Que quede claro entre qué hay que elegir – Periódico La República, Uruguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Es necesario y sano para la democracia que quede claro cuáles son los campos, qué se discute y en qué se discrepa. La ausencia de claridad no genera unanimidades, sino que desplaza todos los inconformismos fuera del campo de la Política. Y eso es un peligro para la democracia.

Las elecciones no son lo que los padres de la democracia representativa imaginaron en el siglo XVIII. Entonces, el rumbo de los gobiernos, la conducción de las naciones era menos importante que el hecho de que los gobiernos pudieran ser depuestos pacíficamente, si al cabo de un período predeterminado acusaban tendencias monárquicas a violar las libertades y la igualdad.

Pronto se vieron diferencias en la visión política que justificaron la formación de partidos. No fueron bienvenidos; al principio eran vistos como creadores artificiales de rencillas. Pero los temas a decidir se suponía que era lo que las elecciones debían dilucidar.

Más tarde, los partidos se han vuelto imprescindibles y son previstos en las constituciones, pero los politólogos descubrieron que la ciudadanía como masa no se comporta como una serie de seres ilustrados que debaten filosóficamente, sino como producto complejo de impulsos entre los que no son menores el sentimiento y el atractivo de los candidatos o una miríada de temas particulares que afectan a cada uno.

Recientemente, intelectuales como Chantal Mouffé han llamado la atención sobre la importancia de esa claridad en la distinción entre un nosotros y un ellos. No para matarlos, sino para dar un marco claro al campo democrático de solución de conflictos. Ella distingue entre ‘antagonismo’, que llama a eliminar al otro, y lo que optó por llamar ‘agonismo’, que implica diferencias en torno a un campo común, que es el sistema democrático. En nuestro país la idea es aceptada, y se expresa diciendo que los partidos tradicionales no son enemigos sino adversarios del Frente Amplio.

Llamando la atención a la socialdemocracia europea que en los 90 había adoptado lo esencial del “pensamiento único” que fue el neoliberalismo, Mouffé alertó que la disidencia terminaría tomando la forma de fundamentalismo religioso, populismo de derecha u otras tendencias ajena a la política común. Cuando los partidos populistas de derecha, neonazis, racistas y similares están creciendo en la elección europea, vale la pena oírla.

Lo que se vota en noviembre no es si Vázquez es o no más joven que Bordaberry o si hay alguien que tiene una mejor idea para el financiamiento de la obra de Belloni.

El Amplio debiera dejar claro que el debate central es entre aumentar la torta para que los empresarios tengan mucha plata a ver si se derrama algo, política que nos llevó al estancamiento y a sucesivas crisis, y crecer con distribución para aumentar el mercado interno y hacer que el crecimiento sea sustentable en una sociedad integradora.

Lo demás es anécdota.

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