Lo que está en juego en Ecuador – Análisis del director de NODAL

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Ecuador elige hoy presidente y estas elecciones se han convertido en un eslabón más de los procesos electorales cuyo impacto trasciende lo nacional y se extiende a toda América Latina y el Caribe.

Desde la aparición y desarrollo de una corriente progresista latinoamericana en este nuevo siglo se percibe que cada votación puede influir en las disputas políticas que se están desarrollando en toda la región. El acceso al poder de Hugo Chávez, Lula da Silva, Tabaré Vázquez, Néstor Kirchner, Evo Morales, Fernando Lugo y Manuel Zelaya modificó el continente.  Fueron Venezuela, Brasil, Uruguay, Argentina, Bolivia, Paraguay y Honduras los que configuraron un mapa político novedoso al rechazar el ALCA -el gran proyecto económico y social de los Estados Unidos para toda América- crear la UNASUR y la CELAC, y tener como eje la integración regional también incorporando a Cuba después de décadas de aislamiento por las presiones de la Casa Blanca.

Esta corriente, que suele ser definida con los términos “progresista”, “popular” o «populista”, impuso una agenda marcadamente diferente de aquella impuesta por el famoso “Consenso de Washington” en los años noventa del siglo pasado.  Claro que esto provocó la reacción de los sectores que históricamente gobernaron América Latina y que aunaron fuerzas para impedir por todas las vías la consolidación de una región con signo diferente.  Conservadores, liberales y neoliberales junto a partidos de derecha de toda índole se juntaron para dar la batalla política, económica, diplomática y mediática, sea por la vía electoral o por otras vías, como sucedió en Honduras, Paraguay y Brasil.

En este contexto de disputa regional los medios de comunicación juegan un rol fundamental.  Tal vez el ejemplo más explícito de su participación política fue en marzo de 2014, cuando los principales conglomerados de diarios de América Latina se juntaron para lanzar al unísono la campaña “Todos somos Venezuela”.  Desde los medios apoyaron activamente a la oposición que intentó derrocar en las calles al presidente Nicolás Maduro apenas diez meses después de haber sido derrotados en las urnas.

Esta batalla se desarrolla hoy en Ecuador, que, además es la sede de la UNASUR.  Por eso no fue casual que durante la campaña electoral el principal candidato opositor, el banquero Guillermo Lasso, se refiriera a la UNASUR de manera diametralmente opuesta a la que viene sosteniendo el proyecto liderado por Rafael Correa.  En un programa de radio Lasso dijo: “Cuando lleguemos, visitaré el edificio de la UNASUR, y si lo veo funcional les digo a la UNASUR: muchas gracias señores, hasta luego.  Váyanse de aquí y allí trasladaremos el palacio de gobierno”.

Como en todo proceso electoral hay reglas y son éstas las que definen la forma de lograr la presidencia. En el caso ecuatoriano el reglamento estipula que se gana si se obtiene más del 50 por ciento de los votos válidos o se supera el 40 por ciento y una diferencia superior de diez puntos sobre el segundo.

En las elecciones del año 2013 Rafael Correa triunfó en primera vuelta con el 57 por ciento de los votos. Su sucesor es Lenín Moreno, quien fuera vicepresidente de Correa entre 2007 y 2013.  Si  Moreno triunfa en primera vuelta sin obtener más del 50 por ciento sus opositores dirán que la mayoría de la población está en contra del proyecto “populista”.  Sin embargo, vale la pena destacar que son muy pocos los casos donde un candidato logra un triunfo contundente con más del 50 por ciento en la primera vuelta.  Y la tarea es aún más titánica si se trata de continuar con una gestión de diez años de gobierno progresista demonizada por los tradicionales grandes medios de comunicación aliados a los sectores reaccionarios y capaces de inventar cualquier historia para minar su credibilidad.

Las derechas latinoamericanas ya han sentenciado que el “ciclo progresista” ha llegado a su fin. En realidad es una expresión de deseo. Saben que esto no es cierto aunque lo vienen proclamando ya hace unos cuantos años, más específicamente desde la última elección que ganó Hugo Chávez en 2012, cuando anunciaban con bombos y platillos que sería derrotado. No sólo no fue derrotado sino que Chávez obtuvo una victoria contundente.  Luego se entusiasmaron con la idea de que iba a perder Dilma Rousseff en segunda vuelta (que no sucedió) y que también el Frente Amplio saldría derrotado, lo que tampoco sucedió.  El triunfo electoral de Mauricio Macri le trajo nuevas esperanzas a las derechas latinoamericanas, alentadas luego por el derrocamiento de Dilma Rousseff.

Por eso algunos, como Álvaro Vargas Llosa se animan a escribir “Ahora le toca a Ecuador” y toma como referencia a la Argentina y Brasil porque “los argentinos, los brasileños, han despertado del letargo populista”.  Claro que Vargas Llosa no menciona que Dilma Rousseff no fue vencida en las urnas, como tampoco Manuel Zelaya en Honduras o Fernando Lugo en Paraguay.  A gran parte de las derechas latinoamericanas les cuesta aceptar que aquellos movimientos populares -que despectivamente denominan “populistas”- han sacado de la pobreza a millones de personas y tienen apoyo popular justamente porque intentan incluir a quienes vivían excluidos.

En Ecuador hoy está en juego la continuidad de un proyecto de inclusión social y la integración regional. Por eso los ojos están puestos en la mitad del mundo.

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