Colombia: entrevista con Fernando Ordóñez, comandante de las FARC (especial para Nodal)

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Por Pablo Leonardo Uncos*

“Los militares jugaron un papel decisivo en el proceso del paz en Colombia”

En dialogo exclusivo el dirigente guerrillero se refirió a las dificultades y los aciertos por los que travesó el proceso de paz en de La Habana (Cuba) entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y una de las guerrilla más antiguas del continente Americano. “Los acuerdos de paz se lograron gracias la participación de los hombres que vivimos enfrentados en batalla, que conocemos lo que es una bomba, un tiro, y que sabemos lo que es causar víctimas que pesan en la conciencia”, explicó. Asimismo, Ordóñez indicó que el pueblo colombiano debe “asumir como propio” el proceso de paz, y confía en que la transición de las FARC a movimiento político traerá un “reoxigemaniento” en las izquierdas latinoamericanas.

Sobre la fangosa ladera del cerro, uno de los tantos campamentos de las FARC espera con nerviosa paciencia su tránsito hacia la vida civil, mientras que en Bogotá el Senado aprueba la creación de una Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), mecanismo de justicia transicional a través del cual se juzgará a los ex combatientes que cometieron delitos en el marco del conflicto armado en Colombia.

Son cerca de 7000 guerrilleros concentrados en 23 zonas veredales dispuestas a lo largo y ancho del territorio nacional. Hombres y mujeres, muchos de ellos combatientes desde niños, en pleno proceso de “dejación de armas”, y que aspiran reinsertarse en una sociedad que los ignora y, en muchos casos, los rechaza.

Incononzo es una de esas “zonas de normalización”. Queda a solo 125 kilómetros de Bogotá, pero las condiciones geográficas, climáticas y de infraestructura (alta montaña, frecuentes lluvias, ausencia de carreteras asfaltadas) dificultan su acceso. Solo se puede llegar en camionetas 4×4, tractores o en las tradicionales ‘chivas’, una suerte de camión-trasporte-colectivo de mercaderías y pasajeros.

Justamente por su cercanía a Bogotá es en Icononzo donde se está dando el encuentro entre las dos Colombias: la urbana, tradicionalmente de espaldas el resto del país, y la rural que durante décadas solo conoció las penurias de la guerra y el abandono del Estado. Dos Colombias que reunidas en La Habana se pusieron de acuerdo para finalizar una guerra de más de 50 años. El comandante Fernando Ordóñez (56 años), miembro de la Dirección del Bloque Oriental, sabe que las negociaciones fueron muy difíciles y señala que los Acuerdos de Paz suscriptos con el Gobierno “no fueron una revolución, pero sentaron las bases solidas para realizar los cambios necesarios”.

–¿Cuál fue el momento más difícil durante las negociaciones de paz?

–Para mí lo más difícil fue que siempre planteamos como condición primordial para las negociaciones un cese al fuego bilateral. Y nosotros lo asumimos de forma unilateral, pero el Gobierno no, de modo que la guerra continuó, y continuaron también los bombardeos y los muertos. Si esa dinámica se hubiera prolongado habría sido un impedimento muy grande. Gracias a que los militares se sumaron al proceso de negociación fue que ellos comprendieron este tema, y ayudaron a apaciguar la guerra. Ellos jugaron un rol muy importante en el proceso de paz y fue lo que permitió superar ese momento tan difícil.

–¿Cuándo se convencen FARC de que la mejor solución al conflicto era una negociación y no la continuación de la guerra?

–El origen de las FARC ha sido siempre ese: la búsqueda de espacios políticos y de soluciones a los problemas en la forma de gobernar y en la forma de incluir al pueblo en el desarrollo del país. Las FARC se formaron en 1964 con un programa agrario donde quedaba claro que nosotros no queríamos ir a una guerra, sino que pretendíamos que se abrieran los espacios y se entendieran las expresiones del pueblo sobre cómo quería estar organizado, y cómo dinamizar el desarrollo económico de las regiones. Lo cierto es que, desde allí hasta la firma de los Acuerdos de La Habana, esos espacios estuvieron cerrados. Y hoy, por fin, se han abierto.

–¿Qué diferencia hubo entre los diálogos de La Habana y la experiencia fallida de los diálogos del Caguán, entre 1998 y 2002?

–En el Caguán hizo falta voluntad política, además de que se desconoció a un actor primordial dentro de la guerra, que eran los militares: aquellos que de verdad llevaron sobre sí el peso de los combates. Esas fueron las grandes diferencias. Los acuerdos de La Habana se lograron gracias la participación de los hombres que vivimos enfrentados en batalla, que conocemos lo que es una bomba, un tiro, y que sabemos lo que es causar víctimas que pesan en la conciencia. Nosotros conocemos esa responsabilidad. Y eso no podía seguir así. La realidad es que la guerra se había estancado: ellos no avanzaban y nosotros tampoco. Error político que debió solucionarse. En cambio, cuando funciona la política –porque la guerra es una forma de expresión política– se pudo llegar a un acuerdo. Bueno, pues aquí no hay ni vencedores ni vencidos. Nos sentamos y dirimimos nuestras diferencias civilizadamente, como debe ser y como siempre quisimos, pero antes eso no se podía.

–¿Cómo se vivió aquí en el monte el triunfo del ‘No a los acuerdos’ durante el plebiscito del 2 de octubre del año pasado?

–La victoria del ‘No’ fue un balde de agua fría, pero no solo para nosotros, sino para todos: para quienes estábamos aquí en la montaña, para el Gobierno y también para quienes ganaron. Porque hasta quienes ganaron se asustaron y no sabían qué hacer. Y el Gobierno tampoco sabía qué hacer. Porque quien quiso el plebiscito fue el presidente Juan Manuel Santos, nosotros no queríamos esa forma de refrendación. Pero hubo una dirección muy correcta de parte nuestro líder, Timoleón Jiménez (‘Timochenco’) cuando dijo: “aquí hay que apostarle a la paz”. Eso fue algo que nos revitalizó. Y, al otro día, al ver la espontaneidad del pueblo en esa marcha masiva a favor de la implementación de los acuerdos, ahí vimos que el proceso de paz ya no tenía reversa.

–La región observa con atención lo que ocurra con el proceso de paz en Colombia y entre ellos están los partidos y movimientos de izquierda latinoamericanos quienes no están pasando por el mejor de los momentos. ¿Qué se les puede decir a esas fuerzas que, por lo general, veían a las FARC como una guerrilla inflexible, una de las últimas que seguía embarcada en la lucha armada?

–En el actual contexto del proceso de paz que estamos desarrollando el mejor ejemplo que podemos dar es el de la perseverancia. Hemos sido constantes. Y en este momento en que la izquierda, no solo en América Latina, sino en todo el mundo, necesita un reoxigenamiento, esto que estamos haciendo puede ser un ejemplo para esos procesos. Los valores y los principios no se negocian, pero tenemos que abrir los espacios para ir al debate.

¿Cómo ve a las FARC dentro del juego político-parlamentario?

–El guerrillero es un personaje político y social, y tenemos que estar preparados para el cambio. Pero más allá de eso nuestra ambición es que el pueblo colombiano tome y asuma la responsabilidad de apoyar este proceso. No fue una revolución lo que conseguimos en La Habana, pero sentamos las bases sólidas para que entre todos hagamos los cambios necesarios.

¿Cuántos años hace que usted está en las FARC?

–Unos treinta años para arribita.

¿Y continuará militando cuando las FARC se conviertan en movimiento político?

–Claro, si yo vengo de un movimiento político. Yo nací en la UP (Unión Patriótica) y vi toda la expresión de guerra que se desarrolló en contra de ella. Tuve el privilegio de vivir esa experiencia, y hoy vuelvo al escenario del que provine. Llegamos otra vez al lugar donde comenzamos.

(*) Periodista. Analista internacional.

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