Argentina: Ni Una Menos ¿Un reclamo populista? – Por Laura X. Iturbide (Especial para Nodal)

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El feminismo, difamado durante el siglo XX de promover violencia semejante al machismo y de reducirse a debates en mujeres de sectores socioeconómicos privilegiados, parece irrumpir en el nuevo siglo con un fuerte componente populista en el centro de la política latinoamericana.

Observando la marcha Ni Una Menos(1) del 3 de junio en Argentina, -con réplicas en Uruguay, Chile y México-, nos preguntamos si se presentan características populistas en el feminismo latinoamericano de los últimos años, entendiendo populismo en términos de Ernesto Laclau(2).

El populismo es utilizado para describir peyorativamente a procesos políticos acusados de inmadurez ideológica- política, de avasallamiento de sistemas políticos republicanos, o demagogias y autoritarismos en gobiernos actuales suramericanos. Pero al estudiarlo populismo es una mecánica de funcionamiento político que emerge ante demandas no resueltas, demandas que distintas y heterogéneas, se vinculan en un lazo que las mantiene unidas. “El Populismo supone la puesta en cuestión de un orden institucional por medio de la construcción de un desvalido como agente histórico –es decir un agente que es otro en relación con la forma en que las cosas son-”. (Laclau, 2005:44)

Latinoamérica en las últimas dos décadas es escenario de transformaciones que dejan atrás viejas interpretaciones respecto de comportamientos políticos, sociales y culturales. Nuevas y viejas miradas políticas circulan en las democracias representativas con muchos componentes ideológicos que no fueron incorporados a los engranajes institucionales durante el siglo pasado y actualmente disputan su ingreso como políticas de estado.

Los debates feministas, aún contando con altos niveles de violencia y feminicidios, atraviesan las agencias estatales de casi todos los países de la región; obligan a las organizaciones sociales, sindicales y políticas a posicionarse al respecto; cuestionan instituciones educativas, sanitarias, culturales y de seguridad; interpelan a los organismos internacionales; y se filtran en los medios de comunicación masiva ganando protagonismo.

En el populismo las demandas no representan una batería de reclamos consensuado y homogéneo, sino más bien una pluralidad diversa, que se unifica en un lazo amplio e irreductible y cuestiona la estructura institucional, que el autor define como heterogeneidad constitutiva (Laclau, 2005).

Las consignas feministas se presentan en una forma de articulación política que emerge visibilizando una gran problemática del sistema institucional para responder a dichas demandas, incluso en aquellos estados con decisión política de abordarlas. La marcha Ni Una Menos evidencia el interés masivo de una ciudadanía activa dispuesta a manifestar su posicionamiento contra la violencia hacia las mujeres. Ahora bien, no todas las personas que participaron sostenían las mismas consignas, e incluso probablemente entienden diversas maneras en la resolución de dichas problemáticas.

Asistieron al encuentro callejero personas a favor y personas en contra del aborto legal, seguro y gratuito; participaron quienes están a favor de reglamentar la prostitución como un trabajo más y también quienes consideran que es una práctica que debe abolirse. Pero todas las personas, organizadas e independientes, contaban con la certeza de estar expresándose en contra una violencia permanente dirigida hacia las mujeres. Ni Una Menos fue un espacio amplio, sin especificidades, invitando a la diversidad a la participación de un todo más importante que las demandas específicas que se presentan en torno al feminismo.

Laclau considera populismo si se presenta la heterogeneidad de las demandas, las relaciones equivalenciales, pero también el desplazamiento de fronteras internas que desarrolla una diferenciación con un “otro” que esta institucionalizado. En el feminismo latinoamericano, el “otro” es el sistema machista, centrífugo y patriarcal que perpetúa una violencia llevada adelante en el plano político, económico, social y cultural. Y se consolida en aquellos actores del sistema, en ocasiones en instituciones de estado, pero también en organizaciones políticas, sociales y/o culturales, fundaciones, corporaciones y/o medios de comunicación masiva que moldean el tejido social.

“Debemos entender el fenómeno de la violencia en marcos donde el Estado no es simple enemigo, sino un gigante queso gruyere que supo ser genocida, pero también en función de sus articulaciones, el motor de cambio de los movimientos desarrollistas y nacionales populares”.(3)

El populismo construye un vínculo político donde las demandas no fueron resueltas, identifica un sistema excluyente y cuestiona un orden institucional establecido. Sin duda, una importante parte del feminismo en Latinoamérica ha logrado madurar bajo una lógica populista transformadora, convocando masivamente a la sociedad en estados nacionales con voluntades políticas de integración igualitaria de minorías y mayorías históricamente minorizadas, que aun no han logrado conseguir.

(1) Marcha espontánea a partir de periodistas, artistas, y activistas de diversos espacios políticos, ante la preocupación por casos de feminicidios. La convocatoria se viralizó en las redes sociales expresándose en más de setenta localidades del país en simultáneo, con réplicas en países de la región y con la asistencia de diversos espacios del espectro político.

(2) LACLAU Ernesto. La Razón Populista. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005

(3) GRASS Mariana. El Género de una Década. Ni Una Menos. Revista Anfibia. UNSAM http://www.revistaanfibia.com/ensayo/el-genero-de-una-decada/

Laura X. Iturbide. Politóloga (USAL), docente y analista en políticas de género.

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