Multitudes por la paz (y disputas políticas por su significado) – Agencia Colombia Informa

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El presidente neoliberal Juan Manuel Santos, los guerrilleros rebeldes de las fuerzas insurgentes, el alcalde progresista de Bogotá y los indígenas en lucha del Cauca: las más diversas expresiones sociales y políticas de Colombia coincidieron en impulsar una jornada masiva de la que sólo quedó por fuera la ultraderecha más rancia. Pasadas las movilizaciones se impone ajustar lecturas y evaluar el mensaje de la sociedad, el saldo político para cada quien y las perspectivas reales de una paz que, antes de concretarse, deberá saldar -entre otras contradicciones de fondo- la confrontación planteada entre el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno y la agenda de lucha del movimiento social.

El mensaje de la sociedad

La respuesta de la población fue masiva. La expectativa de que en Colombia se pueda construir una sociedad con justicia y sin violencia política es contundente y marca el principal punto de interés de la agenda nacional. Hoy fue la movilización, como hace menos de un año había sido la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que Juan Manuel Santos ganó sólo cuando logró identificarse como garante de ese anhelo de paz.

Aún con distintos énfasis en enfoques particulares, la bandera de la paz fue enarbolada por multitudes que se volcaron a las calles en imponentes movilizaciones en seis de las principales ciudades del país (Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga, Popayán y Neiva) y tuvo ecos en otra decena. [Ver nota relacionada: » Cientos de miles en todo el país por una paz con justicia social»]

La jornada de ayer mostró cambios notorios respecto a la primera movilización por las víctimas y la paz, y esos cambios evidencian una madurez del movimiento social. Esta vez las movilizaciones fueron notoriamente más masivas que las de años anteriores, y el sentir popular incorporó con naturalidad los reclamos sociales (que podrían sintetizarse en el rechazo al Plan Nacional de Desarrollo -PND-) a la consigna de paz entendida sólo como fin de la guerra.

El saldo político para cada quien

Los movimientos sociales y políticos que vienen jugando un rol protagónico en la protesta social en los últimos años fueron quienes más dinamizaron las movilizaciones en esta jornada.

Marcha Patriótica hizo grandes despliegues en Bogotá, Neiva y Bucaramanga; aprovechó la jornada para lanzar su nueva corriente juvenil, la Juventud Rebelde, y reforzó la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente.

El Congreso de los Pueblos aportó colorido y masividad a las movilizaciones en Cali, Medellín y Arauca, tras una consigna que no dejó de ser crítica en el marco de apoyo a la jornada: «Mesa social de diálogos, a la paz le faltan voces», rezaban las pancartas de este sector.

Desde el plano político el Polo Democrático Alternativo -PDA-, que está a dos semanas de las elecciones internas a su congreso partidario, a pesar de contar en su interior con disímiles enfoques sobre la paz finalmente se montó en la jornada y sus principales dirigentes se mostraron entre la multitud.

En Bogotá el alcalde Gustavo Petro apostó fuerte y las columnas de empleados públicos del gobierno distrital, favorecidos por la declaración de día cívico, colmaron las calles junto a los movimientos sociales para disfrutar de la conciertos y actividades culturales que organizó la Alcaldía.

El presidente de la República dio otro paso en su identificación con una idea de paz asociada a la concreción exitosa del diálogo con las insurgencias (más por los avances de La Habana que por los aún demorados diálogos con el Ejército de Liberación Nacional -ELN-), buscando con eso disimular la profundización de un modelo de desarrollo neoliberal y extractivista que en la actualidad se expresa a través del Plan Nacional de Desarrollo -PND- que lo pone en la vereda opuesta de los movimientos sociales y partidos progresistas o de izquierda.

Por último, las insurgencias no se privaron de fijar posición: «Queremos felicitar a todos quienes convocaron a la Gran Marcha por la Paz» -expresaron las FARC-. «No hay camino que presente mejores perspectivas que el de la Asamblea Nacional Constituyente», afirmaron, mientras que el ELN, a través de un video difundido el mismo 9 de abril en el que habla su máximo comandante Nicolás Rodríguez Bautista, insiste en «llamar a la sociedad entera a dinamizar los procesos de organización popular para garantizar la participación plena en el proceso de paz».

A simple vista podría decirse que, entre los actores sociales, políticos e incluso armados que impulsaron o apoyaron la jornada, todos ganan. Sin embargo en el mediano plazo las posibilidades de alcanzar una verdadera paz con justicia social se tornan menos lineales.

Perspectivas reales de una paz compleja

Durante toda la jornada los sectores populares movilizados compartieron protagonismo con figuras políticas, de una u otra estirpe. Los medios de comunicación hegemónicos realzan esos perfiles, ayudan a construir referentes individuales y, en ocasiones como éstas, aprovechan a esas figuras para dejar en segundo plano la participación del pueblo. Políticos, artistas o futbolistas: cualquier icono individual será preferible a poner en evidencia el protagonismo del pueblo.

Lo mismo sucede cuando se analizan las perspectivas reales de paz. La foto de algunos dirigentes de la guerrilla dándose la mano en La Habana con el presidente de la República o sus enviados, puede simbolizar un hecho notable y auspicioso. Pero eso no va a reemplazar al imprescindible protagonismo del pueblo para la construcción de una paz real, asentada en las comunidades y expresión de un genuino sentido de justicia.

Esas simplificaciones fracasan cuando el pueblo se expresa. Cuando entran en juego todas las voces -las de las Zonas de Reserva Campesina, las de los Foros Minero Energéticos, las de la Cumbre Agraria, las del movimiento estudiantil, por mencionar sólo algunas), ahí es cuando el discurso de paz del presidente Santos hace agua. El Plan Nacional de Desarrollo que presentó el ejecutivo al renovar la presidencia para un segundo mandato entra en colisión directa con los reclamos populares. El gobierno entonces dice -a las insurgencias, al movimiento popular y a la sociedad toda- que el modelo no está en discusión.

Si ese modelo neoliberal, injusto y desigual por naturaleza, fuente de las injusticias estructurales que ahijaron la Violencia en Colombia, no está en discusión, cómo podrá construirse una paz estable y duradera, con cambios reales y justicia social.

El gobierno no quiere tocar el modelo, pero gran parte de las sociedad que ayer se movilizó, sí. Eso expresaban las columnas y las pancartas: un anhelo que bien puede resumirse en la fórmula «paz con justicia social».

Al interior del gran conglomerado de intereses que se expresó en la convocatoria por la paz hay tensiones de fondo, antagónicas.

Sólo el protagonismo popular podrá saldar la disyuntiva.

Colombia Informa

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