OEA pretende empujar a América Latina a los bordes del abismo – Por Javier Tolcachier

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América Latina y el Caribe se encuentran a los bordes de un abismo. El abismo lleva por nombre guerra y armamentismo. El continuo ensañamiento del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) contra el gobierno bolivariano de Venezuela no es fortuito y obedece a un plan que puede arrojar a la región toda a un espiral de degradación social.

Es materia conocida la función histórica con la que ha cumplido esa organización desde su fundación en 1948, alineada desde entonces con los intereses geopolíticos de los Estados Unidos de América. Basta recordar el aval dado al golpe de Estado en Guatemala (1954), al golpe que derrocó a Salvador Allende (1973), al coup en Brasil contra Joao Goulart (1964), a la invasión de Panamá (1964), República Dominicana (1965) y Granada (1983) en la que fue asesinado el presidente socialista Maurice Bishop.

El ex presidente dominicano Leonel Fernández recordó en una conferencia en la OEA cómo en Punta del Este, Uruguay, en enero de 1962 se decidió excluir al gobierno de Cuba de su participación en el sistema interamericano.”  Determinándose que “la adherencia de cualquier miembro de la Organización de Estados Americanos al marxismo-leninismo es incompatible con el sistema interamericano y el alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista rompe la unidad y la solidaridad del hemisferio”.[1]

En la misma ocasión, Fernández puntualizó como la OEA fue utilizada para legitimar la invasión norteamericana de la República Dominicana en1965, simulando una acción de carácter multilateral, para lo cual se constituyó una “Fuerza Interamericana de Paz”.

En el golpe perpetrado por Augusto Pinochet en 1973, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, organismo de la OEA, según consta en su informe anual de 1974,  recibió múltiples y reiteradas denuncias sobre asesinatos, privación ilegal de la libertad, tortura, vejaciones, desapariciones, expulsiones forzosas y censura de la libertad de expresión. En ningún caso, la Organización de Estados Americanos solicitó la sanción o la expulsión de Chile del organismo, tal como había ocurrido antes con Cuba.

Tampoco se levantó la OEA en oposición a la guerra financiada por Reagan contra la  Revolución nicaragüense ni ante las matanzas llevadas a cabo por los ejércitos fascistas de Guatemala y El Salvador.

En 1989, los marines invadieron Panamá para apresar a Noriega. Luigi Einaudi, representante permanente de los EEUU ante la OEA, expresó dos días después del desembarco que “invocar el principio de intervención en este caso, pondría a la OEA del lado de los dictadores y tiranos de este mundo, en vías de extinción”.  Tampoco entonces la OEA se puso del lado invadido.

Y no podría asegurarse que las cosas hoy fueran distintas, si se observa quién es el principal financista de la organización. Según datos propios, el Fondo Regular,de un total de 83,48 Millones u$ (2016) es cubierto en casi un 60% por los Estados Unidos. Otro 30% corre a cargo de sus socios menores Canadá, Brasil y México, aportando los restantes 30 miembros un 10% del presupuesto total. [2] Y es sabido que el que paga el baile, pone la música.

En vista de estos antecedentes inequívocos, queda claro que el plan actual de ataque contra la República Bolivariana de Venezuela apunta, una vez más, a eliminar todo foco de soberanía política o postura anticapitalista y a aumentar la gobernanza ilegítima del pretendido imperio norteamericano sobre la región, en detrimento de toda posible relación sur-sur, de toda integración regional autónoma o de alianzas económicas y geopolíticas globales multilaterales, que pudieran socavar el unilateralismo.

Más allá del estricto interés geopolítico, en el marco de la necesidad estadounidense de no perder más terreno en la competencia económica con China y otras naciones emergentes, el diseño de la actual ofensiva pareciera además cuadrarse con los requerimientos del complejo militar industrial norteamericano y en particular con las necesidades de su industria armamentista, una de sus principales fortalezas productivas.

El negocio está difícil, la competencia aumenta

La caída de los precios del petróleo y la retracción económica mundial, si bien no hicieron disminuir el volumen total del gasto militar, lograron frenar su crecimiento. A pesar de los conflictos armados en el mundo, el gasto total militar aumentó “solamente” un 1% en 2015.

Las cifras del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) señalan que las ventas totales de las diez principales compañías armamentistas – 8 de ellas norteamericanas – cayeron entre 2010 y 2015 en un 22% (de 245 mil a 201 mil millones de dólares).

Los mismos EEUU, por lejos el mayor consumidor de armamento del mundo, con un presupuesto de unos 600 mil millones de dólares anuales, ha reducido entre 2011 y 2015 su gasto en un 16.5%. Algo similar ocurre con Europa Central, África y América Latina. Además han surgido fuertes competidores en el mercado: Rusia, China, Francia, Alemania, el Reino Unido y otros compiten también en esta liga del terror.

Todo lo cual sitúa a la industria armamentística norteamericana ante el reto de contrarrestar su relativo retroceso.

El Viejo “New Deal”

Luego del derrumbe bursátil de 1929, la economía norteamericana quedó pulverizada. La recuperación sería encomendada a Franklin Delano Roosevelt, el cual acudió a las fórmulas del keynesianismo para inyectar liquidez y trabajo a los alicaídos ciudadanos norteamericanos. Pero el gran negocio apareció con la II guerra mundial. La guerra significó para el Águila no sólo la posibilidad de producir para destruir a otros, sino también de producir para abastecer a las sociedades destruidas.[3]

El PBI estadounidense creció entre 1940 y 1945 de 101 a 173 mil millones gracias a la producción militar y a un abultado gasto federal, cuyas partidas para defensa llegaron a ser del 90% del presupuesto total en el último año de la guerra.[4]

Y este antecedente histórico es el que preside el horizonte estratégico de desarrollo económico en los EEUU: la maquinaria armamentista permite activar el mercado interno, destruir competidores e infraestructura y participar de la reconstrucción de lo destruido, haciéndose además de los recursos de los países doblegados. Eso ha sido así en todas las presidencias anteriores y mucho menos cambiará con Trump, cuyo gabinete está cargado de estrategas violentos, militares duros y hombres de las finanzas y de las corporaciones.

A escasos días de iniciado su período presidencial Trump anunció que pretende aumentar las expensas militares en US$ 54 mil millones, llevando el presupuesto de “Defensa” a un total de US$ 658,5 mil millones.

El peligro del armamentismo se cierne sobre América Latina y el Caribe

Aún si no se llegara a desatar una guerra total – más allá de la guerra mediática, económica y financiera con la que hoy se ataca a Venezuela – existe el peligro cierto de que la retórica y las acciones diplomáticas conduzcan a una escalada armamentista en la región.

Una invasión unilateral norteamericana parece improbable. Sin embargo, cualquier escaramuza podría ser el chispazo en el polvorín, suscitando una clara y justificada reacción gubernamental, la cual sería seguida por una inmediata reacción mediático-diplomática condenatoria y la amenaza de constituir fuerzas de ocupación multinacionales “apoyadas” por países satélites, favorables a la conspiración internacional de derecha, como Argentina, Paraguay, Perú y otros.

Colateralmente, el nuevo clima político (y operadores a cargo) azuzan a los distintos gobiernos de derecha de la región a prepararse para eventuales escenarios de confrontación. O fomentan, con distintas modalidades y argumentos, la opción armamentista recreando conflictos fronterizos preexistentes y las necesidades crecientes de seguridad interior, ya sea contra la delincuencia organizada o en represión de levantamientos sociales producidos por sus mismas políticas.

En la reciente reunión del presidente peruano Kuczinski con Trump en Washington, el anfitrión insistió en confirmar la compra de vehículos fabricados por General Dynamics para el ejército del Perú con un costo estimado de 668 millones de dólares. O la venta de sistemas de misiles, aprobada ya en 2016 por el Departamento de Estado al gobierno chileno y valuada en 140 millones de la misma moneda. [5]

En la misma línea, el sitio web El destape, dio a conocer en una nota fechada el 26/3 la lista de armamento que Argentina solicitó a Estados Unidos a mediados del año pasado. El paquete incluye aviones caza, tanques de guerra, misiles de mediano y largo alcance y helicópteros similares a los utilizados en la Guerra de las Islas Malvinas, por un total de más de dos mil millones de dólares.[6]

A todo esto se suma la tendencia militarista de Brasil, en donde el 4 de Abril comenzará la feria de armamento Laad, que según información propia contará con más de 600 marcas expositoras y la asistencia de 195 delegaciones oficiales.

Todas estas señales indican que los Estados de América Latina y el Caribe, verán crecer una vez más los presupuestos militares. Como contraste, en los últimos seis años, la región había logrado reducirlos en un 3%, representando en la actualidad un 1.28% de su PBI total.

El desquicio social al que conduce el armamentismo es harto conocido. La reasignación presupuestaria, el nuevo endeudamiento y el posterior servicio de deuda implican ineludibles dificultades para atender las necesidades básicas de las poblaciones, en especial, de los sectores más vulnerables. Y hacen aún más remota la posibilidad de revertir la galopante desigualdad. Una vez más, salud, educación, vivienda y cultura quedan postergadas por las apetencias del capital y la connivencia o debilidad de gobiernos de derecha.

Ése el final de la tragedia que comienza si prospera la mentira de Almagro en la OEA, impulsada por EEUU y secundada por gobernantes cómplices, que sin duda, como malos parroquianos, se irán sin pagar la cuenta.

(*) Investigador argentino en el Centro Mundial de Estudios Humanistas y miembro de su coordinación mundial. Periodista y conductor radial de la agencia de paz y no violencia Pressenza.


Notas

[1] Conferencia del Dr. Leonel Fernández, ex presidente de la República Domicana en la sede de la OEA, Washington, 13/11/2014, rescatado de http://eldia.com.do/texto-integro-conferencia-de-leonel-fernandez-ante-la-oea/

[2] http://www.oas.org/saf/DFAMS/2016/12/RF_TABLE_QUOT_20161231_ENSP.pdf

[3] Extracto de “La Caída del Dragón y del Águila”, J. Tolcachier, Virtual Ediciones, Santiago de Chile, 2011.

[4] The American Economy during World War II. Tassava, Christopher.

[5] http://www.upi.com/Defense-News/2016/08/04/State-Dept-approves-300-million-aircraft-sale-to-Argentina/1131470317404/?st_rec=7471478769697

[6] http://www.eldestapeweb.com/exclusivo-la-escalofriante-lista-armamento-que-argentina-le-pidio-estados-unidos-n27058

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