México: Iguala, la misma desde la desaparición de los 43 – Por Margena de la O

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Margena de la O, periodista mexicana / Silla Rota

La ciudad de Iguala aún es presa de su pasado. Quedó como petrificada desde hace tres años. La diferencia de entonces, a ahora, la tiene bien medida Xitlali Miranda, quien destapaba fosas clandestinas en la ciudad: «antes los desaparecían, ahora los matan».

Con el ataque y la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa se descubrió cómo el gobierno municipal de entonces, a cargo del ahora preso José Luis Abarca, sostenía toda una organización delictiva. Esta operaba con todas las permisiones institucionales.

Para quienes desafiaran su poder, las consecuencias se medían a partir del crimen de los líderes de la Unidad Popular. El ataque a los normalistas desnudó a Iguala como el lugar de la desaparición y las fosas clandestinas.

Con esta atención nacional y mundial, parecía que sus habitantes se librarían de los fantasmas de la criminalidad, pero aún no ocurre: de enero a agosto han matado en Iguala a 70 personas, de acuerdo a la estadística del gobierno estatal. Las últimas cuatro víctimas, aún no contabilizadas, las asesinaron el martes pasado; para estas fechas, la cifra indicaría un par de decenas más.

A tres años de distancia de aquella noche, lo que más se palpa acá es que los habitantes le apuestan al olvido. «Ya nos acostumbramos, si no hay muertos no está bueno el periódico», dijo un trabajador del transporte público sobre los últimos crímenes. Estos síntomas los detectó también la defensora Miranda: «Para no trabajar las autoridades dicen: tiene vínculos con la delincuencia, y lo más grave es que lo diga la sociedad. Asunto resuelto: era un delincuente».

Los delincuentes vestidos de uniforme

Uno de los maestros sobrevivientes de la noche del 26 de septiembre de 2014, consideró que esa normalización es sinónimo de riesgo, sobre todo porque los puede devolver a los tiempos en que los delincuentes llevaban uniformes de policías.

«El hecho de que no hubiera Policía Municipal, porque la quitaron, nos dio más confianza. Hoy estamos preocupados porque ya regresó, y me parece que con las misma prácticas de prepotencia y abuso de autoridad», dijo.

La Policía Municipal de Iguala y las corporaciones pares de Cocula y Huitzuco figuran con el mismo nivel de responsabilidad en el ataque y desaparición de los normalistas, como miembros activos del grupo delictivo Guerreros Unidos, de acuerdo a la investigación que realizaron los miembros del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI). Los padres de los 43 todavía luchan porque la Procuraduría General de la República (PGR) incluya en la investigación a los elementos de Huitzuco.

Los policías municipales de Iguala reiniciaron actividades en septiembre del año pasado, con la estrategia federal para fortalecer las 50 ciudades más inseguras del país. Desde entonces unos 40 elementos, todos desde los tiempos del gobierno de Abarca Velázquez, vigilan la ciudad desarmados. «Sí, desarmados, gracias a Dios», dijo una habitante al responder sobre la seguridad que brinda la corporación.

Otras máscaras, la misma cara

La impresión que causó en Iguala el asesinato de cuatro muchachos en el cruce de las calles González Ortega y Manuel Doblado el martes pasado, sólo duró un rato. Que a cuatro jovencitos, de 15 a 20 años de edad, los asesinaran a balazos a mediodía, entre todo el flujo del mercado municipal, se borró tan pronto comenzaron los comentarios de que bebían alcohol y fumaban mariguana a la hora que los mataron.

Así salió la noticia en algunos periódicos locales. Algunos hasta citaron las probables causas: «(…) Vecinos del lugar aseguran que eran parte de una banda de asaltantes y roba motos». Ya lo había dicho la defensora Miranda: «ahora los matan, los dejan tirados en la calle, y para la sociedad son criminales».

Para cuando ocurrió el sismo de 7.1 grados con epicentro en Axochiapan, Morelos -que se sintió con fuerza en Igualala gente que observaba con cierto morbo las diligencias, se dispersó y no volvió.

Este caso aún no figura en las estadísticas oficiales de la criminalidad en Iguala, menos en las indagaciones oficiales. Como tampoco la persecución policial a una caravana de hombres armados sobre la calle Leandro Valle, en la colonia Centro de la ciudad, que algunos medios de comunicación publicaron como un hecho ocurrido la madrugada siguiente al crimen de los adolescentes.

En varios sentidos las cosas no han cambiado en Iguala, pero sus habitantes intenta en pensar que sí. René Ocampo, el director de Turismo en el municipio, y uno de los empresarios restauranteros más conocidos en la ciudad, así lo piensa: «Sí tienen temor de venir a Iguala. Salgo fuera y dicen de dónde vienes, les digo de Iguala y se quedan sorprendidos, creen que somos muy malos. Pero quienes vienen, se va con otra idea; ya puedes ir a comer en la noche y salir. Los casos que se llegan a dar de homicidios es por lo regular gente que anda en cosas sucias».

El mismo sitio

Sí. Todo comienza a ponerse en su sitio: en la colonia Juan Álvarez se sabe que ya volvieron las familias de Los Peques, un grupo delictivo considerado como una de las últimas escisiones de los Guerreros Unidos, el grupo criminal que dominaba Iguala hasta el caso de los normalistas, según los apuntes de la Fiscalía General del Estado (FGE) y la PGR

La gente lo sabe porque los hijos de los hermanos Benítez Palacios o Los Peques, volvieron a su anterior escuela, en la misma que estudiaron los padres, ubicada en la colonia considerada como su feudo.

El año pasado esta escisión se peleaba con un grupo que en julio de 2016 firmaba los crímenes que tundían la ciudad como La Gente Nueva. La pugna quedó explícita cuando en la puerta del lavado de Los Peques dejaron cuatro cadáveres con dedicatoria a los hermanos Benítez.

De esto ahora nadie quiere hablar, menos las autoridades. Para saber cómo se movieron los engranes de la delincuencia al mismo sitio se puede ver este caso: una mujer que compartiría su experiencia de cómo ayuda a otras familias a denunciar secuestros en Iguala, se enteró que una de las personas secuestradas por las que mediaría, fue asesinada.

Maniobras para sobrevivir:

1. Bajo perfil

Si nadie sabe de ellos, mejor. Así han vivido desde aquella noche: conteniéndose las ganas de gritar para cuidar la vida. Un grupo de maestros cetegistas que vivió con los normalistas el segundo ataque de policías y delincuentes en Álvarez y Periférico, trata de esquivar el peligro de vivir en Iguala desdibujándose. «En un principio estábamos metidos de lleno, pero nos fuimos dando cuenta lo que estaba atrás», comentó uno de ellos. Cuando dijo atrás del caso, se refería a la implicación de servidores públicos y a lo diícil que sería vivir en el mismo lugar, conviviendo con ellos. «Yo no me siento segura al verlos», agregó otra maestra sobre el regreso de los policías municipales.

El grupo de maestros trató de involucrarse en las búsquedas de los muchachos hace un año en Huitzuco, donde apuntó la investigación del GIEI, pero retrocedieron. «Le hablamos a unos compañeros para que nos apoyaran, pero dijeron no y ni se metan», comentó el maestro de al principio. Y han retrocedido las veces que sean necesarias.

«Te detiene el temor», agregó la maestra. Ni siquiera en las marchas participan como antes: acuden a todas, pero cuidan no figurar.

Para esta plática se tomaron todas las medidas posibles, desde no llamar por su nombre al hecho hasta buscar el lugar más recóndito, para no remover el pasado, aunque siga presente. «Es peligroso. Es terreno fangoso», dijo el mismo maestro.

2. Conocer la ruta de la defensa

Xitlali Miranda es una habitante de Iguala que en cuanto supo que la ciudad era un cementerio clandestino, ayudó a familiares con desaparecidos a seguir el procedimiento en las instituciones para que las autoridades cumplan con la responsabilidad de búsqueda. En las últimas semanas ha asesorado a cinco familias en los trámites. De no haber divido el grupo en el que estaba, está segura que llevaría varios casos más.

Hasta hace poco, hace casi un año, formaba parte de Los Otros Desaparecidos, la organización que en sus tiempos documentó más de 360 casos de desapariciones y localizó 135 cuerpos en fosas clandestinas de Iguala y otros puntos de la zona Norte; sólo por eso las autoridades identificaron a 21 personas desaparecidas.

Los miembros de esta organización, una de las más emblemáticas del país en la búsqueda de desparecidos, tomaron rumbos distintos, unos afianzados en que debían seguir tras fosas clandestinas y otros en que lo dejarían a las autoridades, las mismas que no hicieron nada antes de la exposición del caso Iguala. Después de explicar la ruptura, la defensora tiene un juicio: «El más afortunado de esta división fue el gobierno».

Aun con todas las diferencias que acarreó la ruptura, líderes como Xitlali Miranda, Mario y Mayra Vergara, continúan en la ruta de las búsquedas de los desparecidos. Miranda, por ejemplo, afianzada es que es importante levantar la voz, nunca se niega cuando una familia le pregunta qué hacer: «Lo primero que haces es darle asesoría y tranquilidad. Decirles qué pueden hacer. Cuando ellos van solos lo primero que pasa es que rebotan por todos lados, en la Fiscalía y así. Sabes que puedes conocer más el camino que ellos y vas».

La Silla Rota

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