Cuba: ¿Somos homo-tolerantes? – Por Aymara Massiel Matos Gil

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

A pesar de las campañas de concientización que se desarrollan, y la clara voluntad de entidades como el Centro Nacional de Educación Sexual para modificar la situación existente, gran parte de la población cubana muestra aún sus reservas ante la comunidad homosexual. Algunas personas desde posiciones más abiertas y otras con manifestaciones más conservadas cuestionan sobre la pertinencia de abordar este tema en la esfera pública, e incluso, hay quienes están en desacuerdo con la “publicidad” y la “exagerada importancia” que le dan los medios de comunicación a un tema tan “marginal”.

Considerando estos criterios deberíamos preguntarnos cuán tolerantes y respetuosos somos como sociedad ante las preferencias y derechos de nuestros semejantes. Este es un tema que ha causado polémica a partir de que las opiniones, tanto de seguidores como de detractores, son tan enraizadas que cuando se plantea un debate, más que escuchar y entender cada punto de vista, se trata de convencer al otro con nuestros argumentos, errados o no; entonces, en lugar de escuchar para comprender, lo hacemos para responder, y ciertamente de esta manera no llegamos a ningún lado.

A nadie le gusta que se le impongan criterios, claro está, pero es ahí donde debemos hacer uso de esa racionalidad de la que, como seres humanos, fuimos dotados, y que nos permite llevar a cabo una discusión con la mayor civilidad, puesto que de nada sirve atacar a quien no concuerda con nuestro punto de vista.

Jules Falquet expone en Breve reseña de algunas teorías lésbicas, que “la palabra homosexual se refiere a un conjunto de prácticas sexuales, amorosas, afectivas, entre dos o más personas del mismo sexo. Al ser “descubiertas”, éstas prácticas “privadas” conllevan diferentes grados de represión. Sin embargo, las personas involucradas las pueden dar a conocer públicamente en forma voluntaria, haciendo su “coming out” o “salida del clóset”, reivindicando orgullosamente una “identidad” estigmatizada. Llamarse a sí misma “gay” u “homosexual” tiene la ventaja de visibilizar una vivencia (sexual, pero también social y cotidiana) en parte diferente de aquella de quienes se apegan a la norma social de la heterosexualidad”.

Algunas de las razones que exponen las personas que discriminan estas preferencias, y que paradójicamente no aceptan ser llamadas homofóbicas, están basadas en mitos y estereotipos que envuelven a esta comunidad. Bien es cierto que a veces el desconocimiento genera rechazo, y es ahí donde la educación desempaña un rol fundamental, ya sea ejercida en el seno familiar, en las escuelas, o desde los propios medios de comunicación, siempre con mensajes bien intencionados, para que quienes aún no lo aceptan no se sientan “bombardeados”, sino que comiencen a comprender por qué es necesario ser educados en la diversidad.

El Glosario de Género y Desarrollo, de la Inter Press Service, define la homofobia como “el temor irracional y la intolerancia hacia personas que son homosexuales o hacia tendencias homosexuales propias. La homofobia lleva implícita la creencia de la superioridad de los heterosexuales y generalmente expresa actitudes discriminatorias e incluso violentas hacia los homosexuales”.

En su texto La Teoría Queer: la deconstrucción de las sexualidades periférica, los investigadores Carlos Fonseca Hernández y María Luisa Quintero Soto exponen que “el imaginario colectivo limita el estallido de la homosexualidad porque concibe la propia palabra como un fluido peligroso, una sustancia contagiosa; implícitamente comparada a partir de la metáfora del sida, y creerá que se “transmite” como si fuera una enfermedad. La afirmación “soy lesbiana” no es en cierta forma un acto, sino una manera de hablar ritual que conlleva el poder de ser lo que se dice, no una mera representación de la sexualidad, sino una acción y, por tanto, una ofensa, cuyo peligro radica en la posibilidad del contagio”.

“Los gays y las lesbianas no forman relaciones estables, no son buenos padres y no son capaces de darles a sus hijos e hijas lo que estos necesitan, y hasta pueden llegar a confundirlos. Los homosexuales son promiscuos, excéntricos y escandalosos; todas las lesbianas odian a los hombres; las relaciones sexuales entre homosexuales son violentas y pervertidas. Uno puede escoger ser homosexual o heterosexual. La homosexualidad va en contra de la naturaleza”. Son estos algunos de los tantos mitos que existen sobre estas personas y que, en la medida que se transmiten y se reafirman como válidos, generan más rechazo, incomprensión, e incluso miedo.

Hay quienes insisten en alertar que la desaparición de los tabúes hará que cada vez haya más homosexuales, y que por ello está en juego la preservación de la especie humana, puesto que peligra la existencia de la familia tradicional, esa que está formada por un papá, una mamá, e hijos e hijas fruto de esta unión. ¿Realmente vamos a limitar el asunto a un análisis desde el punto de vista biológico, y para ello, escudarnos en la ciencia, antiguas concepciones o en la teoría de la evolución? ¿Qué es lo que nos preocupa realmente?

Se ha demostrado mediante estudios que la homosexualidad no es una enfermedad contagiosa, y que mucho menos se decide adoptar una preferencia sexual porque estemos influenciados por otras personas, porque, de ser eso cierto, no tendría sentido que la mayor parte de las personas homosexuales que conocemos provengan de familias heterosexuales.

El ser homosexual no condiciona la durabilidad de una relación sentimental, ni la promiscuidad en las mismas, como tampoco influye en la capacidad de educar a niños y niñas. Si no que lo digan el aclamado músico Elton John y David Funish, una de las parejas gays más emblemáticas del mundo del espectáculo, quienes mantienen una relación estable de alrededor de 20 años, oficializada en la sociedad civil con una pequeña ceremonia en 2005 y que fue legalizada luego de que contrajeran matrimonio en el año 2014; Elijah y Zachary (de cuatro y seis años respectivamente), hijos adoptivos de la pareja, demuestran que las familias, lejos de desaparecer, como auguran algunos, solo se modifican. De la misma manera que existen familias con un padre y una madre, surgen también aquellas formadas por dos madres o dos padres, y mientras seamos capaces de educarnos y educar a nuestros hijos e hijas en esa diversidad, no creo que esto suponga afectaciones para sus integrantes.

Mucho se especula también sobre la apariencia externa de las personas homosexuales, y hay quienes aseguran que todos los gays y las lesbianas quisieran ser del sexo opuesto, es por eso que ellos son afeminados y ellas marimachas. ¿Es esto una característica que nos permita identificarlos? Por su puesto que no, las generalizaciones no deben ser aplicables a ningún aspecto de nuestra vida.

La filósofa estadounidense Judith Butler explica en Críticamente subversiva que la heterosexualidad maniobra mediante la estabilidad de las normas de género. Es por eso que la homofobia suele actuar a través de la atribución a los homosexuales de un género fallido y dañado. Lo hace designando “masculinas” a las lesbianas, “afeminados” a los hombres gay y “pervertidos” a los transexuales. El terror homofóbico a los actos homosexuales es, en realidad, un terror a perder el propio género y a no volver a ser una “mujer de verdad” o un “hombre de verdad”. De ahí que sea fundamental señalar la forma en que la sexualidad se regula mediante el control y la humillación del género.

Precisamente, para romper con estos estigmas llegó la figura de Conchita Wurst. Quizás no sea muy conocida en Cuba porque geográficamente estamos muy distantes, sin embargo, constituye un ejemplo de lucha contra los estereotipos que rodean a la libertad sexual. Conchita Wurst es un personaje creado por el cantante austriaco Thomas Neuwirth, que se define como una mujer barbuda, lo que, según expone en su sitio Web (www.conchitawurst.com), representa una declaración de tolerancia y aceptación, puesto que no se trata de apariencias, sino del ser humano.

A pesar de la amplia polémica desatada, Conchita representó a Austria en el Festival de la canción de Eurovisión, y se proclamó campeona en el año 2014; y si bien en un inicio fue rechazada por muchos, su popularidad y reconocimiento ha llegado a tal punto que en octubre del 2014 visitó el Parlamento Europeo y se reunió con el entonces secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien elogió su compromiso contra la intolerancia y la discriminación y dijo que la forma en que se presenta es un “momento de educación sobre los derechos humanos”.

¿Que son contextos diferentes? Ciertamente, pero precisamente por ello podríamos ser más tolerantes y tener menos prejuicios. Hemos sido educados en el respeto, en la solidaridad, en la defensa de los derechos, en el acceso equitativo a las oportunidades, en el rechazo a la discriminación, en la convivencia pacífica…

Creo que hasta cierto punto es comprensible ese temor previo ante una situación que se nos presenta quizás como “novedosa”, sobre todo para nuestros mayores, que vivieron épocas diferentes, pero permitámonos conocer, entender, reflexionar, tanto de una parte como de la otra. Coincido en que hay comportamientos que para nada son aceptables, para todo hay tiempo, modo y lugar, no podemos obligar a los otros a ser partícipes de nuestras intimidades, y tampoco debemos perturbar la tranquilidad de otros con nuestras acciones, pero no es un problema que debe señalarse solo a homosexuales, porque sería ingenuo e ignorante creer que este tipo de actitudes está condicionado por una orientación sexual; si vamos a criticar y a señalar lo incorrecto, es justo que se nos incluya a todos.

Creo que, siendo optimistas, podemos coincidir con Barbara Smith, activista y escritora estadounidense, cuando en su texto Homofobia, ¿por qué hablar de ello? explicaba: “La homofobia bien puede ser la última opresión que quede, pero desaparecerá. Y desaparecerá más rápidamente si las personas que se oponen a cualquier forma de opresión trabajan en coalición para hacer que esto suceda”. Solo de nosotros depende.

(*) Periodista en Asamblea Nacional de Cuba.

Cubahora

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