El mito del mercado en la conciencia chilena – Por Paul Walder

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El proceso de deterioro de las instituciones, con las políticas en el fondo del pozo, ha llevado a establecer de forma lenta aunque persistente un nuevo relato crítico al pesado orden neoliberal, un nuevo discurso germinado desde la escena social como reacción a los efectos, por décadas, de un régimen unidimensional de mercado, que tiene como primeras y claras consecuencias la consolidación de nuevas organizaciones sociales con capacidad de convocatoria y movilización. En todas las áreas entregadas al mercado, que son también todas las lucrativas, hay una abierta reacción de la sociedad civil, ya sea desde las organizaciones o desde los territorios.

La emergencia de este discurso, que tiene sus bases de consenso en un rechazo al modelo neoliberal sus perniciosos efectos sobre los territorios, el medioambiente, las ciudades, el trabajo y las mismas estructuras sociales, se levanta de forma simultánea con la decadencia de la economía de mercado.

Porque es ya una evidencia el estancamiento del crecimiento económico tan deseado para el lucro y la expansión del gran capital, así como sus consecuencias cada día más claras en el terreno laboral.

No hay análisis ni proyección que augure nuevas eras doradas para la expansión económica en el corto plazo. Este fenómeno global y local no sólo rebaja el crecimiento y las tasas de ganancia del capital sino que tiene en pleno desarrollo nuevas estrategias de rentabilidad. Así como la externalización o tercerización laboral fueron técnicas para conseguir desde hace ya varias décadas la disminución de costos, hoy la ola viene por la robotización y la aplicación de sistemas de inteligencia artificial.

Bajo estos mecanismos la gran industria prevé reducir nuevamente sus costos laborales y elevar su tasa de ganancia. El verdadero costo, bien sabemos, lo sostendrán los trabajadores.

Las estadísticas de empleo de los últimos meses, que se han mantenido en torno a un seis por ciento, encierran una gran trampa. Por un lado se reducen los trabajos asalariados, los que han sido compensados por actividades de cuenta propia, pequeños emprendimientos o simplemente ventas ambulantes. Una fuerte precarización del empleo tenderá a aumentar, a medida que se apliquen las nuevas tecnologías de producción. El futuro para los trabajadores se ve muy incierto.

Las movilizaciones sociales y de trabajadores, que se han amplificado durante esta década, han encontrado un obstáculo para su expansión en la fuerte penetración de la cultura de mercado, un paradigma dominante y hundido por varias capas y generaciones desde finales de la dictadura. La lucha en la superestructura es una tarea dura que se enfrenta contra la hegemonía cultural promovida por todas las herramientas livianas del mercado, las que van desde la industria publicitaria, el marketing, los medios de comunicación afines y, en especial, por toda la institucionalidad política y económica, que ha hecho del mercado su mito y ritual. Una persistente campaña que se remonta a los orígenes de la dictadura ha conformado este bloque histórico gramsciano, que hoy constituye una sólida realidad cultural. Para las organizaciones sociales y sindicales es ésta la piedra de tope para las grandes transformaciones.

La sociedad chilena se ha construido sobre estas bases culturales. Tal vez es este factor, apoyado también en la desmemoria, el que retrasó por muchos años la reacción ciudadana ante los efectos del mercado desregulado.

Las organizaciones ciudadanas reconocen esta falencia, tal vez el mayor obstáculo para allanar el terreno de las movilizaciones sociales. El persistente relato neoliberal, absorbido por varias generaciones como parte de la naturaleza, como fe ciega en los mercados y en las falsas libertades individuales, sólo puede ser difuminado con la expansión de nuevas ideas. Desde hace unos años hay nuevos discursos en el aire que decantan, en conciencia y convicción ante el incierto futuro especialmente, en las más nuevas generaciones.

(*) Periodista, articulista y analista chileno, licenciado en la Universidad Autónoma de Barcelona.

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