El progresismo en América Latina: pasivos y retos – Por Alfonso Bermejo (Especial para NODAL)

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Las últimas derrotas electorales de los gobiernos de Venezuela (2015, elección parlamentaria), Argentina (2015, presidencial), Bolivia (2016, referendo) y el impeachment contra la Presidenta de Brasil (2016), parecen indicar que el escenario político de América Latina está cambiando luego de más de una década de gobiernos progresistas.

La derecha suele explicar este cambio afirmando que la izquierda es mala gestora económica, además de populista, y que ejercer planteamientos económicos poco ortodoxos termina perjudicando las cuentas nacionales. Los efectos en la economía llevarían entonces a la población  a optar por alternativas distintas. Para confrontar este argumento es necesario evaluar los avances en materia económica y social de los gobiernos progresistas. En este sentido, presento una serie de indicadores y los avances en los países con mayores logros, sin diferenciarlos como progresista o neoliberales.

Así, según  datos de la CEPAL (2015), los países que más redujeron la pobreza multidimensional (IPM) son Bolivia (26% entre el 2003 y el 2011), Perú (25% entre el 2003 y el 2012), y Argentina (22% entre el 2005 y el 2012, zona urbana). Los países con mayor nivel de pobreza multidimensional son Bolivia (58%), Paraguay (50%), Perú (37%) y Colombia (35%), y los de menor nivel son Chile (7%), Argentina (8%), y Uruguay (9%). Dado que el IPM es un índice que engloba varias variables, abordaremos algunos indicadores de manera individual, en orden de mayor a menor avance.

Pobreza económica:

  • Perú, -32% (2001-2014)
  • Argentina, -31,5% (2004-2012)
  • Bolivia, -29,7% (2002-2013)
  • Colombia, -21,1% (2002-2014)

Indigencia:

  • Bolivia, -20,3% (2002-2013)
  • Perú, -20,1% (2001-2014)
  • Argentina, -13,2% (2004-2012)
  • Venezuela, -12,4% (2002-2013)

Distribución del ingreso (Índice de Gini)

  • Bolivia, -0,123 (2002-2013)
  • Argentina, -0,103 (2004-2012)
  • Venezuela, -0,093 (2002-2013)
  • Brasil, -0,091 (2001-2014)

Desempleo, para el período 2001-2015,

  • Argentina, -11,1%
  • Colombia, -8,6%
  • Venezuela, -6,3%
  • Ecuador, -5,8%

Educación,tasas de alfabetización

  • Uruguay, 98,4%
  • Argentina, 98,1%
  • Chile, 97,3%
  • Bolivia, 95,7%

Son destacables los avances deBolivia (+8,9%), Perú (+6,8%), Brasil (+4,0%), y Ecuador (+3,5%).

Educación, tasas de mortalidad infantil (por cada 1.000 nacidos vivos)

  • Bolivia, -18,2
  • Brasil, -7,9
  • Perú, -8,8
  • Paraguay, -6,8

Aunque debe leerse estos indicadores con precaución (dados los cambios en la medición, el distinto estadío inicial, el intervalo temporal y otros factores), lo cierto es que a contracorriente de lo afirmado por cierto sector de la derecha, reflejan un importante avance tanto en la economía real como en los aspectos sociales. Si bien podría hacerse un análisis de riesgo sobre su sostenibilidad (analizando variables intermedias como el nivel de reservas internacionales netas (RIN), la inflación, el tipo de cambio, o la inversión extranjera directa (IED)), en ningún caso puede cuestionarse su eficacia. El caso venezolano merece una digresión en este punto, pues el deterioro de su economía durante los últimos tres años se debe principalmente al deterioro de la matriz productiva, deficiente gestión de la economía, baja en los precios internacionales del crudo, y a la «guerra económica» desatada por los grupos de poder.

Por otro lado, los gobiernos progresistas (aunque no solo ellos) han sido incapaces de realizar una verdadera diversificación productiva que les permita disminuir su dependencia de las materias primas. Por ello, la disminución de los precios del petróleo y minerales en el mercado internacional ha mermado su capacidad para mantener los programas sociales de alivio de la pobreza. Aunque los datos presentados abarcan hasta el año 2014, los logros se verían afectados en los años posteriores debido a la crisis internacional. Entonces, si las variables económicas y sociales han tenido un claro avance, es razonable afirmar que los motivos del descontento ciudadano están en otros ámbitos que pasamos a explicar.

 

  • INSTITUCIONALIDAD DEMOCRÁTICA

 

Liderazgos. Los gobiernos progresistas se han sostenido en la figura de un líder. Esta estrategia ha disminuido la capacidad de construir institucionalidad partidaria, aun incipiente en la vida política de la región. Esta variable explica por qué Cristina Fernández (Argentina), Hugo Chávez (Venezuela) y Lula da Silva (Brasil) acabaron sus mandatos con una popularidad del 50% en los dos primeros casos y de más de 80% en el último, sin poder evitar que sus partidos pierdan las elecciones de recambio. Así, el kirchnerista Frente para la Victoria (FpV) perdió las presidenciales y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil se encuentran en sus mínimos de popularidad y enfrentan serios problemas de gobernabilidad. Es un reto anticipar lo que pasará en las elecciones de 2017 en Ecuador, donde Rafael Correa ha expresado que no se presentará a la reelección, o en Bolivia, en 2019, donde un referendo le impide a Evo Morales volver a postular.

 

A propósito el caso boliviano es sintomático. Allí, la derrota de la propuesta de reelección indefinida se produjo porque incluso los votantes del Movimiento al Socialismo (MAS) la consideran como un riesgo para países de débil institucionalidad, lo que puede extrapolarse a los demás países de la región.

 

  • Modernización del Estado. Aunque esta problemática no es exclusiva de los gobiernos progresistas, la ciudadanía no percibe avances en la modernización del Estado, que permitan convertir a este en un actor confiable. Los niveles de burocracia e ineficiencia siguen siendo alarmantes.

 

  • Libertad de prensa. Según el Freedom House 2016, la libertad de prensa, fundamental en cualquier estado democrático, no existe en Ecuador ni en Venezuela y existe solo parcialmente en los demás países sudamericanos (a excepción de Chile y Uruguay). Si bien estos índices son discutibles, el escenario refleja un conflicto permanente entre los medios de comunicación y los gobiernos progresistas, lo que es evidente en Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina. El equilibrio entre el respeto a la libertad de opinión y crítica a las actuaciones de los gobiernos, y la garantía al derecho a la honra y la dignidad; además de la garantía a la institucionalidad democrática deben ser garantizados. Esta situación ha tenido mayores tensiones con el impulso de las denominadas “leyes de medios”, en varios países de la región, que es visto por la prensa como un intento de acallar las críticas.

 

 

  • MOVIMIENTOS SOCIALES

 

Los partidos progresistas nacieron impulsados por los movimientos sociales que resistían frente a las políticas neoliberales. El Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, o el indígena-sindical Movimiento al Socialismo (MAS), en Bolivia, son los casos más conocidos. La crisis económica y su implicancia en las políticas nacionales ha supuesto, en algunos casos, el resquebrajamiento de las relaciones gobierno-sociedad civil. Ejemplo de ello son las protestas de la CONAIE contra el gobierno de Correa en Ecuador por la explotación del Yasuní; y las dadas en Brasil, encabezadas por el MST, el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) y los movimientos estudiantiles opuestos a las políticas de austeridad del gobierno de Rousseff. Esta tensión está ligada, principalmente, a las estrategias  adoptadas por los gobiernos para hacer frente a la crisis económica, ya sea a través de la explotación de los recursos naturales manteniendo el modelo extractivo, o de políticas de austeridad fiscal que reducen el gasto público en  programas sociales.

 

 

  • NECESIDADES CAMBIANTES

 

Cuando la izquierda tomó el poder la situación económica y política de los países era, cuando menos, conflictiva. Claros ejemplos de ello son el «Caracazo» de 1989 que llevó al intento de golpe de estado de Hugo Chávez; el «feriado bancario» de 1999 y la inestabilidad política en Ecuador que llevó a la destitución de tres presidentes en diez años (Bucarám en 1997, Mahuad en 2000 y Gutiérrez en 2005); el «corralito» de 2001 y la inestabilidad politica en Argentina que los llevó a tener cinco presidentes en dos semanas; o «la guerra del agua» del 2000 en Bolivia.

 

Los gobiernos progresistas lograron llevar estabilidad política a la región y, a su vez, mejorar las condiciones económicas y sociales de la población. Sin embargo, aquella «clase» social que emergió durante esta etapa ahora cubre sus necesidades básicas y emergen otras, esta vez intangibles, como la mejora de la calidad de los servicios públicos, la disminución de los niveles de corrupción y la mayor eficiencia del aparato estatal. Aunque estas problemáticas son parte de la historia de América Latina, lo cierto es que los gobiernos progresistas tampoco han logrado avances significativos sobre ellas.

Como reconocen los organismos internacionales, en la última década América Latina tuvo importante avances económicos y sociales que lograron sacar a millones de personas de la pobreza y la indigencia. Sin embargo, estos logros podrían ser insostenibles si no están acompañados del fortalecimiento de la institucionalidad democrática ni de una oportuna adecuación de las políticas públicas a los nuevos escenarios político-sociales de cada país. Los partidos y gobiernos progresistas enfrentan el reto de afianzar sus logros y hacer frente a los pasivos si quieren recuperar la confianza ciudadana y convertirse en una opción política viable de largo plazo.

Alfonso Bermejo. Economista.

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