Cuánta barbarie – Diario El Tiempo, Colombia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

En un momento en el que, paulatinamente, la ilusión de pasar la página del conflicto comienza a echar raíces entre los colombianos, cayó como un baldado de agua helada la noticia del violento ataque en la vereda La Esperanza, municipio de Buenos Aires (Cauca), de miembros de la columna ‘Míller Perdomo’, de las Farc, contra una patrulla de la brigada móvil n.° 17, con saldo fatal de 11 militares muertos y 16 heridos.

Un hecho en flagrante contravía de las posturas que en materia de derechos humanos han expresado los negociadores de las Farc en Cuba, y que duele por la pérdida de once vidas humanas de hombres que cumplían con su deber constitucional de salvaguardar la vida, honra y bienes de los colombianos. También indigna porque se trató de un ataque a mansalva, mientras los soldados descansaban, y con armas no convencionales. Y como si lo anterior no fuera suficiente, hay que lamentar que representa un serio revés en la ardua tarea realizada en los últimos tiempos, de construir confianza entre la sociedad frente al proceso de paz.

Es un preocupante retroceso, pues marca el final de la tregua unilateral de la guerrilla, situación ante la cual el Gobierno tuvo que, con toda la razón, replantear la decisión de dejar de recurrir a los bombardeos, el arma más temida por los subversivos. Y es que por más que desde el principio se haya acordado negociar sin suspender la confrontación, es cierto, así mismo, que los avances logrados habían permitido dar pasos certeros en la senda del desescalamiento del conflicto, lo que genera un círculo virtuoso de gestos concretos de paz, de esos que facilitan la confianza y el respaldo a los diálogos entre la opinión.

No basta con que las Farc digan que el ataque no se planeó desde La Habana, como lo hicieron ayer en un comunicado en el que no faltó el cinismo, que ha sido su sello. Deben dejar claro si su estrategia ahora es presionar al Gobierno en su afán de conseguir su anhelado cese bilateral. Conviene, además, despejar dudas sobre el grado de autonomía de sus hombres en el Cauca.

Ojalá no estemos en un punto en el que la guerrilla pretenda desatar los nudos gordianos de la mesa poniendo al Estado entre la espada y la pared por medio de acciones militares. Uno de ellos, el de la situación jurídica de sus miembros, actualmente sobre la mesa. Los comandantes de esta organización se equivocan si persisten en su aspiración de total impunidad. Y es que últimamente han expresado todo tipo de reparos ante las diferentes opciones que se han planteado, enmarcadas todas en la justicia transicional. Actitud que ha generado un marasmo inaceptable que sugiere la necesidad de ponerles un plazo final, largo o corto, pero plazo, a los diálogos. De lo contrario, vamos a estar condenados a una incertidumbre permanente.

Esperemos, pues, que esta organización demuestre algún grado de autocrítica y note lo absurdo y contraproducente que para su situación actual y el esfuerzo en el que se han embarcado resulta apostarle a la barbarie. Sobre todo porque, de persistir en ella, corren el riesgo de volver a un escenario en el que –no sobra recordarlo– la Fuerza Pública había conseguido una clara superioridad.

El Tiempo

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