Santos o Zuluaga (la guerra o la paz): una disyuntiva incompleta – Por Luis Fernando Parra

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Pocos colombianos se atreverían a desconocer que la reciente historia política del país está impregnada, permeada como por una especie de sucesos del bajo mundo: narcotráfico financiando impunemente campañas presidenciales, paramilitarismo constriñendo electores, exterminio de partidos políticos, uso de recursos estatales para comprar conciencias, interceptación de comunicaciones, peligrosa y dramática invasión de la vida privada. Así que no extrañemos que la presente contienda electoral adolece de la misma enfermedad. Y de que los que ayer se abrogaban títulos de honorables e impolutos, los veamos hoy defendiendo causas de sus otrora contradictores. ¿Seguiremos votando por los mismos a sabiendas de lo que sabemos son capaces de hacer y sobre todo…de no hacer? ¿Por aquellos que aparecen prometiendo bienvenidas a futuros, cerrando brechas, cambios con equidad, etc. etc.?

Pertenezco a ese pequeño segmento de la población que aún duda sobre la eficacia de su voto.

Sin embargo las próximas elecciones presidenciales tienen algo de atractivo y particular: la posibilidad de avanzar por primera vez y de manera significativa en equidad y justicia social. Ese, y no el de la escogencia entre la guerra y la paz, disyuntiva tendenciosa, es el camino que queda para salir de la encrucijada. Por eso la paz de Santos, aunque seductora, resulta insuficiente.

Así que teniendo como requisito sine qua non el absoluto respeto por el proceso de paz en marcha, me propuse la búsqueda del candidato o candidata que tuviera claro que si no se afectan las condiciones socioeconómicas de nuestra sociedad, la paz que promete alcanzar no pasaría de ser una nueva quimera.

Constaté, por ejemplo, que los candidatos de los partidos tradicionales insisten en la implantación perfeccionada de un modelo económico neo-liberal, cuyos resultados son por todos conocidos.[1] Y que el fin del conflicto significa para ellos eso y sólo eso. No en vano y ad portas de un tratado de paz, los agricultores tienen que presionar al gobierno nacional por auxilios económicos. O los maestros su dignificación -no un chantaje como lo afirma en su twiter la senadora peñalosista Claudia López-.

Pero también descubrí que existe una opción diferente a la de los partidos tradicionales, que insiste como fundamental trabajar en la construcción colectiva de un modelo económico propio e independiente, que al intentar insertarse en la economía mundial, no debilite la industria nacional, fortalezca la producción agrícola propia y garantice la seguridad alimentaria. Garantice también la vigencia de un estado social de derecho, asociado al respeto y garantía del acceso y disfrute de los derechos establecidos en la Constitución para todos los colombianos. Y que los diálogos en La Habana no son bandera política de nadie. Antes bien, los fortalece mediante la participación de otros actores en las discusiones.

Y es una candidatura respaldada por un partido libre de las faltas que los partidos tradicionales esconden, enriquecida con ventajas adicionales, liderada por una persona estudiosa, valerosa, y capaz, que sin tener que abdicar demagógicamente de sus ancestros y clase social, ha demostrado a lo largo de su historia un compromiso consecuente con propuestas que significan la lucha frontal contra la desigualdad en nuestro país: Clara López

Es esa mi opción para la primera vuelta.

Adenda 1. Me dirán, no sin razón, que el Polo también tiene sus lunares. Pero es un partido que ha buscado constantemente construir una identidad clara y ha dado cabida en su seno a personas íntegras. Pero falta camino, que con seguridad López y Avella construirán con acierto.

Adenda 2. Aventurarse en el voto en blanco significa obligarse al ejercicio de examinar lo que los partidos tradicionales sacarían de la manga como su opción para la segunda vuelta. Esto es, encontrar un par de candidatos de amplia recordación nacional y sobretodo popular, que les garantice el triunfo. Los primeros llamados serían los expresidentes: César Gaviria, quien está calentando su voz, Andrés Pastrana y, porqué no, Ernesto Samper (Al fin de cuentas fue absuelto).

Nota:

[1] Es imprescindible referirse una vez más a los nefastos resultados de nuestros principales indicadores sociales: concentración de los ingresos (el 1% de la población con mayores ingresos detenta el 20% del total de los ingresos de los colombianos), la tierra en pocas manos, miseria de los minifundistas, pésima calidad educativa y el menosprecio por el trabajo de las maestras (son el 70% del equipo de formadores), la pésima calidad de la salud, el quebrado sistema pensional, la inexistencia de justicia, el monopolio y sometimiento de los medios de comunicación…

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