¿Para qué sirve el Parlasur? – Diario El País, Uruguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

La pregunta del título es la que viene a la cabeza cuando se habla del Parlamento del Mercosur, más conocido como Parlasur. Es una pregunta lógica pues si el bloque regional cumple mal su misión de fomentar la integración comercial, poco puede esperarse de un órgano deliberativo multinacional que pretende secundarlo e incluso legislar con fuerza normativa para los países miembros.

Un órgano cuya existencia suele discutirse por cuanto implica dotar de un sesgo político a un proceso de integración concebido en un principio con objetivos exclusivamente económicos.

Ese órgano parlamentario supranacional creado hace una década, y que debería reunirse una vez al mes, tendrá recién en agosto próximo su primera sesión del año 2015, lo cual alcanza para demostrar el generalizado —y muy mercosureño— desinterés que rodea sus labores.

A pesar de ello el Parlamento uruguayo constituyó prestamente una delegación de cuatro senadores y catorce diputados que representarán al país en el Parlasur, aunque no está para nada claro a qué se dedicarán y qué incidencia tendrán sus decisiones.

Los más optimistas se miran en el espejo del Parlamento Europeo, pero son ilusiones, puesto que el grado de desarrollo de la integración europea es incomparable con el conseguido por estas latitudes. Lo cierto es que del Parlasur han surgido hasta hoy meras declaraciones y si adoptara alguna resolución concreta esta solo podría validarse con la ratificación de los Parlamentos nacionales, cosa que por ahora está lejos de ocurrir. Hay quien dice que las cosas cambiarán cuando todos los países elijan a sus representantes en el Parlasur a través del voto popular. El único que lo hizo hasta el momento es Paraguay, en tanto Argentina lo hará conjuntamente con las elecciones nacionales de octubre próximo. Uruguay, Brasil, Venezuela y Bolivia deberán elegirlos de esa forma en el año 2020.

Se dice que con esa legitimación de las urnas el Parlasur tendrá otro peso, pero también planteará mayores problemas en particular los relativos a su integración final. Es que para el 2020, una vez electos por votación todos sus representantes, aumentará la asimetría entre los países mayores y los demás. Para entonces se prevé que Brasil cuente con 75 bancas y Argentina con 43, en tanto Uruguay y Paraguay seguirán con las 18 que hoy poseen. Eso acrecentará el predominio de nuestros dos grandes vecinos no solo en el plano comercial, cuyos sinsabores ya conocemos, sino eventualmente en el político.

Ese predominio político en un órgano legislativo supranacional ansioso por hacer valer sus prerrogativas contiene peligros. Uno de ellos es la existencia de partidos políticos internacionales capaces de actuar de manera coordinada por encima de las fronteras nacionales. Un Parlasur dotado de mayores poderes y dominado por una mayoría de representantes con ideas políticas afines podría intentar imponer sus posiciones a los países miembros del Mercosur, que deberían adoptarlas les guste o no. Un riesgo que se acrecienta para el caso de Uruguay que contaría con una bancada minoritaria y sin posibilidades siquiera de constituir una mayoría uniéndose a Paraguay o a Bolivia.

Del Parlasur podrían emanar en ese caso, resoluciones capaces de comprometer la política internacional de nuestro país y orientarla en direcciones inconvenientes. Esta posibilidad no es tan remota si se recuerda, por ejemplo, el énfasis puesto al llegar al gobierno por un Frente Amplio que, entonces, pregonaba su hermandad política con la Argentina de Kirchner y el Brasil de Lula. Una fraternidad de ideas de izquierda en la que se asentaron ciertas esperanzas de obtener para Uruguay un mejor trato, lo que, como es público y notorio, jamás se consiguió. Esa utopía de una fraternidad supranacional que podría incluir a nuestro país y que algunos fomentan con las clásicas apelaciones a la «patria grande», ronda por algunas cabecitas en la izquierda y está todavía latente en sectores políticos que acunan sueños y ambiciones a realizarse a través del Parlasur.

De todas maneras, los riesgos aparecen todavía lejanos en virtud de la fragilidad del propio Mercosur, que en 2014 redujo aun más el volumen de su comercio interior y que manifiesta una extraordinaria lentitud en todos sus pasos, incluido el tan prometido acuerdo con la Unión Europea. Por ahora, esta superflua y estéril creación que es el Parlasur sirve solamente para dar curso a mayores gastos, a exhibiciones retóricas o para pomposas declaraciones. Si no hay más remedio que aceptar su existencia es de esperar que se quede solo en eso.

El País

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