México: el feminicidio que indigna a estudiantes y trabajadoras de la UNAM

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Claves del caso “Lesvy”, el feminicidio que indigna a estudiantes y trabajadoras de la UNAM

1. El cuerpo de Lesvy, una joven trabajadora que vivía cerca de Ciudad Universitaria de la UNAM, fue encontrado a las 5.30 de la mañana del 3 de mayo, en las proximidades del Instituto de Ingeniería. Doce horas se tomó la rectoría de la UNAM, encabezada por Enrique Graue, para dar a conocer el hecho. Lesvy subsistía con un pequeño ingreso como paseadora de perros. Era una de las millones de jóvenes que no tuvieron la posibilidad de acceder a la educación superior y que tampoco pudo acceder a un trabajo con prestaciones como vacaciones, aguinaldo, seguro social.

2. La rectoría de la UNAM mantiene una campaña institucional contra la violencia de género, cuyo Protocolo cuestionamos diversos sectores universitarios por los límites que tiene para frenar la violencia como demuestra el asesinato de Lesvy y las más de mil denuncias archivadas en el Tribunal Universitario por acoso sexual y laboral. Graue, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), es indolente al asesinato de una mujer, pero actúa en forma expedita para criminalizar el consumo de drogas en la UNAM y hostigar o sancionar a los estudiantes organizados.

3. Graue asegura que «autonomía no es igual a impunidad»: busca aprovechar el caso de Lesvy para intentar quebrar la autonomía universitaria con el acceso de la policía al campus. Como sucedió en la huelga de la UNAM en 1999, cuando el entonces rector Ramón de la Fuente abrió paso para la entrada de la policía federal, que reprimió ferozmente la lucha estudiantil contra el pago de cuotas, considerado la antesala del intento de la privatización de la universidad más grande de Latinoamérica.

4. Consumo de drogas, alcoholismo, inestabilidad laboral, deserción escolar son algunas de las «explicaciones» que ofreció la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México a través de su cuenta oficial de Twitter para el caso de feminicidio de Lesvy. La respuesta se hizo sentir de inmediato: el repudio a las declaraciones oficiales se hizo viral con el hashtag #SiMeMatan. Miles de mujeres se preguntaron, indignadas, “Si me matan, ¿qué dirán de mí?

5. Lo primero que hizo la prensa fue filtrar que se había tratado de un suicidio. Luego dieron amplia cobertura a las acusaciones que se multiplicaron contra Lesvy. Una operación mediática para justificar el feminicidio y todas las formas en las que se expresa la violencia contra las mujeres, alineados con personajes como Marcelino Perelló, académico de la UNAM que en un programa de radio de la misma casa de estudios hace pocas semanas generó una ola de indignación por hacer apología de las violaciones contra las mujeres.

6. En México, hay alrededor de siete feminicidios por día. Son las mujeres de 20 a 39 años las más expuestas a la violencia, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). En el mismo informe del Inegi se consigna para las mujeres se utilizan «medios que producen mayor dolor y que prolongan su muerte». La implementación de la Alerta de Violencia de Género -una medida impulsada por el feminismo institucional- no sólo no frenó la violencia contra las mujeres, sino que fortalece la militarización, lo que lleva a profundizar este fenómeno reaccionario.

7. El 24 de abril de 2016 se llevó a cabo la primera gran manifestación contra las violencias machistas. El hartazgo de decenas de miles de mujeres llegó a las calles de las principales ciudades de México. Un hecho histórico en un país famoso por el fenómeno del feminicidio. Fue el inicio de #Ni Una Menos y de #Vivas nos queremos.

8. El antecedente de #Ni Una Menos se dio en la frontera norte. En 2015, las obreras de varias maquiladoras de Ciudad Juárez protagonizaron, junto a sus compañeros, distintas luchas contra el acoso sexual, por el derecho a la sindicalización y por aumento de salarios. Así, de ser víctimas de feminicidios, como sucedió desde la década de 1990, por varios meses pasaron al frente en la lucha por los derechos de las mujeres y de la clase trabajadora.

9. Estudiantes, trabajadoras y académicas, junto a nuestros compañeros, marchamos este viernes 5 de abril por #Ni una Menos y contra las violencias machistas en México, legitimadas por el Estado y sus instituciones. Desde la Agrupación de Mujeres Pan y Rosas propusimos la formación de una comisión investigadora independiente de las autoridades para esclarecer el crimen de Lesvy y conformar comités para discutir medidas que enfrenten este sistema que crea las bases materiales para la violencia contra las mujeres. Por Lesvy y por todas nosotras, que no estamos dispuestas a ser víctimas impotentes. Que tiemble la tierra como en este 8 de Marzo que pasó. ¡Porque si tocan a una, nos organizamos miles!

La Izquierda Diario


#SiMeMatan…

Mirada antropológica

Rodrigo Llanes Salazar (*)

Lesvy Berlín Osorio, una joven mexicana de 22 años, quería ser “ciudadana del mundo”. Lectora desde los cinco años, le interesaban las artes, la filosofía, las lenguas extranjeras —tenía conocimiento del inglés, francés, italiano, catalán y rumano—. Quería ser, como dijo su madre, ciudadana del mundo.

No pudo serlo por varias razones. Primero, porque fue asesinada en la madrugada del pasado 3 de mayo en Ciudad Universitaria (CU), el principal campus de la Universidad Nacional Autónoma de México. Que el cadáver de Lesvy hubiera sido encontrado en CU sorprendió e indignó mucho, pues parece que las mujeres no se encuentran seguras, libres de violencia en ningún lugar. Pero acaso provocó una indignación mayor las comunicaciones de la Procuraduría General de Justicia de Ciudad de México a través de su cuenta de Twitter. Para esta autoridad, Lesvy no era, ni quería ser, ciudadana del mundo. Aquí los tuits de la Procuraduría:

“#Informa PGJ El día de los hechos, la pareja (refiriéndose a Lesvy y su pareja) se reunió con varios amigos en CU, donde estuvieron alcoholizándose y drogándose”. “#InformaPGJ El novio, con quien la víctima vivía, informó que él trabaja en el área de intendencia de la Preparatoria 6”. “#InformaPGJ Su madre y novio aseguraron que ella ya no estudiaba desde 2014, y dejó sus clases en CCH Sur, donde debía materias”.

¿Acaso el hecho de que Lesvy y su pareja se “alcoholizaran y drogaran” (si fuera el caso) o que ella hubiera dejado de estudiar en 2014 y debiera materias son detalles relevantes para la investigación del homicidio?, ¿por qué publicar esos datos y no otros?, ¿por qué para las autoridades resultó importante comunicar que Lesvy había dejado de estudiar y no que en 2010 entró a la Preparatoria Número 2 “Erasmo Castellanos Quinto” y que formó parte de la Estudiantina Femenil de la UNAM?, ¿por qué informar que debía materias y no que cantaba, tocaba la mandolina y que era considerada la “mejor amiga”, la “hermana” que apoyaba y aconsejaba a sus amigas?

La información sobre Lesvy proporcionada por la Procuraduría de Ciudad de México a través de Twitter no sólo es “absolutamente reprochable y equivocada”, como la calificó el jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera. Estos tuits no sólo son “informaciones desafortunadas” —como también dijo Mancera—, sino que, además de violar el derecho de acceso a la justicia de la víctima, son parte de una violencia simbólica o cultural contra las mujeres que reproduce las condiciones que hacen posibles las otras violencias que sufren.

Lamentablemente, los ejemplos de lo anterior son ya de sobra conocidos. Violencia que forma parte de la cultura: creer, sentir o pensar que porque una mujer se viste de tal forma o hace tal cosa, un hombre tiene derecho sobre ella. Violencia cultural o simbólica que se institucionaliza: como cuando las autoridades dicen que si a la mujer la violentaron es porque seguro algo hizo o no hizo. Pues es más cómodo encontrar las explicaciones de la violencia contra las mujeres en las acciones de éstas, en sus oficios, en la forma como se visten o se peinan, en la forma en que se relacionan con otras personas, que en los valores y normas de la sociedad, en la desigualdad socioceconómica y en la cultura machista, en la complicidad de las instituciones y la impunidad. Y es más fácil ser impune cuando no hay empatía por las víctimas, ya sean las de la guerra del narcotráfico, pues seguro “se lo buscaron”, o las mujeres que se alcoholizan, drogan y no terminan la escuela.

Como muchos de los feminicidios, el de Lesvy fue motivo de protesta. Pero acaso por lo infame de las declaraciones de la Procuraduría de Ciudad de México, las manifestaciones por el asesinato de Lesvy se concentraron en la violencia simbólica e institucional que revictimiza a las mujeres, que las vuelve culpables de ser víctimas. Esta manifestación se expresó bajo el hashtag “#SiMeMatan qué dirán de mí”. Y vale la pena decir dos o tres cosas al respecto.

El 4 de mayo, a través de su cuenta de Twitter, María José E. H. publicó “Compartamos lo que dirán de nosotras #SiMEMatan”. El hashtag se convirtió en trending topic en Ciudad de México. Entre los cientos de tuits encontramos “#SiMeMatan dirán que me lo busqué, qué hacía allí, mira sus tatuajes sus cicatrices, le gustaba la mala vida, no es nadie, solo una mujer”; “Y #SiMeMatan es porque nunca entendí que mi lugar es en la casa y calladita. Porque cuando no estuve de acuerdo con algo lo hice saber”. Podría citar muchos más, pero quiero destacar los siguientes.

“#SiMeMatan ojalá la policía (y los medios) se enfoquen en mi asesino y no en mi ropa, mis estudios, mi trabajo o con quién me acuesto”. “¿Saben qué es lo peor del HT #SiMeMatan? Detrás de cada tuit hay una mujer aterrada porque sabe que sí la pueden matar”. “#SiMeMatan no es sólo un #. La mayoría de nosotras en serio tenemos contemplado que eso nos puede pasar, es estadística, es cotidianidad”.

El hashtag “#SiMeMatan” no ha estado libre de polémicas. Por ejemplo, la investigadora Rossana Reguillo, que se ha especializado en el análisis de la violencia, escribió en Facebook: “Decir Si-me-matan y luego el rosario de las faltas o causales… no hace sino fortalecer, pienso, ese discurso facilista que es incapaz de ver que a Lesby [sic] la mataron porque en el [sic] universidad el sistema de vigilancia falla, porque donde debía haber guardias, había el vacío de estado que padecemos hace mucho tiempo… No creo que alardear de nuestras marcas insurrectas ayude a construir el YaBasta que nos urge”.

Y la escritora Michelle Solano escribió, también en Facebook, “No. No voy a escribir #SiMeMatan. No me van a convencer de que seré una víctima, no les voy a entregar mi cabeza ni siquiera con la imaginación. Ni la de mi hija, mis sobrinas, mis amigas”.

No menos interesante fue la provocación de Estefanía Vela, columnista de El Universal, también en Twitter: “La contraparte al #SiMeMata debería de ser #SiLaMato”, a la que algunos hombres respondieron “#SiLaMato Hablarán de lo que tomaba, cómo se vestía y con quién se juntaba. De mí no dirán nada, ni que hubiera sido mi culpa”.

Yo creo que el hashtag #SiMeMatan fue efectivo para enviar un mensaje a la sociedad sobre la violencia simbólica y los procesos de revictimización cometidos por las autoridades, los medios de comunicación y muchos otros sectores de la sociedad. Muy probablemente, como afirma Reguillo, a Lesvy no la mataron porque se “alcoholizara” y “drogara”, sino por todas las condiciones estructurales que ya se han mencionado. El hashtag no es una explicación de las causas, sino una crítica a las respuestas de las autoridades sobre la violencia, las cuales reproducen, legitiman e incluso justifican las condiciones estructurales de la violencia contra las mujeres. Por lo tanto, es necesario atacar ambos tipos de violencia, y el hashtag #SiMeMatan fue efectivo en visibilizar esta forma de violencia que culpa a las propias mujeres de ser víctimas de violencia.

La protesta no fue sólo en redes. Inmediatamente, estudiantes organizadas y “diferentes colectivas y colectivos” organizaron el viernes 5 de mayo la “Marcha interna contra la violencia de género en la UNAM”. En el mitin de la manifestación, Araceli Osorio, la madre de Lesvy, tomó la palabra, no sólo para pronunciarse contra la estigmatización de su hija, sino también para enviar un poderoso mensaje:

“Yo lo que sí quiero recalcar es que no es posible que se siga cometiendo este tipo de abusos por parte de las autoridades, donde las mujeres siempre tenemos la culpa de lo que nos pasa, de nuestra realidad. Pareciera que nos gusta sufrir porque así vivimos, vivimos con violencia porque somos tontas, vivimos en la pobreza porque somos flojas, vivimos la vida fácil porque decidimos o tenemos la necesidad de trabajar u ofrecer nuestro cuerpo, y entonces nos van creando un mundo donde las mujeres son lo peor, ni siendo niñas nos salvamos de eso”.

Y no sólo fue en Ciudad de México. En Mérida, integrantes de la comunidad universitaria de la UNAM en Yucatán repudiaron el feminicidio de Lesvy, así como “la actitud misógina” de la Procuraduría de Ciudad de México, a la cual le recordaron que “en este país, los responsables del feminicidio y los distintos tipos de violencia contra la mujer son la impunidad y la misoginia que parecen perpetuarse en esta sociedad”.— Mérida, Yucatán.

rodrigo.llanes.s@gmail.com

@RodLlanes

Investigador del Cephcis-UNAM

Yucatan

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