Bachelet: entre las instituciones y la calle – Por Pedro Brieger

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El 22 de marzo Michelle Bachelet enfrentará la primera movilización estudiantil denominada “la marcha de todas las marchas”; apenas once días después de asumir nuevamente como presidenta de Chile.  Si bien la historia no se repite vale la pena recordar que semanas después de asumir por primera vez en marzo de 2006 miles de estudiantes secundarios salieron a las calles para reclamar por mejoras en el sistema educativo y por una educación gratuita.  Es ese momento los universitarios saludaron la lucha de los famosos “pingüinos” (como se los conoce en Chile por el uniforme que portan) pero no formaron parte de ella.  Esto cambió en 2011 cuando los secundarios y los universitarios salieron de manera conjunta y pusieron en jaque al presidente Sebastián Piñera, el primer presidente de la derecha que accedió al poder por la vía democrática después del golpe de Estado de 1973 que derrocó a Salvador Allende.  A pesar de los intentos de demonizar a los estudiantes por el accionar violento de una ínfima minoría, el gobierno se vio sorprendido por la magnitud de las movilizaciones que interpelaron a toda la sociedad y que lograron altos índices de aprobación gracias al accionar pacífico, creativo e innovador de los estudiantes.  La consigna de una educación pública y gratuita caló hondo en amplios sectores, incluso en algunos muy conservadores que apoyaban al gobierno. A diferencia de Bachelet -que negoció con los estudiantes en 2006 y logró desarticular a los secundarios con promesas- el gobierno de Piñera se abroqueló y rechazó de plano cualquier reforma.  A pesar de las gigantescas y reiteradas movilizaciones el movimiento estudiantil no logró su objetivo de una reforma educativa y no le torció el brazo a Sebastián Piñera.  Dicho esto, hay que reconocer que instaló el tema de una reforma educativa como centro de la vida política chilena, incluso de la propia campaña electoral de 2012, y le dio impulso al movimiento por una Asamblea Constituyente para anular la constitución heredada de la dictadura pinochetista.

El movimiento estudiantil demostró ser el sector social más dinámico de los últimos años.  Sin embargo, hay que tomar en cuenta algunos cambios importantes que seguramente influirán sobre su accionar frente al nuevo gobierno.  En primer lugar, varios de los principales dirigentes de 2011 decidieron formar parte de la “institucionalidad”, se presentaron como candidatos al parlamento y fueron elegidos, siendo reemplazados por una nueva camada de líderes.  Muchos de éstos rechazan dicha “institucionalidad” y cuestionan la política parlamentaria, aunque promueven una Asamblea Constituyente como mecanismo refundacional de Chile, un mecanismo a todas luces “institucional”.  Por otra parte, los referentes actuales no tienen –aún- el peso específico y la legitimidad que supieron tener Camila Vallejo, Karol Cariola, Gabriel Boric y Giorgio Jackson, los cuatro que asumieron ahora como diputados. Además, Bachelet no lidera un gobierno de los partidos tradicionales de la derecha, aunque algunos de sus ministros sientan mayor afinidad con dichos partidos en lo que respecta al tema educativo que con el reclamo de una educación gratuita.  Es más, el mismo día que asumió la presidencia Bachelet reivindicó ser “hija de la educación pública”, toda una definición y un compromiso político.

Todavía no queda claro si Michelle Bachelet quiere impulsar una profunda reforma educativa montada sobre la ola del movimiento estudiantil de 2011 o si está decidida a anular la constitución pinochetista.  Seguramente un ojo estará puesto en el equilibrio de la coalición gubernamental y el juego parlamentario.  Pero el otro deberá prestarle mucha atención a lo que suceda en las calles.


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