Diálogo y acuerdo, instrumentos de Gobierno – Diario Los Tiempos, Bolivia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Como ha ocurrido en otras etapas de la historia del país, de improviso han aparecido varios conflictos luego de un período –largo o corto–de calma generalizada. En el escenario actual se observa la emergencia de problemas (de diversa significación) e incapacidad de abrir espacios de diálogo para encontrar soluciones.

Es difícil explicar esta situación. En octubre pasado, el Presidente del Estado obtuvo más del 60 por ciento del voto para su tercera reelección, pero ya en marzo pasado, al conocerse los resultados de las elecciones regionales, las autoridades pudieron darse cuenta de que algún eslabón de la cadena de comunicación con la sociedad estaba averiado.

Pero, para reconocer una realidad de esa naturaleza se requiere de una buena dosis de capacidad crítica y un norte hacia donde avanzar, más allá de la reproducción del poder, características que hasta ahora no se puede descubrir en el oficialismo por la forma en que está respondiendo a las distintas demandas, interpelaciones o críticas que provienen de la sociedad.

Ejemplos al canto, reaccionan tan visceralmente frente a la campaña de un sacerdote para que los recursos destinados a salud alcancen el 10 por ciento del Presupuesto del Estado, acusándolo de ser vocero de la derecha y los separatistas, e incluso “asesino” porque, aseguraban que el aporte sería poco más del 11 por ciento, ofreciendo datos absolutamente insostenibles; como frente al conflicto con los dirigentes cívicos de Potosí, culpando, primero, al jefe de Unidad Nacional de promoverlo; luego asegurando que intereses chilenos estarían detrás del movimiento; y después acusar al partido del Alcalde y Gobernador de La Paz por manipular a los potosinos. Mientras tanto, ha crecido el conflicto y con el ingreso en éste de cooperativistas mineros (una de las bases sociales de sustentación del Gobierno), alcanza niveles de violencia preocupantes.

Es difícil creer que estas acusaciones o afirmaciones como aquella de que, por disentir, los indígenas habrían dejado de ser la “reserva moral del país”, encuentren oídos receptivos. Al margen de las contradicciones y cambios, las percepciones políticas actuales son bastante diferentes de las que primaban en los primeros años de gestión del MAS, cuando todo atisbo de oposición, real o ficticia, era adjudicada a la derecha, al imperialismo y a sectores separatistas. Ahora, parece difícil que este tipo de argumentos sean aceptados, lo que provoca un deterioro de la legitimidad gubernamental.

En ese contexto, y frente a lo que parece ser el fin de la época de las vacas gordas, se ha llegado a una etapa que exige una eficiente administración del Estado, debido a la reducción de los montos de dinero que, sin duda, han facilitado la gobernanza que ha primado hasta ahora. Así, las autoridades deberían comprender que es el tiempo del diálogo con los otros, respetándolos.

Por lo demás, la historia del país, analizada con rigor, puede servir de mucho para evitar que actitudes de soberbia, indiferencia o autismo político se conviertan en semillas de deslegitimación.

Parece, pues, que el MAS y el Gobierno deben ingresar a la etapa de la conciliación y el diálogo para enfrentar una dura realidad, etapa, empero, que no era prevista por sus principales ideólogos.

Los Tiempos

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