El Frente Amplio, más frente que amplio

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Patricio Fernández

Estaban llamados a ser los pulmones de un aire fresco, pero eligieron la cerrazón de los conventos. Hoy no es deseo y goce comunitarios lo que emana de esa generación que debía terminar con el enclaustramiento de la política de las últimas décadas, sino soberbia. Perdieron el sentido del humor. No se ríen de sí mismos. Creen saber demasiado más de lo que ignoran. ¡Ojalá vuelva a dudar! Y renazca esa fiesta bajo los paraguas, cuando en medio de la lluvia, nadie sobraba. Yo quisiera militar ahí.

Con el Movimiento Estudiantil del año 2011, la política chilena salió del enclaustramiento en que había permanecido durante las últimas dos décadas. Una generación nacida el mismo año en que terminó la dictadura irrumpía para exigirle nuevos bríos al esfuerzo democrático. Esas primeras marchas parecían carnavales. Reclamaban festejando. Un día marcharon cerca de 100.000 estudiantes con sus familias –porque ellas también iban- bailando y disfrazados con paraguas bajo la lluvia. Desde lejos se veía como un solo gran techo y había que acercarse para vivir la fiesta que avanzaba debajo. Creí percibir que una parte de la comunidad perdida salía a buscarse.

Al menos eso fue lo que pensé entonces. Hoy no estoy tan seguro. Lo que emanó de ahí no fue un proyecto colectivo. No, al menos, de la amplitud que prometía. Con el tiempo esas marchas se asfixiaron en las asambleas. Los discursos que encantaban por sobre todo a quienes los pronunciaban se adueñaron de la situación. Los sacerdotes tomaron el control de la algarabía. No nació un proyecto con penetración social, pero sí un movimiento político. Todo indica que, hasta aquí, no es la frescura de los primeros tiempos la que se impuso: el tono condenatorio acomplejó al entusiasmo, el credo a la curiosidad y la cita “bíblica” al extravío joven, que experimenta sin culpa ni cálculos. En lugar de salir a buscar respuestas nuevas para un mundo que ha cambiado tanto, el Frente Amplio se refugió en una épica inverosímil, donde la complacencia heroica fascina más que el conocimiento y la comprensión del otro.

No todos, porque nunca son todos (lo que al FA le cuesta entender), pero muchos decidieron que eran mejores que los demás, porque estaban más limpios y realzaron el valor de la pureza con esa candidez de los antiabortistas cuando se refieren a un feto. Volvieron a lo público, es cierto, más que toda la generación que los antecedió –la mía-, y lo hicieron deseando una sociedad mejor, sin mezquindad, pero con demasiada grandeza. Excomulgaron a Javiera Parada porque la pillaron manejando con unos tragos encima, lo que obliga a suponer que ellos nunca lo han hecho ni nunca lo harán. En uno de sus cónclaves, cuando debatían si Yerko Ljubetic era digno de representarlos en el parlamento, un cardenal pidió la palabra para establecer que quien había participado de la Concertación, antes de hacerlo debía pedir perdón.

Es decir, limpiarse del pecado de haberlos parido, porque a ratos pareciera que se creen ángeles y que este mundo, el de los vivos, sólo los contentara si es a su imagen y semejanza, o, mejor dicho, a la que tienen de ellos mismos. Remecieron el conformismo y trizaron los cimientos de la burocratizada Nueva Mayoría con sus cuestionamientos, pero creen que son los únicos verdaderamente de izquierda – los más viejos, apenas lo serían en la medida de lo posible- porque desean más, aunque no sepan qué. Algunos no parecen enamorados de un pueblo, que es lo propio de la izquierda, sino de sí mismos. Los embelesa más juzgar que entender y condenar más que dejarse seducir. Abundan los que desprecian el “mal menor”, porque se creen dueños del “bien mejor”, y ponerlo en duda es cosa de traidores.

Estaban llamados a ser los pulmones de un aire fresco, pero eligieron la cerrazón de los conventos. Hoy no es deseo y goce comunitarios lo que emana de esa generación que debía terminar con el enclaustramiento de la política de las últimas décadas, sino soberbia. Perdieron el sentido del humor. No se ríen de sí mismos. Creen saber demasiado más de lo que ignoran. ¡Ojalá vuelva a dudar! Y renazca esa fiesta bajo los paraguas, cuando en medio de la lluvia, nadie sobraba. Yo quisiera militar ahí.

The Clinic


El Frente Amplio y la Tercera Vía son adversarios

Noam Titelman

El origen del Frente Amplio chileno no se dio en el 2011, sino que estaría en la resistencia que se dio desde los movimientos sociales a la Tercera Vía. Para comprender ese origen, había que mirar el surgimiento de la Tercera Vía durante los 90, en el Reino Unido con Tony Blair, en el Nuevo Laborismo y su influencia en el gobierno de Ricardo Lagos e incluso hoy en Tabaré Vásquez.

Esa misma resistencia de las bases sociales también frenó los intentos de Tabaré Vásquez en el FA uruguayo de una “renovación” al estilo de la Tercera Vía. En la columna detallé cómo se podría entender esta resistencia a la Tercera Vía y apelé a dos principios: en primer lugar, que la Tercera Vía ha terminado significando la hegemonía del mercado en las esferas de nuestra vida en desmedro de la democracia; y en segundo lugar que el objetivo del socialismo hoy es reivindicar la democracia en oposición a las lógicas de mercado. La columna terminaba con un llamado a hacerse cargo del desafío que tiene el Frente Amplio de definir con claridad, más allá de principios generales, su alternativa a la Tercera Vía, parándose de igual a igual antes sus defensores.

Una columna en El Desconcierto presume que el relato descrito de algún modo significa un apoyo a las ideas de la Tercera Vía o que el Frente Amplio suscribe a esta corriente. Intentaré ser lo más explícito que puedo: la Tercera Vía -y el legado del Nuevo Laborismo de Blair- es uno de los principales adversarios del Frente Amplio. Es más, me parecería un sinsentido decir que las propuestas de esta coalición de alguna manera incorporan a la Tercera Vía. Son dos posiciones distintas en disputa. Por lo mismo, el más relevante desafío del Frente Amplio es construir una alternativa que pueda mostrar un camino distinto.

Habiendo despejado esa confusión, me gustaría ahondar en un aspecto de la crítica realizada por el autor. El principal argumento presentado por él para afirmar que la columna implica el apoyo a la Tercera Vía se daría por el hecho de haber citado a Tony Blair, presentar su postura y haber dicho que, para hablar del origen del Frente Amplio, habría que hablar de la Tercera Vía, puesto que su origen está en la resistencia a esta tendencia.

Más allá del detalle de este argumento, creo que es una oportunidad de plantear un aspecto que se refleja en la reacción descrita. En la izquierda hablamos mucho de la izquierda, pero rara vez lo hacemos de la derecha o el oponente. No tengo duda de que si se hiciera un recuento de todos los escritos publicados en los últimos 20 años desde la izquierda la enorme mayoría de ellos serían sobre sí misma. La excepción a esto se da en los mensajes que apelan al reiterado “optimismo pesimista”, esto es, solo hablar del adversario para decir que ahora sí -“esta vez sí que sí”- está al borde del colapso y la victoria de las fuerzas de izquierda es inminente e inevitable. El resultado de esto es que nuestra capacidad de responder al adversario se ve muy limitada. No le tengamos miedo a confrontar las posiciones del adversario en todos los espacios, incluyendo su cancha argumentativa.

Como muy bien plantea el autor de la columna del Desconcierto, el reciente resultado electoral de Jeremy Corbyn en el Reino Unido ha sido visto con esperanza por mucho que vemos en él un retroceso significativo del legado de Blair. En momentos en que parece que el ciclo de hegemonía de la Tercera Vía llega a su fin, más que “optimismo pesimista”, hay mucho que mirar de las experiencias exitosas y fallidas a lo largo de estas décadas en el intento de superar el Nuevo Laborismo. Es más, para nuestro caso en Chile, sería un error, si queremos desafiar el legado de la dictadura, no adentrarse hasta entender a cabalidad las posiciones de sus referentes como Jaime Guzmán o Milton Friedman. De hecho, debiésemos aspirar a entenderlos mejor que quienes los defienden, para rebatirlos con propiedad.

Si en algo me gustaría resumir esta idea es en que presentar la posición del adversario no es claudicar a rebatirlo o entregarle la razón. Todo lo contrario. Nuestros argumentos pueden y deben ser suficientemente sólidos para ganar en esa confrontación.

El Desconcierto


No+AFP: Por un sistema de pensiones de reparto solidario, tripartito y administrado por el Estado

Marco Kremerman – El Mostrador

Millones de personas se lanzaron a las calles en todo Chile para reclamar el fin a la gran estafa de los fondos privados de pensiones. Si  se mantiene el sistema de AFP, los datos y la realidad indican que, aunque se aumente la tasa de cotización o se suba la edad de jubilación, si es que existieran mejoras, estas podrían comenzar a verse en 30 o 35 años más, una promesa similar a la que se hizo en 1981 cuando se crearon las AFP. ¿Usted está dispuesto a creer nuevamente?

El objetivo central, señala la Coordinadora Nacional de Trabajadores NO + AFP, es que en Chile pueda existir un sistema de pensiones basado en los principios de la Seguridad Social, que cumpla un objetivo material y político de todo sentido común y que ni ayer, hoy ni mañana, el actual sistema de AFP pudo/puede/podrá cumplir: pagar pensiones que permitan llevar una vida digna en «nuestro» país, de acuerdo al costo de la vida que existe en Chile.

Las AFP y Compañías de Seguro, actualmente pagan 1.175.316 pensiones (de vejez por edad, vejez anticipada, invalidez y sobrevivencia), cuyo valor promedio es $211.699 (320 dólares), las cuales aumentan cerca de $15.000 con los subsidios del Estado (Aporte Previsional Solidario).

¿No le parece algo sensato que todos los ciudadanos de un territorio puedan llegar a fin de mes sin tener que endeudarse, y más aún nuestros adultos mayores que entregaron toda una vida de esfuerzo remunerado y no remunerado?

A quienes aún no están convencidos de asistir a la marcha, porque escucharon al experto que defiende a las AFP argumentar que no podemos pagar/asegurar buenas pensiones, ya que no tenemos el PIB per cápita de Dinamarca ni la carga impositiva de Suecia, los invitamos a compartir la siguiente reflexión con el experto: necesitamos que el sistema chileno les permita a sus jubilados vivir dignamente en territorio chileno, no en tierras escandinavas.

Porque resulta bien extraño aquel argumento que sostiene que nuestros queridos viejos y viejas no puedan tener una vida decente en Chile y tengan que andar mendigando para comprar sus remedios, porque aún no tenemos el PIB per cápita de un país rico.

“No quise decir eso –nos dirá el experto-, lo que realmente quise decir es que no se puede hacer magia si en promedio los chilenos cotizan 20 años en su vida laboral y reciben bajos salarios”. ¿Será que en el resto del mundo no existen lagunas previsionales ni trabajos precarios?

¿Pasará que las jubilaciones en Alemania (PIB per cápita de US$48.200) o en Francia (PIB per cápita de US$42.400) alcanzan solo para vivir de acuerdo a la realidad de Rumania (US$22.300)? ¿A los jubilados uruguayos (PIB per cápita de US$21.600) sus autoridades políticas les pedirán adaptarse al costo de vida de Paraguay (PIB per cápita de US$9.400), ya que la realidad uruguaya es para otro tipo de personas?

Si aún le quedan dudas sobre si vale la pena marchar por un futuro mejor para los jubilados de hoy (sus abuelos, sus padres o usted) o los de mañana (sus hijos, sus nietos o usted), a continuación se describen 10 razones que explican por qué es necesario ser parte de esta expresión colectiva y democrática.

1.- Porque si mantenemos este sistema, la situación de las malas pensiones, será aún peor en los próximos 10 o 15 años, incluso para quienes hayan cotizado gran parte de su vida laboral. De hecho, según los datos presentados en el Informe Final de la Comisión de Pensiones, convocada por la Presidenta Bachelet, la mitad de las personas que cotizó en promedio cerca de 30 años, podrá financiar una pensión menor al 22% de la remuneración que ganaba durante sus últimos 10 años de vida laboral, vale decir, si usted ganaba 500.000 pesos chilenos, sacará menos de 110.000 de pensión y subirá algunos pesos con el aporte del Estado.

2.- Porque si mantenemos el sistema de AFP, los datos y la realidad indican que, aunque se aumente la tasa de cotización o se suba la edad de jubilación, si es que existieran mejoras, estas podrían comenzar a verse en 30 o 35 años más, una promesa similar a la que se hizo en 1981 cuando se crearon las AFP. ¿Usted está dispuesto a creer nuevamente? Y el verbo, en este caso, está utilizado correctamente, si es que «existieran», ya que si a los jubilados de hoy les tocó recibir bajas pensiones con rentabilidades anuales reales promedio de 8,37%, los jubilados de 30 años más ni siquiera podrán recibir rentabilidades que se acerquen a la mitad de esta cifra, lo cual podría anular total o parcialmente el efecto positivo sobre las pensiones de cotizar 5 puntos porcentuales más o trabajar hasta que no nos den las fuerzas.

3.- Porque, a diferencia de la mayoría de los países del mundo, Chile no tiene un Sistema de Pensiones basado en los principios de la Seguridad Social y ni siquiera tiene un Sistema Mixto que incorpore el Reparto en su pilar contributivo. Nuestro sistema de pensiones es una combinación de ahorro privado obligatorio (AFP) con asistencia social para quienes pasan el test de la indignidad, demostrando que pertenecen al 60% más pobre (Pilar Solidario). Esto corresponde a una combinación de dos respuestas de sobrevivencia que se desplegaron en el siglo 19 cuando prácticamente no existían sindicatos ni leyes que protegieran a los trabajadores y, por tanto, no quedaba otra que echar mano a soluciones individuales y apelar a la misericordia de las leyes de pobres.

4.- Porque el sistema de AFP entrega malas pensiones a gran parte de los chilenos y castiga particularmente a las mujeres, ya que no las reconoce como ciudadanas titulares de derechos, sino como un individuo atomizado, cuya pensión depende de su capacidad de ahorro, reproduciendo y amplificando la discriminación que sufren en el mundo del trabajo remunerado y no remunerado.

5.- Porque las pensiones que paga el sistema no tienen relación con el tamaño de la economía chilena. Paga pensiones equivalentes a un país que tiene un PIB por persona de 10.000 dólares y Chile ya bordea los 25.000 dólares.

6.- Porque solo 6 AFP (3 de ellas de capitales estadounidenses) administran más de 185.000 millones de dólares, lo que equivale a 72,8% del PIB de Chile. Además, las Compañías de Seguro (muchas de ellas pertenecen a los mismos grupos empresariales que son dueños de AFP) que pagan pensiones vitalicias, administran e invierten cerca de 50.000 millones de dólares adicionales, lo que equivale a 20% del PIB, vale decir, en el mercado de las pensiones se transan montos equivalentes al 92,8% del PIB chileno. Esto representa un serio problema de democracia y soberanía económica, en la medida que nuestras vidas y nuestro futuro dependen del capital financiero, el cual concentra un gigantesco poder sobre las decisiones que involucran a nuestra matriz productiva.

7.- Porque el objetivo central del Sistema de AFP es dinamizar el sistema financiero y capitalizar a los grandes grupos económicos y no pagar buenas pensiones. Con ello, reproduce un modelo económico extractivista, rentista, oligopólico y poco sustentable a largo plazo, al invertir los fondos de los cotizantes en empresas pertenecientes a los grupos económicos que tienen sus negocios en sectores productivos que han generado crecimiento de la economía, pero no logran generar desarrollo. Esto genera perjuicios y barreras de entrada para todas aquellas unidades de producción que no cuentan con los recursos para llevar a adelante sus iniciativas, tales como las cooperativas, empresas familiares o algunas compañías de menor tamaño.

8.- Porque, ante el progresivo envejecimiento que se irá observando en la sociedad chilena, el sistema privado de AFP traspasa el riesgo y el problema a cada individuo (ahorre más, trabaje más, endéudese más), obstaculizando la configuración de una solución colectiva y de Estado en el marco de los principios de la Seguridad Social.

9.- Porque es un sistema que, a pesar de ser privado, cada vez dependerá más de los subsidios del Estado para convertir las exiguas pensiones en pensiones un poco menos exiguas. Por tanto, el sistema de AFP seguirá siendo excesivamente caro e ineficiente, ya que necesitará de mayor gasto público solo para llevar pensiones que están en el subterráneo del edificio (Piso -5) al Piso -4. ¿No sería más útil gastar ese dinero directamente en un Sistema Público Solidario?

10.- Porque es un sistema ilegítimo, rechazado por gran parte de la sociedad, la cual jamás pudo decidir u opinar cuando fue creado en dictadura. Por ello, las AFP están gastando muchos recursos en publicidad en TV, radio y prensa escrita para que confiemos en ellas. Es importante recordar que esos recursos provienen de las comisiones que pagan todos los meses los trabajadores y trabajadoras que cotizan.

La crisis profunda que Chile experimenta en sus pensiones, ocurre fundamentalmente porque nuestro país no tiene un Sistema de Pensiones robusto y basado en los principios de la Seguridad Social, cuya pensión promedio (de acuerdo a la «realidad chilena») debería ser, por lo menos, el doble de la que existe actualmente, vale decir, en torno a los 420.000 pesos y cuya pensión mínima no puede ser inferior a nuestro «mini» Salario Mínimo, que hoy solo llega a 264.000 pesos chilenos, unos 40 dólares.

Lo que Chile debe hacer con urgencia hoy, no en 30 ni 40 años más, es asegurar pensiones adecuadas para vivir «en Chile», sin que eso necesariamente signifique que el Estado tenga que aumentar, ni en el corto ni en el mediano plazo, considerablemente el gasto público. La propuesta presentada a fines del año pasado por la Coordinadora cumple con estos principios. Se trata de un Sistema de Reparto tripartito con un Fondo de Reserva, cuyos aportes y ahorros que se logren canalizar en el corto y mediano plazo permitirán pagar pensiones decentes hoy, en 20, 40 y 80 años más.

El Mostrador

 

 

 

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