TLC con Chile y con México – El País, Uruguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

¿Qué credibilidad puede tener el presidente Vázquez cuando viaja para propiciar TLC bilaterales, si cualquier embajada en Montevideo sabe que los acuerdos a los que se llegue de ninguna manera serán ratificados por el partido de gobierno?

Por estos días una importante delegación del poder ejecutivo viajará a México con el objetivo de dar una señal clara de apertura comercial bilateral. Infelizmente, el problema mayor no estará en aquel país de América del norte, sino en la ideología que prima en la casa Gral. Líber Seregni.

Hay una parte del Frente Amplio con peso en la bancada parlamentaria, conformada al menos por los sectores de Constanza Moreira, el Partido Comunista, parte del Partido Socialista y el Movimiento de Participación Popular, que no comulga con las iniciativas del presidente y su canciller en el sentido de abrir el país al comercio internacional a través de tratados de libre comercio (TLC). Desde su lugar, y sabiendo que cualquier acuerdo relevante en política exterior debe ser ratificado por el Parlamento, esa izquierda se parapeta en su posición e impide cualquier acuerdo.

Su argumento es políticamente importante porque hace pie nada menos que en el programa de gobierno del Frente Amplio para las elecciones de 2014. Allí se dejó en claro, por ejemplo, que «se reconoce el espacio comercial de la Alianza del Pacífico, al que Uruguay pertenece como miembro observador. La pertenencia plena a este mecanismo solo será posible en la medida que no confronte con nuestros objetivos de integración y negociación en el Mercosur». Es decir, se dejó en claro que el objetivo del Frente Amplio debía de ser la profundización del Mercosur.

Esa izquierda se opone a las aperturas mayores que puedan aportar nuevos TLC, ya sea con Chile o con México, ambos integrantes por cierto de la Alianza del Pacífico, porque cree que llevar adelante esa política confronta con la integración del Mercosur. No hay novedades aquí tampoco: esos sectores del Frente Amplio creen en la viabilidad de una patria grande como gran objetivo nacional hecha a partir de la conjunción de intereses comerciales y políticos que se fortalece primero con la unión sobre todo con Buenos Aires y Brasilia, y que recién luego podría ir avanzando con el resto de los países del continente.

En cualquier caso, desconfían de las aperturas tipo TLC que, creen, en realidad son instrumentos que dejan desprotegidas a las industrias nacionales y que son promovidos desde una perspectiva neoliberal propiciada desde Washington —tanto Santiago de Chile como México tienen TLC con Estados Unidos. El debate no es un tema menor ni accesorio. Refiere, por el contrario, al modelo de desarrollo económico, al lugar que debe ocupar Uruguay en el continente, a la perspectiva que se asocia al Mercosur y a la desconfianza sempiterna con respecto a las iniciativas de Estados Unidos y a sus aliados en la región.

Por supuesto, todo esto podrá parecer barata ideología cepalina de mediados del siglo XX. Pero esta izquierda tiene poder de veto dentro del Frente Amplio, y logró sobre todo que esta perspectiva de entendimiento de las relaciones internacionales figurara en el programa de gobierno con el que fue votado Vázquez en 2014.

El canciller Nin Novoa ha sido muy claro con respecto al TLC con Chile que no termina de aprobarse porque está bloqueado por el Frente Amplio en el Parlamento: recientemente afirmó que «sería una muy mala señal» que un acuerdo de este tipo, en el que se jugó todo el peso presidencial, no se concretara. El motivo es evidente: ¿qué credibilidad puede tener el presidente Vázquez cuando viaja, por ejemplo a México, para propiciar TLC bilaterales, si cualquier embajada en Montevideo sabe que los acuerdos a los cuales se llegue de ninguna manera serán ratificados por el partido de gobierno porque su ideología izquierdista se opone a ellos?

El presidente tiene una salida para este callejón ideologizado. Vázquez puede aceptar la mano tendida del Partido Nacional que comprometió sus votos en el Parlamento para aprobar este tipo de iniciativas y romper así el cerco que le llega de la casa Gral. Líber Seregni. Sabe ya que es el caso del TLC con Chile. Para el caso con México, podría ganar en credibilidad si asegura que puede contar allí también con el apoyo de la oposición. Para ello precisa llamar a un diálogo nacional que fije políticas de Estado de amplia aceptación, que promuevan y respalden estas iniciativas.

La decisión está en las manos del presidente Tabaré Vázquez.

Si realmente quiere tener éxito en su próxima gira por México, no le queda otro camino. Porque de otra forma, como ya ocurre con Chile, cualquiera sabrá que su intento comercial no tiene respaldo político mayoritario. ¿Primarán las malas señales del veto de la casa Gral. Líber Seregni?

El País

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