Ecosistemas únicos y gran diversidad biológica

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La región de América Latina y el Caribe alberga ecosistemas únicos y una gran diversidad biológica. Abarca una variedad de gradientes eco-climáticos que se están modificando aceleradamente debido, en parte, a las iniciativas de desarrollo basadas en la explotación de los recursos naturales renovables y no renovables. La producción agrícola, ganadera, y los cultivos bioenergéticos están en franco aumento debido, en gran parte, a la expansión de las fronteras agropecuarias y la deforestación.

El uso del suelo y el cambio en la cobertura vegetal son los principales motores del cambio ambiental regional que afecta los ecosistemas, la biodiversidad, y promueve la degradación física y química de los suelo. La pobreza y la desigualdad están disminuyendo a un ritmo lento, pero aún existe un elevado y persistente nivel de pobreza en la mayoría de los países, especialmente en Centroamérica y el Caribe, a pesar del crecimiento económico de la última década.

El desarrollo socioeconómico muestra un alto nivel de heterogeneidad y una distribución muy desigual del ingreso, situación que eleva la vulnerabilidad a las condiciones climáticas. En la mayor parte del territorio se observó un aumento significativo de la temperatura, y un retroceso importante de los glaciares (tropicales, y extra tropicales) asociado al calentamiento global. Las precipitaciones aumentaron en el sudeste de América del Sur (SESA) (sudeste de Brasil, centro este de Argentina, Uruguay, y Paraguay), partes de Bolivia, noroeste de Perú y Ecuador; y disminuyeron en el centro-sur de Chile, el noreste de Brasil (NEB), sur de Perú y parte de Centroamérica y México.

En Centroamérica se observó un retraso gradual en el comienzo de la estación lluviosa. En todo el territorio se observó un aumento notable en la ocurrencia e intensidad de eventos climáticos extremos, especialmente lluvias muy intensas que favorecieron las inundaciones y los deslizamientos de tierra, huracanes de gran intensidad, y extremos de temperaturas cálidas, que generaron pérdidas humanas y económicas de envergadura.

Para fines del siglo XXI se proyecta un aumento de temperatura cercano a los 2,5ºC en Centroamérica con reducciones del 10% de la lluvia y reducción de las precipitaciones del verano. El calentamiento en América del Sur llegaría a los 4ºC con reducción de las lluvias en la región tropical y aumentos (15-20%) en el SESA. También se espera que aumente la cantidad de noches y días cálidos y las lluvias intensas.

El impacto del cambio climático será considerable para los países de América Latina y el Caribe debido a su dependencia económica de la agricultura y los recursos naturales, la baja capacidad adaptativa de grandes segmentos de la población, y la ubicación geográfica de algunos países.

A pesar de las incertidumbres y la variabilidad espacial, se espera que en el SESA la productividad agropecuaria incremente levemente o se sostenga por lo menos hasta mediados de este siglo, en la región central de Chile y el centro oeste de Argentina se esperan reducciones de productividad que no afectarían la seguridad alimentaria; en el noreste de Brasil, parte de la Región Andina y Centroamérica el cambio climático afectaría el rendimiento de los cultivos, las economías locales y comprometería la seguridad alimentaria.

También se esperan desplazamientos en altitud y latitud de las zonas óptimas para el cultivo de especies relevantes como café, caña de azúcar, papa y maíz, entre otros. Además se espera un aumento en la presión de enfermedades y un probable incremento en el precio de los comodities que beneficiaría a algunos países pero perjudicaría a otros, especialmente a los sectores más pobres de las poblaciones.

En el futuro se espera un aumento de la vulnerabilidad actual en términos de abastecimiento de agua en las zonas semiáridas y los Andes tropicales. Este hecho se vería exacerbado por el retroceso de los glaciares, la reducción de la precipitación y el aumento en la evapotranspiración en las zonas semiáridas.

Este escenario afectaría sensiblemente la disponibilidad de agua para la producción de alimentos y demás usos. Ante este panorama resulta evidente que se necesitarán acciones planificadas de adaptación para enfrentar los cambios ambientales relacionados no solo con el cambio del clima y los eventos climáticos extremos, sino también con el cambio en el uso del suelo y las propiedades de los recursos naturales (suelo, agua, biodiversidad) para preservar a los sistemas humanos y naturales.

Es oportuno destacar que la región se enfrenta a importantes desafíos en términos de sostenibilidad ambiental y capacidad de adaptación al cambio climático debido a las características socio-económicas y agravadas por un déficit significativo en el desarrollo de infraestructura.

Bajemos la temperatura

El informe Bajemos la temperatura, del Banco Mundial, se basa en las conclusiones de una serie de investigaciones a nivel mundial llevadas a cabo por el Instituto de investigación sobre el impacto y análisis climático de Potsdam (PIK). Los desafíos que plantea el cambio climático al desarrollo son significativos: los costos económicos, sociales y políticos del cambio climático desenfrenado lo convierten en uno de los ámbitos de acción más importantes para los tomadores de decisiones de hoy.

Ser conscientes de estos desafíos es el ineludible primer paso para poder prepararse y llevar a cabo medidas políticas, ya sea bajo un catastrófico escenario de cuatro grados o el mundo de dos grados hacia el que ya nos estamos moviendo, señala Jorge Familiar, del BM. Pero un mundo de cuatro grados puede y debe evitarse, dado que las proyecciones para nuestra región bajo un escenario de cuatro grados son devastadoras:

Prácticamente el 90% de toda la superficie terrestre de la región estará sujeta a eventos calóricos que en la actualidad ocurren una vez cada 700 años; se estima que la cuenca del Amazonas y muchas áreas densamente pobladas experimentarán sequías extremas; los glaciares andinos habrán desaparecido para fines de este siglo. El deshielo glacial en un principio incrementará el riesgo de inundación, para luego terminar en una sequía que afectará a las comunidades que dependen de él.

Asimismo, los huracanes categoría 4 o 5 podrían ser más frecuentes y más poderosos. Esto, junto a un incremento de un metro en el nivel del mar, tendrá efectos devastadores, especialmente en el Caribe. Y, un mundo de cuatro grados significará que Río de Janeiro y Barranquilla tengan que lidiar con un aumento masivo de 1,4 metros en el nivel del mar.

Ya estamos viviendo en un mundo próximo a un grado por encima de lo que sería de no ser por la actividad humana, y camino a un incremento de dos grados. El informe revela que un aumento de 1,5 grados en la temperatura mundial es ya inevitable, y algunos de los efectos asociados a un calentamiento de dos grados ya se están sintiendo. Eventos como las gigantescas sequías amazónicas de 2005 y 2010, el aumento en la frecuencia de huracanes en el Atlántico, y la pérdida del 90% de los glaciares tropicales son evidencia clara de esto.

Incluso un mundo de dos grados sería altamente dañino para América Latina y el Caribe, amenazando décadas de logros en términos de desarrollo. El número de huracanes severos aumentará en un 40%, con el doble de energía respecto al promedio actual, los cambios ecológicos supondrían una amenaza para el 70% de la soja brasileña y el 45% del maíz mexicano; aumentaría el número de eventos anuales de blanqueamiento del coral, y el volumen de pesca del Caribe disminuiría de hasta 50%.

La realidad es que nuestra región ha conservado más bosques que cualquier otra ; es la más biodiversa del mundo; posee las reservas de agua dulce más grandes y alberga a la Amazonia, el mayor sumidero de carbono del mundo, e históricamente también ha tenido la matriz energética más limpia de cualquier región.

La responsabilidad es la de continuar evitando la deforestación, evitar la actual tendencia hacia energías más sucias, trabajar para reducir la contaminación aérea en las ciudades, y enfatizar las soluciones amigables con el clima, como en la agricultura, señala Familiar. El cambio climático, aun al nivel actual de casi un grado, requiere ya mismo de adaptación.  La región está haciendo bastante para prepararse para un mundo de dos grados, mientras evita uno de cuatro grados.

Necesidades de adaptación

Las necesidades de adaptación abarcan un rango amplio de opciones que contemplan las necesidades físicas y ambientales, sociales, institucionales, de información y capacitación de recursos humanos.

Es frecuente que al momento de planificar las intervenciones para disminuir la vulnerabilidad ante el cambio climático se piense en opciones específicamente dirigidas a reducir los impactos de eventos climáticos adversos como medidas tecnológicas (genotipos adaptados, tipos de labranza, conservación del agua, aumento en la eficiencia del uso de agua y fertilizantes, sistemas de riego más eficientes), de cambios de hábito (cambio en el calendario de siembra, uso de cultivos alternativos), de infraestructura (construcción de represas y defensas), y de transferencia del riesgo (seguros tradicionales, seguros indexados).

Pero, generalmente, se ignoran las medidas que aumentan la capacidad adaptativa y reducen la vulnerabilidad subyacente relacionada con factores socioeconómicos (acceso a los recursos, disponibilidad de información y conocimientos), e institucionales.

En los últimos años se han sugerido diversas opciones de adaptación basadas en ecosistemas (restauración ecológica de ecosistemas; manejo comunitario de los recursos naturales; conservación y establecimiento de áreas protegidas; forestación y reforestación, po ejemplo) que ofrecen una visión más holística de la problemática climática y permiten integrar opciones de adaptación y mitigación, crear y fortalecer la capacidad adaptativa de las comunidades, favorecer la resiliencia de los ecosistemas y promover un desarrollo sostenible.

Al momento de planificar la adaptación es importante analizar detalladamente las oportunidades, limitantes y límites, así como los beneficios adicionales que pueden brindar las medidas. Las oportunidades son los factores que facilitan la implementación de las opciones como la concientización ciudadana, la disponibilidad de herramientas de evaluación de riesgos, las capacidades humanas y financieras para llevar adelante las iniciativas, la buena gobernanza, y la capacidad de innovación. Cuanto mayor sea la disponibilidad de estos factores mayores serán las posibilidades de éxito de las opciones.

Pero también existen limitantes y límites que frenan o impiden las posibilidades de adaptación. Varias limitantes o barreras identificadas en la región se relacionan con la falta de información y conocimiento, e incluyen falta de información climática, falta de estudios de impactos y vulnerabilidad, falta de difusión adecuada de la información, falta de estudios integrados y multidisciplinarios, carencias en el conocimiento científico, y falta de investigación en capacidad adaptativa y conocimiento indígena-local.

También existen limitantes económicas y financieras, sociales y culturales, y de gobernanza e institucionales. En América Latina y el Caribe es frecuente que el acceso a los recursos, la tenencia de la tierra, la falta de poder de las instituciones a cargo del tema climático, la debilidad y rigidez institucional, la escasa coordinación e interacción entre y dentro de las instituciones públicas y privadas, la falta de liderazgo, el cambio constante de responsables, la competencia interinstitucional por los fondos disponibles, el desentendimiento entre los técnicos e instituciones que trabajan en temas relacionados con adaptación y mitigación y la falta de contacto con los encargados de las negociaciones internacionales, limiten la implementación de medidas de adaptación.

La desaparición de los glaciares en las regiones andinas, o la intensificación de las sequías en zonas con deficiencia de agua, pueden requerir acciones transformativas de adaptación que impliquen cambios en las costumbres o hábitos para enfrentar el problema. El cambio de cultivos o de las zonas de producción, así como el desplazamiento de comunidades son ejemplos de este tipo de acciones que, generalmente, tienden a ser resistidas en primera instancia.

Las evaluaciones multicriterio que consideran factores económicos, sociales y ambientales para ponderar el valor de una opción de adaptación resultan más completas y con menos posibilidades de cometer errores que conduzcan a un mala adaptación que las evaluaciones costo-beneficio que sólo tienen en cuenta las ventajas económicas de las opciones.

Protección ambiental

Los países de la región han avanzado en la incorporación de la protección ambiental en los procesos de toma de decisiones, en particular en términos de las instituciones ambientales y la legislación, pero todavía hay dificultades para incorporar eficazmente los temas ambientales en las políticas públicas pertinentes. Uno de los principales desafíos de la agenda climática en el sector agropecuario y forestal será lograr la articulación entre las políticas climáticas y las políticas de desarrollo, ordenamiento territorial y sectorial.

En varios países se observan contradicciones notables entre las políticas de regulación del uso del suelo y los incentivos para aumentar la productividad. El gran proceso de cambio que está atravesando la región requiere de políticas e intervenciones planificadas, coherentes, no contradictorias, y acorde a los objetivos de desarrollo.

Es importante lograr una visión holística de la problemática aprovechando las capacidades desarrolladas para otros objetivos (como la gestión del riesgo de desastre), conectando el tema climático con las acciones de desarrollo, y promoviendo un ordenamiento ambiental y planificado del uso del territorio. Es preciso que los gobiernos se informen adecuadamente, evalúen la conveniencia de las intervenciones, y decidan por si mismos (según el contexto específico de cada situación particular) evitando las presiones que generan resistencia, desconfianza y desaceleran las acciones.

Cinco de los diez países más ricos en biodiversidad

América Latina y el Caribe es una vasta región que abarca algo más de 2.000 millones de has (Mha), 46 países (territorios dependientes y departamentos de ultramar) y más de 610 millones de habitantes. La región presenta gran diversidad geográfica y biológica y comprende un gradiente ecoclimático que va desde el desierto más seco del mundo (Atacama en Chile) hasta una de las regiones más húmedas del planeta (Choco en Colombia).

La región alberga ecosistemas únicos y una biodiversidad privilegiada, contando con cinco de los diez países más ricos en términos de biodiversidad, (Brasil, Colombia, Ecuador, México y Perú albergan entre el 60 y el 70% de todas las formas de vida del planeta) y con la mayor extensión de selva tropical no fragmentada en la cuenca del río Amazonas. La región recibe cerca del 30% de la precipitación mundial y posee una tercera parte de los recursos hídricos renovables del mundo, contando con vastas cuencas como la del río Amazonas y el río de La Plata.

Sin embargo, la distribución espacial y temporal de la precipitación es muy heterogénea y parte de la población tiene serias dificultades para acceder al agua. La región también se caracteriza por su gran diversidad cultural y sus diferencias económicas.

La riqueza cultural es el producto de numerosas influencias, incluidas culturas precolombinas, cultura colonial europea, la inmigración europea de los siglos XIX y XX, la inmigración asiática (chinos, coreanos y japoneses) y la introducción de esclavos desde África. La población indígena constituye una porción relevante con más de 650 pueblos concentrados principalmente en México, Bolivia y Guatemala, además de Ecuador, Perú, Colombia, Brasil, Chile, Argentina y algunos países de Centroamérica y el Caribe.

En Bolivia la población indígena representa el 66% de los habitantes y en Guatemala el 40%. La población afrodescendiente también es muy importante, especialmente en Brasil que cuenta con la segunda mayor población afrodescendiente en el mundo.

El desarrollo socioeconómico de América Latina y el Caribe se ha caracterizado por bajas tasa de crecimiento, alta volatilidad, alto nivel de heterogeneidad estructural y una distribución muy desigual del ingreso, que a lo largo del tiempo ha generado elevados y persistentes niveles de pobreza (45% en Centroamérica y 30% en Sudamérica para el año 2010), especialmente en las zonas rurales. Sin embargo, desde principio del siglo XXI la tasa de pobreza bajó del 44% en 2002 a 28% en 2012, mientras que la indigencia pasó del 19 al 11% en el mismo período (CEPAL, 2013). Sin embargo, aún persiste una distribución muy desigual del ingreso: el 10% más rico de la población tiene un ingreso per cápita 17 veces mayor al del 40% más pobre.

La riqueza natural se modifica

En las últimas décadas, la riqueza natural de América Latina y el Caribe se está modificando aceleradamente debido en parte a las iniciativas de desarrollo basadas en la explotación de los recursos naturales. La producción agrícola, ganadera, y de cultivos bioenergéticos está aumentando vertiginosamente como consecuencia de la expansión de las actividades agropecuarias en las áreas forestales.

En el año 2005 la cubierta forestal de la región América Latina y el Caribe alcanzaba los 924 Mha (23% del área forestal mundial), con el 90% de áreas boscosas en América del Sur, el 9% en Centroamérica y México, y el 1% en el Caribe (FAO, 2006). Entre 2005 y 2010 el planeta perdió 5,58 Mha de bosques por año, de los cuales 3,94 Mha (70%) correspondieron a la región de América Latina y el Caribe, y 3,58 Mha a América del Sur (FAO, 2010).

En relación al clima, existe amplia evidencia de un aumento progresivo de la temperatura en casi todo el territorio, tendencias crecientes y decrecientes de las precipitaciones en varias regiones, acortamiento de la estación lluviosa, aumento en la frecuencia e intensidad de eventos hidrometeorológicos extremos, aumento en la frecuencia de huracanes severos, y aumento en el nivel medio del mar.

Como consecuencia de ello se observó un retroceso significativo de los glaciares tropicales, y extra tropicales, y un aumento en la ocurrencia de inundaciones, deslizamientos de tierra, y sequías intensas que han generado pérdidas humanas y económicas de gran envergadura. El uso del suelo, el cambio en la cobertura vegetal y el cambio del clima son los principales motores del cambio ambiental que actúan en forma sinérgica y afectan los sistemas humanos, los ecosistemas y los servicios ecosistémicos en América Latina y el Caribe.

La deforestación, asociada principalmente a la expansión de las actividades agropecuarias, ha exacerbado el proceso de degradación del suelo, la pérdida de biodiversidad y el aumento de la vulnerabilidad de las comunidades expuestas a inundaciones, deslizamientos de tierra y sequías, tornando a los sistemas más vulnerables al cambio climático. Esta condición, junto a los elevados niveles de pobreza y desigualdad torna indispensable la implementación urgente de medidas que moderen los riesgos climáticos en los sistemas humanos y naturales.

Concientización

En los últimos años, se ha notado una creciente toma de conciencia por parte de la sociedad y de las agencias gubernamentales sobre la amenaza que representa el cambio climático para los sistemas humanos y naturales de América Latina y el Caribe.

En la mayor parte de los países han proliferado las reuniones técnicas e informativas (a nivel local, nacional, regional o internacional) sobre la temática. En este momento se dispone de numerosas iniciativas pero aún hay escaso consenso sobre cómo desarrollar e implementar acciones efectivas de adaptación.

Esto puede deberse a varios factores como la complejidad de la temática, la característica local de la adaptación y su dependencia del contexto espacial y temporal, los conflictos entre los intereses económicos y ambientales, y las grandes incertidumbres asociadas al futuro.

Los estudios de vulnerabilidad han ido evolucionando con el paso del tiempo. Durante la década de 1990 y comienzos del 2000 la mayor parte de las evaluaciones (incluidas en las comunicaciones nacionales y otros estudios) se han focalizado en el estudio de los riesgos climáticos (falta o exceso de agua, temperaturas elevadas, olas de calor, etc) y sus impactos sobre los sectores y actividades potencialmente más vulnerables (agricultura, recursos hídricos, salud humana).

Los estudios han puesto especial énfasis en el desarrollo de escenarios climáticos regionales a partir de los modelos de circulación global para disponer de información con mejor resolución espacial que contemple las posibles variaciones entre localidades, especialmente en países y regiones con relieve diverso. Los resultados de estos estudios incluyen variación estimada de la productividad (cultivos/forrajes/ganado) según el/los escenario/s climáticos utilizados, posibles medidas de adaptación para reducir los riesgos climáticos y análisis económico basado en el análisis costo-beneficio para identificar las opciones de adaptación más convenientes.

Estos resultados poseen un elevado nivel de incertidumbre asociado a las proyecciones del clima, la bondad de las herramientas de evaluación de impactos, y la falta de consideración del potencial impacto de plagas, enfermedades y malezas sobre la producción. Con el tiempo aparecieron estudios enfocados en la comprensión de las causantes directas y subyacentes de la vulnerabilidad actual basados en la participación activa de los sectores afectados y el análisis de indicadores socioeconómicos.

Sin embargo, existe una carencia notable de estudios que relacionen las tendencias y variaciones observadas en el clima durante las últimas décadas, sus impactos sobre variables biológicas de relevancia (productividad, fenología, presión de plagas y enfermedades, calidad de alimentos) y las causantes de la vulnerabilidad y la baja capacidad adaptativa de vastos sectores de la población.

Desde mediados de la primera década del siglo XXI se produjo un acercamiento entre las comunidades científicas pertenecientes a la gestión de riesgos de desastre y la adaptación al cambio climático con el objetivo de buscar y entender los puntos de encuentro/desencuentro entre ambas comunidades.

*Nota elaborada sobre datos de la CEPAL, Banco Mundial y propios del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico

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