Análisis y miradas sobre el enfrentamiento

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Cenepa, veinte años después

La victoria militar ecuatoriana fue inobjetable, pero Perú obtuvo ‘en la mesa’ lo que quería. ¿Ganamos algo? La hermandad de los dos pueblos y una ‘paz digna’ fueron las conquistas, según los protagonistas.

El 26 de enero de 1995, el general Paco Moncayo tomó la decisión “más difícil” de su vida: atacar la ‘Base Norte’ del Ejército peruano, lo que llevó a la Alerta Roja en el país y fue el inicio formal de la guerra del Cenepa… Tres años y medio después, el expresidente Sixto Durán Ballén salía llorando del Palacio de Carondelet, a donde fue invitado para escuchar la decisión de los países garantes sobre el problema limítrofe.

Luego de una victoria militar reconocida nacional e internacionalmente, de resistir con una estrategia casi impecable todos los ataques peruanos, de honrar la memoria de 31 soldados ecuatorianos muertos y centenares de heridos y mutilados, los cuatro países garantes: Brasil, Argentina, Chile y Estados Unidos, le daban la razón a Perú y le quitaban a Ecuador la posibilidad de tener acceso directo al río Amazonas.

Han pasado 20 años y muchos ecuatorianos siguen preguntándose: ¿Ganamos o perdimos? ¿De qué sirvieron la sangre y el triunfo si al final Perú obtuvo lo que quería? Para responder a esas preguntas hay que decir por qué Ecuador luchó en el Cenepa y para eso es necesario comprender que existieron dos vertientes principales: la política y la militar.

Ahí confluyeron muchos nombres, pero fundamentalmente dos cabezas que tuvieron mucho que ver en que el conflicto se diera ese año, ese mes y que iniciara ese día.

Por un lado, Sixto Durán Ballén, a quien el expresidente Jaime Roldós envió como embajador especial dentro del equipo negociador ecuatoriano para la resolución del conflicto de Paquisha en 1981. Por otro lado, el general Moncayo, quien en Paquisha fue ayudante de órdenes del general Richelieu Levoyer, jefe de Estado Mayor del Ejército. Ambos, coincidencia o no, jugaron un papel fundamental en el Cenepa.

Señores, vamos a ganar esta guerra o a perderla a base del mejor liderazgo que se ejerza (…). Hay que instruir a los batallones para que nos presenten las listas de los comandantes, unidad por unidad, equipo de combate por equipo de combate, elemento de combate por elemento de combate, para conocer el nombre del líder. En caso de abandono de armas o cobardía frente al enemigo, ellos son los que me responden (…) no se trata de tres a uno, de cuatro a uno, sino de voluntad de combatir”.

En 1941, con la amenaza peruana de tomarse Guayaquil a la fuerza y con los mismos cuatro países garantes, Ecuador se vio obligado a firmar el Protocolo de Río de Janeiro, con el cual perdía miles de kilómetros cuadrados de territorio, entre estos el acceso al río Amazonas.
Los límites se fijaron entonces gracias a unas fotografías aéreas hechas por Estados Unidos. Sin embargo, Ecuador concluyó años después que había una porción de más de 50 kilómetros que no estaba correctamente delimitada y que, por ende, no podía ser demarcada. Precisamente, esta zona era la bañada por el río Cenepa.
Desde esa época hasta cuando se firmó la paz, Ecuador sostuvo que la zona debía negociarse para darle al país acceso directo al Amazonas. La posición peruana fue siempre que toda la frontera estaba definida desde el 41 y que Ecuador debía reconocerla.

Durante muchos años se estableció una especie de protocolo de entendimiento y había tropas peruanas y ecuatorianas conviviendo en la zona y, aunque hubo muchas intenciones bélicas, nunca prosperaron hasta 1981.
Paquisha fue un fracaso para Ecuador. El Ejército peruano era entonces inmensamente superior y las negociaciones terminaron sirviendo solo para el cese al fuego y la zona en conflicto permaneció como ‘tierra de nadie’.
Allí estuvieron Durán Ballén y Moncayo y ambos cargaron, de cierta manera, con el resultado. El expresidente reconoce abiertamente que desde ese entonces el tema le quedó ‘entre ceja y ceja’ y aunque Moncayo no cree que la victoria del Cenepa fuera una revancha para él, dice que siempre vivió con la conciencia de que en algún momento eso pasaría.

Dos décadas después del Cenepa, con la cadera severamente afectada, caminando con bastón hasta en su propia casa, pero completamente lúcido, esto es lo que recuerda Durán Ballén:

Fue posesionado el 10 de agosto de 1992. Al día siguiente desayunó en Carondelet con su homólogo peruano Alberto Fujimori y fue la primera vez que le habló de la necesidad de buscar una solución al conflicto.

Meses después, Durán Ballén le llevó un mapa con una propuesta ampliamente favorable para Ecuador, con acceso al Amazonas. Fujimori se negó.

Hubo una tercera reunión en la que Durán Ballén le llevó una nueva propuesta, ‘cediendo’ algo de territorio, pero igual con acceso al Amazonas. Fujimori se volvió a negar. En un nuevo encuentro, Fujimori llevó su contrapropuesta, que dejaba a Ecuador sin acceso al Amazonas. Entonces, fue Durán Ballén el que se negó. “Y desde ese momento, Fujimori dejó esa actitud de amistad que tenía y fue mucho más hostil”.

El 9 noviembre de 1994 hubo una reunión de todos presidentes del continente en Miami. Ahí se vieron Durán Ballén y Fujimori y ambos fueron signatarios del convenio que estableció que, en adelante, todos los conflictos territoriales se resolverían por el diálogo.

Exactamente un mes después, el 9 de enero de 1995, el Ejército ecuatoriano detectó una patrulla peruana en la zona de conflicto, la retuvo por un tiempo y luego la liberó. Dos días después encontraron a una nueva patrulla y, cuando les pidieron que se replegaran, los peruanos respondieron con fuego.

“En ese momento, comprendí lo que venía”, dice Durán Ballén. Sin consultarlo ni a su Canciller (Galo Leoro Franco) ni a su Ministro de Defensa (José Gallardo), llamó a los representantes de los cuatro países “garantes”. Ellos armaron una comisión y sugirieron que ambos países debían retroceder 8 kilómetros desde el punto en conflicto.

El expresidente recuerda perfectamente su respuesta: “Me sentí desilusionado”. “Entonces les dije que no, que esa vez no íbamos a retroceder. Salí al balcón de Carondelet, aún sin consultar a nadie y sin haber preparado un discurso, y le conté al pueblo lo que estaba pasando. Cuando la gente comenzó a gritar: ‘Ecuador, Ecuador’, como en estadio de fútbol, me emocioné mucho y dije la famosa frase ‘Ni un paso atrás’”.
***

Luego de ser diputado, alcalde de Quito y asambleísta nacional, rodeado en su oficina de libros de estrategia militar y de insignias del Cenepa, esto es lo que recuerda el general Moncayo:

En los años previos al conflicto, gracias a las rentas petroleras, Ecuador había reforzado significativamente su capacidad bélica. Además, los oficiales fueron a distintos países a aprender sobre estrategias de guerra. Siempre tenían presente la nueva amenaza peruana de tomar una parte del territorio en ‘prenda’, para obligar al país a colocar los hitos según su versión de la frontera.

El presidente Fujimori estaba en plena campaña para su reelección y la ley peruana le prohibía inaugurar obras o hacer propaganda. Necesitaba un ‘golpe’ que le diera un empujón. En ese momento Perú comenzó a construir una base con un helipuerto en la zona en conflicto. Tiempo después, Fujimori declaró que no lo había hecho antes porque tenía que atender primero la amenaza terrorista que representó Sendero Luminoso.

Fue entonces cuando Moncayo elevó a consulta al Comando Conjunto y al Gobierno su decisión de atacar esa base con la finalidad de mantener la tesis ecuatoriana.

Vinieron, en total, 92 días de conflicto, en los que Ecuador dominó ‘el teatro de operaciones’ todo el tiempo. A pesar de que en el Ejército ecuatoriano hubo 31 ‘bajas’, algunos medios peruanos hablan de hasta 500 ‘bajas’ en el de su país.

Sin embargo, la estrategia de propaganda del vecino del sur, liderada por Vladimiro Montesinos, hizo creer a los peruanos que, en medio de la guerra, Perú había tomado la base Tiwintza, que ese era una especie de ‘trofeo’ y que declaraban un cese al fuego. Algo que no fue aceptado por Ecuador porque realmente Tiwintza estaba ocupada plenamente por su Ejército y el control de la zona era total para Ecuador.

En Ciespal se montó una base periodística desde donde reporteros nacionales e internacionales emitían noticias con “la verdad”. “El periodismo jugó un papel fundamental”, dice Moncayo.

Sobre la victoria militar ecuatoriana nadie mostró dudas. Incluso documentos de las Fuerzas Armadas peruanas, citados en el libro ‘Historia general del Ejército’, de Édison Macías Núñez, establecen que “la farsa de la victoria (peruana) es ya insostenible. Las evidencias de que el cese del fuego y el acuerdo de paz se hicieron con tropas ecuatorianas posesionadas de parte del territorio peruano, tanto en la cordillera del Cordillera del Cóndor como en la confluencia Yaupi-Santiago, son abrumadoras. Hasta los medios oficialistas lo reconocen”.

Sin embargo, según periodistas de ese país consultados y publicaciones recientes de prensa, entre los peruanos no existe tampoco la idea de haber salido derrotados de este asunto, dado que, a la final, su tesis prevaleció.

El embajador José Ayala Lasso, como canciller en los gobiernos de Fabián Alarcón y de Jamil Mahuad, fue encargado de liderar las negociaciones definitivas de paz. Explica que para el efecto se establecieron al menos cuatro mesas temáticas. En las de comercio y seguridad fronteriza hubo acuerdo. Pero sobre navegación por el Amazonas y la definición territorial, “las posiciones eran irreconciliables”.

Llegó el momento en que los dos países acordaron dejar la decisión en manos de los garantes y que sería de cumplimiento obligatorio. Ellos, a su vez, exigieron que este pacto fuera aprobado por los dos congresos para evitar que alguno de los países se negara a cumplir la resolución.

La línea de frontera, según la decisión, debía fijarse por donde Perú había sostenido siempre, basado en el Protocolo de Río de Janeiro, y a Ecuador le reconocieron la capacidad de navegar por el Amazonas y construir dos bases para comercio, aunque quedó fuera de su territorio, y un kilómetro cuadrado que debería ser usado como una especie de ‘cementerio’ para honrar a los muertos, que sería una propiedad privada, sin soberanía. Nada más.

Durán Ballén lloró en Carondelet. Y su ministro de Defensa, José Gallardo, lloró en Carondelet. “Para mí fue un dolor tremendo”, dice el expresidente. “Ni siquiera leyeron el informe en un libro o un en cuadernillo anillado. Eran hojas sueltas”.

Moncayo es más drástico: “Claro que territorialmente fue pésima para Ecuador la decisión. Y en ese momento hubo un resentimiento de parte de todos nosotros”.

Sin embargo, con la cabeza ‘más fría’ y con 20 años ‘en la maleta’, Durán Ballén, Moncayo y Ayala Lasso coinciden en que, a la final, el país salió ganando.

“Fue una paz digna, de un país vencedor, no como la del 41 en donde tuvimos que firmar humillados en Brasil. Perú se vio obligado a reconocer que existía el impasse, algo que nunca antes había pasado y hubo dos años y medio de discusiones. A la final, terminamos cediendo solo por la decisión de cuatro países. Esto terminó con 54 años de esta humillante derrota”, asegura Moncayo, aún con mucha pasión en sus palabras.

Durán Ballén agrega: “A la final fue beneficioso acabar con este conflicto del que todo el mundo se aprovechaba porque todos lo hacían”.

Y, según Ayala Lasso, la paz no hubiese sido posible sin el conflicto y la victoria ecuatoriana. “Fue la primera vez que Ecuador triunfó como república y fue muy loable que el triunfo militar se lograra a pesar de toda la propaganda que había cerca de Fujimori, a tal punto de que la victoria ecuatoriana fue reconocida por diplomáticos y la opinión pública a nivel internacional”.

Los tres coinciden en que los dos principales beneficios fueron el incremento en la relación comercial y los lazos de hermandad entre las dos naciones. El comercio se multiplicó por 10 hasta 2013, el turismo subió ostensiblemente, ahora se hacen recurrentemente gabinetes binacionales. “Se trabaja desde un plano distinto”, dice Ayala Mora. “Antes desde la confrontación y recelo mutuos y ahora como vecinos fraternos”.

Ecuador ni ha construido las bases comerciales en el Amazonas ni ha hecho posesión del kilómetro cuadrado que le dieron. Moncayo concluye que lo segundo fue ridículo y que lo primero debe hacerse alguna vez. “No se ha hecho por falta de voluntad política. Claro, antes había un sentimiento antiecuatoriano en esa zona peruana, ahora es diferente”.
Algunos pormenores
Del conflicto
° Antes del primer ataque ecuatoriano un delegado de Paco Moncayo llevó a uno del Ejército peruano la propuesta de que todo se resuelva diplomáticamente. No hubo acuerdo.

° El Gobierno nacional prohibió durante los primeros días la utilización de la Fuerza Aérea, lo que complicó las acciones.

° El Ejército ecuatoriano interceptó efectivamente las comunicaciones del peruano durante todo el conflicto, lo que permitió muchas emboscadas y la ubicación exacta de los puestos de ataque.

° Dada la campaña peruana de propaganda, que anunció la falsa toma de Tiwintza, el propio Comando Conjunto de las FF.AA. se asustó. Paco Moncayo les dijo que fueran al lugar con periodistas nacionales e internacionales para que contaran la verdad.

° Luego de la primera decisión de cese al fuego, en febrero, para iniciar las negociaciones de paz, Perú volvió a atacar, por lo que el conflicto armado se extendió.
57.000
efectivos militares ecuatorianos
participaron del conflicto.
31
murieron.
92
días duró el enfrentamiento.

LaHora

LA GUERRA DEL CENEPA: LA ÚLTIMA GUERRA DEL SIGLO XX EN LATINOAMÉRICA

Hace 20 años se registró la última guerra de la región sudamericana: la llamada Guerra del Cenepa entre Perú y Ecuador, el 9 de enero de 1995.

Este enfrentamiento que duró cinco semanas, puso fin a una larga serie de incidentes bélicos entre las dos naciones por el control territorial de una zona en disputa desde comienzos del siglo XIX, que comprendía la Cordillera del Cóndor y el río Cenepa.

La guerra de 1995 se gestó por la distinta interpretación que los dos países le dieron a la aplicación de un tratado de paz firmado después de la guerra de 1941.

El llamado Protocolo de Río de Janeiro, en el que actuaron como garantes Estados Unidos, Brasil, Chile y Argentina, había establecido los límites entre Perú y Ecuador.

Malentendidos

Por una serie de reclamos ecuatorianos no se establecieron los hitos de demarcación de 78 de los 1.700 kilómetros de frontera.

Perú consideraba que los reclamos ecuatorianos eran una maniobra para desconocer el Protocolo de Río de Janeiro.

Ecuador, a su vez, creía que la actitud peruana ocultaba un intento de trazar los límites de acuerdo a su propia interpretación del tratado.

En 1992, tuvo lugar un encuentro en Quito del presidente peruano, Alberto Fujimori, y el mandatario ecuatoriano, Sixto Durán Ballén, para discutir salidas al problema.

Situación militar del Perú y el Ecuador

El escenario militar de ambos países al inicio del conflicto, evidentemente era dispareja, las ventajas estaban teóricamente del lado ecuatoriano.

El Perú afrontaba desde 1980 una guerra interna desatada por el grupo terrorista Sendero Luminoso, que conoció su más cruenta etapa entre los años 1982 y 1991. Las Fuerzas armadas del Perú se hicieron cargo de la lucha antisubversiva desde diciembre de 1982, con el consiguiente desgaste, tanto económico como social que ella conlleva, sin embargo las tropas peruanas que luchaban contra Sendero Luminoso irían ganando, desde 1980, una experiencia en combate real que les sería de utilidad a la hora de entrar en acción en el conflicto y esto ya era una ventaja para ellas.

La Fuerza Aérea del Perú, que desde la década del 60 y parte de la del 80 del siglo XX, había llegado a ser considerada como una de las más poderosas de Hispanoamérica, se hallaba, en 1995, en una situación crítica. Al momento de estallar el conflicto, de más de 100 aparatos de combate que tenía en inventario, sólo se hallaban operativos: 3 Mirage 2000, 7 Sukhoi 22, 4 Camberras, 8 A-37B y 5 helicópteros artillados Mi-25; los Mirage 2000, que venían a ser los aviones más modernos de la FAP, no contaban con misiles aire-aire de corto y de mediano alcance. Los sistemas de radar sólo tenían una operatividad del orden de menos del 45%, y los sistemas antiaéreos, del 20%.

Por el lado ecuatoriano, después del Conflicto del Falso Paquisha en 1981, se inicia una serie de compras y modernizaciones de sus sistemas aéreos y terrestres; entre los más importantes está la compra de aviones Kfir C2, y las modernizaciones de sus Mirage F1. Se puede afirmar que, para inicios de 1995, la Fuerza Aérea del Ecuador era una de las mejores equipadas de la región, contando con un arsenal de 12 Mirage F1JAs, 10 Kfir C2s, 10 Jaguars MK.1 y 10 A-37B. Según el ex-mandatario ecuatoriano Sixto Durán Ballén, la clave del éxito de las operaciones militares en la Cuenca del Cenepa se había debido a 14 años de preparaciones militares, como este declararía el 4 de marzo de 1995.

A lo largo de la guerra del Cenepa se desplegaron, en gran parte, soldados profesionales de brigadas de fuerzas especiales. Una de aquellas brigadas perteneció al Grupo Comandos de Selva (IWIAS), brigada élite ecuatoriana conformada exclusivamente por personal nativo de la región amazónica dado su conocimiento y capacidad para sobrevivir en aquel entorno. En contraparte de esto, el ejército peruano movilizado al principio del conflicto estaba conformado en su mayor parte por conscriptos de servicio militar obligatorio pertenecientes a batallones que no eran Unidades de Combate especializadas en operaciones de combate en selva, razón por la cual tuvieron que intervenir tropas de élite compuestas por varios batallones de infantería contrasubversiva especializada en combate en selva, traídas del Frente Militar Alto Huallaga.

Las fuerzas armadas ecuatorianas hicieron uso de sus líneas cortas de abastecimiento y de la ventaja geográfica que le otorgaba la cordillera del Cóndor (1950 metros de altura) en su territorio para atacar directamente con morteros y lanzadores de cohetes múltiples, a las tropas del ejército peruano que consolidaban sus posiciones. Todo esto gracias al uso de tecnología moderna, tal como el posicionamiento global satelital GPS, para localizar con precisión su objetivo.

A pesar de que la sofisticación del armamento data de los años 60’s y 70’s, un conflicto armado a esta escala era desconocido entre países hispanoamericanos. Las fuerzas armadas ecuatorianas adoptaron una defensa activa y un combate tierra-aire, conceptos implementados por fuerzas armadas estadounidenses e israelíes. Conceptos y técnicas que el general Paco Moncayo aprendió y aplicó tras su estancia en Israel como agregado militar en ese país en 1986.41

Gabriel Marcella, analista estadounidense de la Escuela Superior de Guerra del Ejército de los EE.UU afirmó lo siguiente:

“La limitada victoria del Ecuador en el Cenepa genera un nuevo umbral en el antiguo conflicto: Ecuador ha logrado una victoria militar sobre Perú por primera vez desde la batalla de Tarqui en 1829. Los ecuatorianos integraron exitosamente las estrategias militares, operaciones y tácticas con una acertada campaña de información tanto en lo nacional (diplomacia) como en lo militar (operaciones sicológicas)».

El material perdido y el número de bajas peruanas que no cayeron en combate podrían sustentar la afirmación de que el Perú no estaba preparado para un enfrentamiento con Ecuador, debido a que el presidente Fujimori priorizó la lucha contrainsurgente, lo que motivó una severa crítica en el país por parte de sectores políticos peruanos opuestos a su gobierno, todo esto aunado a los problemas logísticos, debidos a la distancia y a las condiciones meteorológicas y geográficas por el lado peruano. En una «carta» escrita por un supuesto alto militar del Ejército peruano y publicada en la Revista «Caretas» se dice lo siguiente:

“(…) de todas las armas tuvimos que valernos de los viejos fusiles FAL que tuvieron problemas cuando por los años 75 se compraron a los argentinos; con estas armas y unos cuantos RPG, sin base de fuegos de morteros, sin artillería, sin apoyo aéreo, sin inteligencia, nos enfrentamos a una fuerza moderna.(…) En esas condiciones, recuperamos Cueva de los Tayos, Base Sur, llegamos a Tiwinza pero ya desgastados por una terrible y larga línea de abastecimientos pero no pudimos mantenerla; es verdad nuestros hombres sufrieron hambre, porque no tuvieron raciones oportunamente, porque los cargadores eran emboscados, porque nos infiltrábamos en terreno ocupado por el enemigo y nuestras tropas quedaban aisladas”.

El general EP Vladimiro López Trigoso, encargado de las operaciones militares durante el conflicto armado, dijo algo concordante con lo anterior ante una comisión investigadora del Congreso peruano:

“Por pretender lanzar bombas en Tiwinza una noche, creo que sería el cinco o el seis de febrero, nos bombardearon Base Sur, donde estaban nuestras tropas. Nos causaron seis muertos, y nuestra tropa se echó a llorar de amargura, de impotencia. (…) El ataque aéreo de la FAP nos han producido estas bajas, y desde luego 180 desaparecidos, que por fortuna fueron apareciendo uno, de uno, de uno a lo largo de toda la semana. (…) Me enviaron (a combatir) con armamento sin munición, sin brújula, sin nada. ¿Y por qué sucede ese bombardeo? No teníamos medios de comunicación, no teníamos GPS, que es un aparato para indicar la posición geográfica vía satélite, que después me enteré que valía unos 300 dólares”.

Otro aspecto de gran importancia es la diferencia en los gastos militares de ambos países. En el periodo 1985 a 1994, los gastos de Defensa en el Perú disminuyeron en un 13%, mientras en el Ecuador se incrementaron en un 58%.

A pesar de la diferencia en gastos militares, no todo se encontraba a favor del lado ecuatoriano, vistas las limitaciones impuestas por el ejecutivo ecuatoriano, que prohibió al alto mando militar emprender acciones contra el eje Jiménez Banda-Soldado Pastor, desde donde llegaban abastecimientos y refuerzos. El general del ejército ecuatoriano Paco Moncayo afirmó:

“La situación militar se había vuelto desagradable por la presencia de las fuerzas peruanas en el interior de nuestro dispositivo, y la imposibilidad de desalojarles”.

Se gesta la crisis

Fujimori se inclinaba por una solución diplomática, pero la reunión no produjo resultados.

La popularidad del presidente ecuatoriano Sixto Durán Ballén estaba por el suelo.
Las fuerzas armadas ecuatorianas instalaron unas bases militares en la cabecera del Río Cenepa, que según el protocolo de Río de Janeiro, hacía parte del territorio peruano.

El 9 de enero de 1995 se produjo un enfrentamiento de soldados peruanos con una patrulla militar ecuatoriana.

El 11 de enero una patrulla peruana fue conminada por los ecuatorianos y se produjo un breve intercambio de disparos.

Ecuador ordenó el ataque contra los peruanos que se encontraran en el Cenepa, la destrucción de todo elemento dentro de lo que consideraba como territorio suyo, y el control de las cabeceras del río.

Perú declaró hostilidades el 25 de enero de 1995.

Fin del conflicto

La cifra oficial de muertos varía, según cada país. Ecuador informó oficialmente la muerte de 33 soldados. Una cifra que controvirtió en su momento el Comando Conjunto de las FF.AA. del Perú, que afirmó que las bajas ecuatorianas habían sido 350.

Perú reconoció la muerte de 60 de sus soldados. Es difícil establecer si hubo un ocultamiento de la verdad por parte de los dos países.

Algunos estimativos de organizaciones no gubernamentales hablan de una cifra total de 500 muertos, mientras que otros centros de documentación hablan de una cifra de 120 muertos.

Paz

La Declaración de Paz de Itamaraty estableció el retiro de las tropas de ambos países.

El 17 de febrero de 1995, se firmó la Declaración de Paz de Itamaraty, en Brasil, que estableció el retiro de las tropas de ambos países.

Observadores de los países garantes del Protocolo de Río de Janeiro se desplazaron hasta la zona del conflicto. El 2 de marzo, tras cinco semanas de enfrentamientos y escaramuzas, terminaron los combates.

Una nueva ronda de negociaciones condujo al acuerdo de Brasilia, firmado por el presidente Alberto Fujimori y su par ecuatoriano Jamil Mahuad, el 24 de octubre de 1998.

Los países garantes resolvieron que la demarcación de la frontera seguiría siendo la misma que estableció el tratado de Río de Janeiro de 1942.

Intereses ocultos

Ambas naciones debieron hacer algunas concesiones, y las distintas interpretaciones quedaron resueltas.

Finalmente, en mayo de 1999, se colocó el último hito en la frontera común.

En su momento, algunos analistas atribuyeron el escalamiento del conflicto a la situación política que vivían ambos países.

La aceptación popular del presidente ecuatoriano Sixto Durán Ballén se encontraba por el suelo. El presidente peruano, Alberto Fujimori, se preparaba para su reelección.

Con el conflicto, la popularidad de ambos mandatarios aumentó dramáticamente.

Ecos del conflicto

Menem fue procesado por la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia durante su gobierno.

En otro giro de esta historia, el ex presidente Carlos Menem ha sido procesado en dos ocasiones por su presunta responsabilidad en la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia durante su gobierno en la década de los años 90.

En ese momento los ecuatorianos se encontraban en pleno conflicto bélico con Perú.

La venta incluyó 6.500 toneladas de fusiles, cañones, cohetes antitanque y municiones.

En 2001, Menem pasó seis meses bajo arresto domiciliario en 2001, como coautor del delito de contrabando agravado de armas de guerra.

Menem rechazó las acusaciones en su contra y las calificó de «persecución política» impulsada por el gobierno.

En septiembre de 2007 fue procesado por segunda vez.

PERCY ZAPATA MENDO

 

¿QUIÉN GANÓ LA GUERRA DEL ALTO CENEPA?

La pregunta ronda las mentes de aquellos que fueron parte activa del conflicto y también de los espectadores menos enterados. Los medios de comunicación dieron por perdida la operación militar con curiosa celeridad. Posiblemente se haya debido a la feroz hostilidad que existía en contra del entonces presidente Alberto Fujimori. En cambio, la posición ecuatoriana era de absoluta victoria y así lo hicieron saber a su opinión pública.

El analista ecuatoriano??? Carlos Espinosa, hace una interesante explicación de lo acontecido durante las negociaciones de la paz en dos naciones que sobrellevaban una enorme carga emocional en el tema de las relaciones bilaterales.

Luego de la firma del Protocolo de Río de Janeiro en 1942, el Ecuador se contagió de un sentimiento de pérdida territorial (ellos le llamaban el “holocausto”). Ecuador adoptó una estrategia revisionista proclamando la tesis de “inaplicabilidad del protocolo de Río” suspendiéndose la demarcación en un pequeño trazo de 78 Km. De los 1500 Km. de la frontera.

Ese sentimiento de “tragedia territorial” se vio reflejado por la acción psicosocial emprendida por el Estado ecuatoriano entre los años cincuenta y sesenta. En países como Ecuador y Perú, el sentimiento de nacionalidad se ve reflejado frecuentemente en la geometría del país.

En 1995, los países garantes notaron inmediatamente que Ecuador no tenía derechos territoriales en el Amazonas y que el Perú no cometía ninguna injusticia significativa. Entonces los negociadores desarrollaron varias tácticas en el camino para manejar las irreales aspiraciones ecuatorianas:

a)Los negociadores ecuatorianos, al inicio del proceso, orquestaron una catarsis colectiva mediante la proclamación de una compensación territorial debido a los males del pasado.

b)Mantuvieron las aspiraciones territoriales en la mesa el tiempo necesario para demostrar al público que habían actuado agresivamente.

c)Buscaron concesiones que hicieran eco de las aspiraciones iniciales para salvar la cara.

d)Pusieron en tela de juicio los mitos históricos para poder justificar el retroceso en las posiciones irredentistas.

Los Estados Unidos estaba especialmente preocupado con alterar las sensibilidades ecuatorianas, ya que veía la disputa ecuatoriana-peruana como una amenaza para la futura integración de las Américas.

El conflicto de 1995 redujo parcialmente en Ecuador el histórico sentimiento de pérdida de la amazonía y de los sentimientos hostiles contra el Perú. Esos sentimientos ahora se basaban en un nuevo simbolismo, el de “la gran victoria”, basado en la efectiva propaganda realizada en ese país. Los ecuatorianos estaban convencidos que las tropas nacionales habían mantenido todas sus posiciones en los territorios ocupados. Entonces los negociadores ecuatorianos aprovecharon la oportunidad psicosocial, ya que las nuevas tesis nacerían de un sentimiento de victoria y no de uno de derrota, triunfalista, allanando el camino ante la opinión pública Ecuatoriana.

La revisión del asunto territorial no se hizo evidente hasta Mayo de 1998 cuando las negociaciones se estancaron, como resultado que la demarcación territorial dejaría los puestos militares creados por el Ecuador en el lado peruano y la consiguiente protesta del Perú ante los garantes. Esta segunda crisis llevaría a ambas naciones a un nuevo estado de guerra en Agosto de 1998.

El problema de la pérdida de los lugares de las bases militares era uno basado en el honor nacional. Los militares ecuatorianos afirmaron que, si se aceptaba la demarcación trazada por la comisión técnica el honor nacional sería mancillado. Recordemos que la buena actuación del ejército ecuatoriano en 1995, constituiría su única acción positiva en los 150 años de disputa con el Perú. La “victoria” de 1995 había generado un sentimiento de orgullo entre los ecuatorianos. El Perú, por otro lado, ocultaba su limitada actuación durante el conflicto, aunque había expulsado al enemigo de las tres bases claves, incluyendo Falso Tiwinza objetivo de poca importancia táctica.

En Junio de 1998, los presidentes se reunieron en Brasilia. El presidente Cardoso deseaba que Brasil tomara parte mas activa en la resolución del conflicto afianzando su posición hegemónica regional. En aquella reunión se presentaría una imaginativa propuesta: el parque binacional. Los garantes contemplaron la creación de esta zona ecológica sin frontera y con administración conjunta, en la cual se erigirían monumentos en honor a las Fuerzas Armadas y a la memoria de los caídos en combate. De esta forma los militares ecuatorianos tendrían acceso a las tres posiciones creadas Cueva de los Tallos, Falsa Base Sur y Falso Tiwinza. El documento se filtró a la prensa y se hizo público antes de tiempo provocando sendas reacciones negativas en las opiniones públicas de ambas naciones, especialmente en el Perú.

Curiosamente, el diario liberal ecuatoriano “Hoy” afirmaba de que el ecuador ya había recuperado el honor y no necesitaba de la posesión de las bases para salvaguardar el honor. El gremio empresarial ecuatoriano insistió de que los beneficios materiales de la paz sobrepasaban a los del honor y a otro conflicto. El ministro de relaciones exteriores animó a que se vea el honor nacional como la búsqueda de la justicia social o “gobernabilidad” y en base a las acciones de defensa de territorios en el Alto Cenepa. Estas posiciones sentaban las bases psicosociales para la siguiente fórmula de entendimiento, acuñándose la frase “paz con honor”.

Las negociaciones entonces, tomaron un giro inesperado. Los presidentes Fujimori y Mahuad empezaron a trabajar directamente en la resolución del conflicto, en lo que se denominó “diplomacia presidencial”, lo cual provocó la renuncia del ministro de relaciones exteriores del Perú Eduardo Ferrero. Los mandatarios se reunieron en varios países entre septiembre y octubre de 1998. Queda en el campo de la especulación las formas y los temas tratados por ambos presidentes. En Brasilia, Mahuad aceptó la opinión técnica respecto a la demarcación de la cordillera. El 5 de Octubre en Washington, Fujimori aceptó la necesidad de salvar el honor de ecuador por lo que aceptó otorgarle un terreno de propiedad privada en el área con un rol militar y político clave, denominada Falso Tiwinza. Las propuestas de solución eran aún muy controversiales ante la opinión pública y las fuerzas armadas de ambas naciones, por lo que Fujimori y Mahuad pidieron a Cardoso que las presente como la decisión de un tercero. En Washington, en reunión con el Presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, los países garantes aceptaron la propuesta de los presidentes y pidieron a los congresos de ambos países a que acepten la decisión de “las terceras partes”.

El 26 de Octubre, en una emotiva ceremonia, los presidentes de Perú y Ecuador, firmaron el histórico acuerdo de paz. Durante su discurso, el Presidente Mahuad contó la historia de su abuelo materno que luchó en el conflicto de 1941. Al final del discurso, alcanzó al Presidente Fujimori un cantimplora usada por un combatiente ecuatoriano de aquella guerra. El simbolismo empleado por Mahuad allanaba los recuerdos de 1941 y revelaba el deseo de perdonar y olvidar.

De esta forma Ecuador salvaba su honor, finalizando un largo período de tiempo en el cuál habían crecido varias generaciones de ecuatorianos temerosos y con odio hacia un país vecino. El Perú logró sentar en la mesa de negociaciones al vecino rebelde, sellando un largo capítulo de la historia que nunca se debería repetir.

Ya es hora de escribir la verdadera historia de las relaciones de nuestros países, sin las pesadas cargas de la política y del odio; cargas que siempre caracterizaron nuestras tambaleantes relaciones. La historia de las negociaciones también servirá como ejemplo para lograr soluciones pacíficas en aspectos tan sensibles para la psiquis latinoamericana.

La guerra del Alto Cenepa está revestida de una importante lección aún sin descubrir en el Perú. Hay que tener presente que las crisis- con otros actores o con los mismos- no terminan hoy, ellas están latentes y prontas a aparecer en el momento menos esperado. Hay que estar listos para afrontarlas.

El borde afilado