El Canciller chileno y su lectura a medias – Semanario La Época, Bolivia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

 

El canciller chileno, Heraldo Muñoz, acaba de afirmar, en una columna publicada por El País de Madrid la semana pasada, que “Bolivia confunde una aspiración con un derecho” al pretender que la Corte Internacional de La Haya obligue al Estado Chile, mediante un fallo, a dialogar con Bolivia para encontrarle una salida soberana a las costas del Pacífico.

La interpretación del canciller chileno es parcialmente cierta parcialmente. En eso no se equivoca. Si hay algo cualitativamente y radicalmente diferente en la posición del Estado Plurinacional es que el fundamento de la demanda ante La Haya se basa en la firme convicción de ejercer su derecho soberano sobre el Mar. Donde se equivoca la autoridad del vecino país, en una típica manifestación de subestimación de lo que hace el gobierno boliviano, es al creer que esa posición es una confusión y no un acierto.

Lo que pretender pasar por alto el razonamiento de Muñoz es que desde un principio el presidente Evo Morales, tanto en la fase del establecimiento de la Agenda de los 13 puntos, como antes y después de presentar la demanda ante la Corte Internacional, hizo que la elaboración y el desarrollo de su estrategia global en el tema girara alrededor del reconocimiento y ejercicio de ese derecho patrio, con lo que se dejaba atrás el criterio abstracto de la aspiración con la que gobiernos precedentes lo enfocaron.

Bolivia, por tanto, ha presentado como elementos materiales de su demanda una serie de documentos historiográficos y jurídicos en los que el estado vecino admite que hay un problema que resolver –el enclaustramiento marítimo boliviano- producto de una ocupación militar en la segunda parte del siglo XIX de extensos territorios ricos en recursos naturales.

A eso hay que añadir otro dato histórico de largo aliento y que adquiere una doble dimensión. Primero, los pueblos indígenas que habitaban esta parte de Sudamérica, del que el Tawantinsuyu es su configuración político-territorial más grande, tenían salida al Pacífico. Segundo, a pesar que la invasión española y luego la república representaron, cada cual a su modo, enajenaciones del territorio, ese derecho estuvo plenamente vigente hasta marzo de 1879.

Por tanto, a los pueblos que se les niega por la fuerza una salida al mar, se les está quitando un derecho que de manera general es el derecho a gozar de la integridad territorial en la que siempre vivieron. Eso atenta contra otros derechos como el de la vida.

Muñoz sabe, aunque por razones obvias no lo admita ni en sus declaraciones ni en sus escritos, que lo único que ha logrado Chile con el carácter de su respuesta ante La Haya es tirar la pelota para más adelante, pero sin resolver el tema de fondo, pues no habrá tiempo ni fuerza alguna que pueda negar indefinidamente el derecho boliviano de sentar soberanía sobre las costas del Pacífico.

La Época

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