Juan Manuel Santos, presidente de Colombia: «Nadie va a cambiar el modelo de Estado en una mesa de diálogo»

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Goyo G. Maestro.

Juan Manuel Santos puede convertirse en el presidente pacificador. Después de 60 años de guerra contra las FARC, el Gobierno colombiano se encuentra inmerso en una negociación con la guerrilla en La Habana. El proceso de diálogo está durando más de lo esperado y en el camino no han faltado las «fuerzas oscuras» –en palabras de Santos– que han intentado boicotear la consecución de un pacto. El próximo día 9 de marzo el país está convocado para votar en elecciones parlamentarias. Dos meses después, en mayo, se celebrarán las presidenciales, en las que el actual presidente ganaría en segunda vuelta, según los sondeos. Analistas colombianos consultados aseguran que esta presidencia ha mejorado la seguridad del país y ha logrado mantener un crecimiento económico del 4%. A pesar de los buenos indicadores, bajo el mandato de Santos se han vivido momentos convulsos durante las protestas campesinas del año pasado; además, se mantiene activo el lacerante fenómeno de la violencia en el campo colombiano, donde campesinos y dirigentes sociales y políticos han sido asesinados y amenazados.

 

Admiradores y detractores del presidente reconocen su valentía para impulsar un proceso de paz, con el que ha concitado el mayor apoyo internacional nunca visto en anteriores procesos de diálogo entre ambas partes. También ha sido un hito en su mandato la aprobación de una ley de víctimas de la violencia y restitución de tierras. En esta entrevista con LA RAZÓN, respondida por correo electrónico, expresa su esperanza de construir una Colombia más próspera y en paz.

 

–Ahora que termina este mandato, ¿tiene la sensación del deber cumplido? ¿Cuáles son los retos que no ha podido alcanzar?

 

–Tengo la clara sensación, y la certeza, de que hemos avanzado en muchos campos en la dirección correcta, pero sé también qué falta mucho todavía y que nos queda un largo trecho para completar el nivel de prosperidad y de paz que puede tener Colombia. Que dos millones y medio de colombianos hayan salido de la pobreza durante mi Gobierno o que un número similar haya encontrado empleo, son datos satisfactorios, pero todavía uno de cada tres colombianos es pobre y tenemos cerca de dos millones de desempleados. Por eso tenemos que seguir adelante. Algo similar ocurre en el tema de seguridad, donde hemos dado golpes contundentes a la guerrilla y el crimen organizado, pero tenemos que reforzar mucho más el tema de la seguridad ciudadana y el combate al crimen callejero. Y, por supuesto, el gran reto que tenemos frente a nosotros es el de lograr la terminación definitiva del conflicto armado, y en ese camino vamos avanzando con moderado pero fundado optimismo.

 

–¿Los cambios derivados de los acuerdos de paz conllevarán una especie de «refundación» del Estado?

 

–Ni más faltaba. Lo que se discute en la mesa de conversaciones no es el sistema político colombiano o el modelo económico. Lo que se discute, simplemente, son las condiciones y los temas específicos para que la guerrilla pueda desmovilizarse e ingresar a la vida democrática. Que cambien las balas por votos. Pero nadie va a cambiar un modelo de Estado en una mesa de diálogos. Además, todo lo que se acuerde en La Habana deberá ser, finalmente, refrendado por los colombianos, lo que genera un blindaje adicional para nuestra democracia.

 

–¿Cuál debe ser el difícil equilibrio entre justicia y paz en un conflicto tan largo como el colombiano? ¿Qué elementos no pueden faltar en el establecimiento de la verdad y reconciliación?

 

–Lo he dicho varias veces: no se trata de sacrificar la justicia para lograr la paz, sino de cómo lograr la paz con un máximo de justicia. Colombia es tal vez la primera nación del planeta en asumir un proceso de esta naturaleza durante la vigencia del Estatuto de Roma, lo que nos convertirá en un modelo para otros casos en que se busque privilegiar el diálogo sobre la solución armada. Conscientes de esto, adoptamos una estrategia integral de justicia transicional que atiende los principios de verdad, justicia, reparación y no repetición, que esperamos nos permita hacer el tránsito a la paz. Hay que entender que, en una transición, la justicia y la lucha contra la impunidad también se cumplen con medidas que satisfagan a las víctimas. Hemos sido claros, eso sí, en que no habrá impunidad por crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra cometidos de manera sistemática. Lo demás –qué se acepta y qué no se acepta– ya será tema de la negociación y será sujeto a refrendación popular.

 

–¿Cree que todos los estamentos sociales de su país estarán dispuestos a socializar y asumir un hipotético acuerdo?

 

–En todos los estamentos sociales –y así lo confirman las encuestas– hay un apoyo mayoritario a la búsqueda de un acuerdo por la vía del diálogo. Yo estoy seguro de que, cuando tengamos el acuerdo final, con todos los elementos, los colombianos van a preferir refrendarlo antes que seguir por el camino tortuoso del enfrentamiento armado, que sólo produce víctimas y dolor. Además, los beneficios de la paz van mucho más allá de la disminución de la violencia. Los estudios indican que, si alcanzamos el acuerdo para terminar el conflicto, podremos tener un incremento permanente del PIB entre 1,5 y 2,5 puntos adicionales. Esto nos permitiría cumplir con la meta de erradicar la miseria esta década y seguir reduciendo sustancialmente la pobreza.

 

–Una vez conseguida la paz, ¿qué va a garantizar que los guerrilleros puedan hacer política libremente y cómo se va a reparar a las víctimas del conflicto? ¿Cuál va a ser la estrategia del postconflicto?

 

–Hasta ahora, de los cinco puntos de fondo de la agenda temática, se ha logrado acuerdos en los dos primeros: el de desarrollo rural integral y el de participación política. En este último se plantean fórmulas y mecanismos concretos para que la guerrilla, una vez desmovilizada, pueda entrar a la política con las debidas garantías. Es lo que siempre hemos deseado: que cualquier debate se dé en los escenarios de la democracia y no con violencia. El tema de las víctimas es otro de los puntos de la agenda y, por supuesto, se espera que se consolide y se asegure su reparación, en la cual, por cierto, ya viene avanzando el Estado colombiano a pesar de que no ha terminado el conflicto. La fase que seguirá, el llamado posconflicto, implica grandes esfuerzos del Estado y la sociedad civil, ojalá acompañados y apoyados por la comunidad internacional, para asentar un ambiente de reconciliación y tolerancia, donde los desmovilizados encuentren un lugar útil en la sociedad y las víctimas sean debidamente resarcidas.

 

–La campaña electoral para las presidenciales girará en torno al proceso de paz. ¿Una baja participación puede deslegitimar el diálogo con las FARC?

 

–No se puede negar que el tema de la paz estará a la cabeza del debate político en las elecciones, y es normal, porque definirá la agenda del país en los próximos años. Si logramos terminar el conflicto armado, podremos destinar muchos más recursos y esfuerzos a avanzar en los temas sociales y económicos. En cuanto a la participación en las elecciones, espero que sea buena, pero no le veo relación de legitimidad con los diálogos. Quienes quieran apoyar el proceso votarán por quien así lo garantice, y quienes no, lo harán por sus contrincantes, y la mayoría se impondrá. Ése es el juego de la democracia.

 

–¿Cómo valora la posible llegada de Uribe al Senado? ¿Es más una amenaza para su Gobierno o una fortaleza?

 

–El presidente Uribe ha venido ventilando por los medios de comunicación y electrónicos sus posiciones durante todos estos años con una gran vehemencia y asiduidad. Por supuesto que su presencia en el Senado hará las cosas más interesantes, y es bienvenida, como lo es la de todos quienes representan diversos puntos de vista a los del Gobierno. Repito: de eso se trata la democracia.

 

–¿Cuánto tiempo necesitará Colombia para cicatrizar las heridas del conflicto? ¿Una, dos generaciones?

 

–Las heridas del conflicto colombiano estamos comenzando a sanarlas desde ya, aun sin terminarlo, al visibilizar y reparar a sus víctimas. Será un proceso de años, tal vez de décadas, pero sin duda sanarán más pronto una vez lo terminemos definitivamente. Y a eso es a lo que estamos apostando.

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