perspectivas de seguir en el camino de caída de la tasa?

–Latinoamérica es diversa. La pobreza cayó en los países del sur, pero no en México, ni en países como Guatemala y Honduras, entre otros. En México, con 117 millones de habitantes, el organismo oficial evaluador Coneval dice que hay un 46% de pobreza, es decir 53 millones. En las áreas rurales es del 61,6 por ciento. Según la CEPAL, aumentó en un 0,8% entre 2022 y 2013. El Coneval estima que el ingreso laboral real cayó en un 13% en los últimos tres años. En Guatemala, hay un 48% de niños desnutridos, cifra que no baja desde hace años. Mueren 120 madres cada 100 mil nacidos vivos (son siete en Noruega), y sólo completa la secundaria el 12,6% de las mujeres. En Honduras mueren 110 madres, y menos del 20% de la población termina la secundaria. La pobreza bajó en la región de 40% en 2002, donde la llevaron las políticas de los ’90, a 27,8% en 2013, por las reformas sociales profundas en varios países. Pero hay mucho por hacer en esos países, y hay otros donde las cifras son muy superiores al promedio. El único piso éticamente aceptable es que haya cero pobreza. No es imposible. En Noruega, o Suecia no existe.
–¿Qué cree que debe acompañar al crecimiento económico para que los números altos del PBI signifiquen un impacto positivo sobre las diferencias entre los estratos de la sociedad?
–Hoy sabemos que puede haber crecimiento del producto bruto y la gente estar peor, como sucedió durante Pinochet en Chile, Menem en Argentina, y Fujimori en Perú. Importa mucho cómo crece el producto bruto. Si es en base a aumentar los salarios reales, expandir las pymes, fortalecer la industria nacional, ampliar la cobertura jubilatoria y en general incluir; o si es como lo hicieron los mencionados en los noventa, liquidando el patrimonio nacional y concentrando en unos pocos. La única economía eficiente es la que mejora la calidad de vida de la gente.
–El proceso de la concentración de la riqueza en pocas manos se va agudizando con el tiempo, ¿hay manera de revertirlo?, ¿qué medidas se necesitan?
–Los datos recientes son escandalosos. Según  OXFAM 85, personas tienen tanta riqueza como los 3570 millones más pobres del mundo. De acuerdo con uno de los bancos suizos que atiende a los ultra ricos, el 1% más rico tiene ya el 46% de los activos mundiales. El fondo de la cuestión que no se analiza lo suficiente es que la riqueza y la pobreza están interconectadas. Muchas de las grandes fortunas han sido construidas en base a sueldos miserables, como los 39 dólares mensuales que se pagan a los 5 millones de trabajadoras textiles de Bangladesh, las maniobras monopólicas en los mercados, la especulación financiera, el pago de mínimos impuestos o el uso paraísos fiscales. Todo ello genera pobreza. Las desigualdades se pueden revertir con políticas publicas inversas. Oxfam da como ejemplo a América Latina, donde dice que la brecha «bajó significativamente en la ultima década gracias a una fiscalidad más progresiva, los servicios públicos, la protección oficial, y el empleo digno».
–Obama llamó a la desigualdad «el desafío que definirá nuestro tiempo» y puso esta cuestión en el centro de su agenda. ¿Es positivo su análisis sobre el accionar de las economías centrales en la búsqueda del achicamiento de las desigualdades?
–Hay en ellas casos muy diferentes.   Por un lado está la «austeritis» en Europa y las políticas ortodoxas que han arrinconado a la población para pagar a los acreedores a toda costa.   La pobreza ha alcanzado cifras récord, más de 120 millones de pobres, y la desocupación es altísima, 12% con 27% en España y Grecia. Por otro lado, en el mismo continente están los países escadinavos que siguen reforzando el Estado de bienestar, tienen la mejor tasa de igualdad del planeta, y en base al empoderamiento de su población encabezan todas las tablas mundiales. En los países europeos donde dominan las políticas de austeridad, el tema de la desigualdad que generan casi ha sido expulsado de la agenda. El hecho de que Obama lo puso en el centro de la agenda pública americana y anunció que le dedicaría el resto de su gestión es una diferencia evidente con respecto a ellos.
–¿Cómo ve la interacción entre las economías desarrolladas y las economías en desarrollo hoy en día?
–En la medida en que se fortalezcan proyectos nacionales inclusivos en los países en desarrollo y se refuerce la integración regional, como está sucediendo en la Unasur, crecerá la posibilidad de cambiar correlaciones de poder, injusticias históricas y avanzar nuevas reglas de juego en favor de los pueblos.
–Las palabras «endeudamiento» y «ajuste» están dentro del universo de ideas que recuerdan malas épocas económicas, ¿son conceptos malos de por sí o depende de cuál sea su uso y la variable elegida para su aplicación?, ¿pueden entrar en la ecuación de una forma positiva?
–El tema no son las palabras, sino los modelos de pensamiento de los que forman parte. El modelo económico del capitalismo salvaje fracasó en todos lados. Casi hundió la economía de EE UU en la gran crisis de 2008/9, ha deteriorado seriamente Europa y ha creado desigualdades sin parangón en el mundo. Es simplemente mala economía. Para legitimarse necesita más que nunca de «coartadas». Hay, desafortunadamente, como lo denuncia continuamente The New York Times, entre otros, una pléyade de académicos que inventan a diario palabras, mitos y falacias para justificarlo a pesar de todo y negar los daños que causa. Por eso les incomoda mucho que estemos luchando por reintegrar la ética a la economía.
–Yendo a la Argentina, ¿cómo pueden impactar en la desigualdad los problemas macroeconómicos que se presentan actualmente?
–Según los datos del PNUD, del Banco Mundial y la CEPAL, las desigualdades se han reducido significativamente, y se amplió la clase media. Se llevaron adelante políticas que fortalecieron el salario real, llevaron la cobertura jubilatoria a un 96% de la población, protegieron a los niños más pobres a través de Asignación Universal que llegó a 3,5 millones, les están entregando 4 millones de computadoras,  impulsaron el crédito a las pymes, hicieron subir al 6,5% del PBI el presupuesto de educación, y otras políticas que fueron fundamentales en el país. El desafío es mantenerlas y profundizarlas a pesar de las dificultades macro. Es una cuestión de ética y justicia social, pero además la inversión social es el pilar de un crecimiento económico sano y sostenido. Hoy sabemos que incluir a toda la población con políticas sociales vigorosas es la base de que haya productividad, consumo, valor agregado, innovación. Es buena macroeconomía.  «
asesor y consultor internacional
Bernardo Kliksberg ha sido asesor de más de 30 países y de organismos internacionales como, entre otros, la ONU, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), UNESCO, UNICEF, Organización Internacional de Trabajo, Organización de Estados Americanos, Organización Panamericana de la Salud, OISS, OEI.
Paralelamente, es reconocido por haber sido el fundador de una nueva doctrina social, la denominada «Ética para el desarrollo». Asimismo, es uno de los especialistas más importantes en RSE.
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