Adolfo Pérez Esquivel, premio nobel de la paz y argentino: “La paz no se regala, se construye”

272

Por Marcelo Taborda

Nadie sale de su tierra si no es por algún motivo. Por guerras, conflictos, falta de ­recursos, por hambre”, dice Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980, poco antes de disertar en el Pabellón Argentina de la Universidad Nacional de Córdoba.

Un par de días después de reunirse en Roma con el Papa, horas antes de viajar a una Colombia en instancias cru­ciales de diálogo y en el marco de un encuentro organizado 
por la Unión de Colectividades de Inmigrantes de Córdoba, ­Pérez Esquivel dialogó días atrás con La Voz del Interior .

–La tan men­­­tada “aldea global” no era ni tan pacífica ni despojada de fronteras…

–Hoy el éxodo es enorme en el mundo. Ese éxodo tiene sus tragedias, como es el caso de los que huyen de África u otras regiones. Son las guerras, los conflictos internos o agentes externos los que los fuerzan, como el caso de las invasiones a Irak, a Afganistán, Siria o Libia. Lo que en un momento Occidente denominó la Primavera Árabe, para Medio Oriente terminó siendo un infierno árabe, en el cual la gente busca un lugar adónde huir y el más cer­cano es la isla de Lampedusa. Pero hay una tragedia porque muchos no llegan, mueren en el mar. Otros son expulsados, 
no son repatriados; son como 
la historia de El holandés errante , quedan flotando en 
la nada y ahí termina la vida 
de esta gente.

–¿Hay soluciones políticas para esto?

–No hay políticas claras sobre qué hacer con los refugiados. Son millones en el mundo y el Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) no encuentra una solución. Esto tiene mucho que ver con la crisis de los países centrales, que tenían un Estado de Bienestar que hoy están perdiendo y en donde hay una xenofobia muy grande contra los migrantes. Habrá que ver dónde puede radicarse esta gente o solucionar problemas en sus países.

–¿Cuánto contribuye en esta xenofobia el miedo generado por atentados como el de “Charlie Hebdo”?

–Desde la Psicología Social se ven conductas que se provocan y a esto se le llama “suspensión de las conciencias”; el grupo comienza a tener miedo o reacciones colectivas contra algo que siente como amenaza. Es difícil superar esto cuando existen medios de comunicación que lo incentivan. Basta ver lo que pasó en la Argentina, cuando a un joven lo patean hasta que lo matan y a los dos días comienza a pasar lo mismo en otro lado.

El papel de Francisco

–El Papa hizo diversas ges­tiones por la paz o el diálogo, ¿cree que tuvieron eco?

–Hay cosas positivas, como el acercamiento de Cuba con Estados Unidos, o los acuerdos de paz que están avanzando en Colombia.

–Frente a las iniciativas de paz hay una próspera industria armamentista…

–El eje central de este problema es el complejo industrial militar y las drogas. Siempre van juntas. Las guerras se FINANCIAN con las drogas. En la situación latinoamericana, sin embargo, hay instancias en las que se ha avanzado y que antes no existían. Es el caso de Unasur, la Celac, acuerdos regionales. Esto amplía un horizonte de luces propias en el continente. Hay que profundizar un cambio cultural.

–Hace poco, en Córdoba, José Mujica también priorizó el cambio cultural…

–Me alegra que “Pepe” lo plantee también porque coincidimos en muchas cosas. Hay que trabajar para que no nos sometan al pensamiento dominante. La gran riqueza de los pueblos no es la uniformidad, sino la diversidad.

–¿Qué tan lejos está el fin del conflicto colombiano?

–En toda resolución de conflictos nadie obtiene el 100 por ciento. Para poder avanzar hay que ceder en algunas posiciones. Tengo confianza porque al caso colombiano lo sigo hace 40 años. En este momento el desafío en América latina es tratar de generar espacios que permitan consolidar los procesos democráticos. Hay un conflicto que esperamos se pueda superar que es Venezuela, con fuerte injerencia de Estados Unidos, y hay un golpe de Estado del que nadie ya habla que fue el de Honduras. También hubo intentos de golpe que se logró frenar, como en Ecuador, y hubo un golpe en Paraguay. Además hubo hechos recientes relevantes, como la beatificación de monseñor (Arnulfo) Romero en El Salvador, un paso muy importante en la Iglesia latinoamericana. Después de estar con Francisco, en mayo, fui a las Catacumbas de Domitilia y me asombró encontrar en la basílica un gran póster de monseñor (Enrique) Angelelli. Mi emoción fue grande al ver allí la imagen de este mártir.

Conflictos actuales

–Mencionó a Venezuela, ¿cómo ve la situación de los opositores presos y los reclamos al gobierno?

–Tras la muerte de Chávez, asumió (Nicolás) Maduro y le hicieron la vida imposible hasta el día de hoy. Hay un desabastecimiento que no es propio de Venezuela sino provocado para desestabilizar al gobierno. Una cosa es la oposición política, que debe respetarse y resguardar, y otra los intentos de golpes de Estado y Venezuela tuvo muchos de esos intentos.

–¿Cómo se construye la paz cuando quienes la intentan quedan a merced de fanáticos, como le ocurrió a Yitzhak Rabin en Israel?

–Israel y Palestina tienen que llegar a acuerdos para dos estados independientes. Mientras no se logre esto, es muy difícil la paz en Medio Oriente. Es importante entender primero que la paz no es ausencia de conflicto y no se regala, se construye. La paz llega cuando se logra ese equilibrio. En la guerra, el vencedor no consigue la paz sino el sometimiento del vencido. Un problema es que en el mundo hoy hay mucha gente excluida. Para el sistema de dominación, sobran dos terceras partes de la humanidad.

–¿Esto propicia fanatismos que captan a esos excluidos como el Estado Islámico?

–Claro. Estuve en Irak después de los bombardeos de Estados Unidos y Gran Bretaña sobre Bagdad. Mataron a 600 niños con sus padres. Esa gente, ¿en quién va a creer? Los han masacrado y saqueado quienes se arrogaban defender la democracia. Hay fenómenos en los cuales uno se queda con los efectos, pero hay que ir a sus causas. En la guerra no hay buenos y malos; se cometen todas las atrocidades, de un lado y del otro. Hay que repensar las sociedades y tratar de construir una paz valedera, real, y no simplemente la ausencia del conflicto.

La Voz

Más notas sobre el tema