Fernando Henrique Cardoso, expresidente de Brasil: «Dilma no se ha beneficiado con la corrupción»

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Por María Laura Avignolo

Fernando Henrique Cardoso no sólo fue el presidente de Brasil entre 1995 y el 2000. Según la revista Foreign Policy es uno de los cien “pensadores globales” y uno de sus más prestigiosos sociólogos. Con Brasil en profunda crisis, pedidos de “impeachment” a su presidenta, crisis institucional y las elecciones en Argentina, él vincula los populismos de los diferentes gobiernos de América Latina. Los enlaza con la corrupción, el abuso de poder, la impunidad y como consecuencia, la baja institucionalidad. Para el ex jefe de Estado de Brasil, la presidente Dilma Rousseff tiene “responsabilidad politica” por la crisis pero “no se ha beneficiado de la corrupción”. No cree que renuncie. La solución para la crisis en Brasil es “encontrar un liderazgo que supere la dicotomía” de las divisiones entre los buenos y los malos, los ricos y los pobres, las grietas y polarizaciones que se han creado y “encontrar un consenso”.

No creo que vaya a renunciar. En este momento luchan ella, Lula y los demás para hacer otro juego. Para hacer de cuenta que los que piden ‘impeachment’ -y yo personalmente no lo he pedido-, son golpistas, que quieren dar un golpe. No es verdad. Lo que quieren es establecer las reglas de la constitución. Si fuera cierto que se equivocaron, pues tienen que pagar el precio. Pero te hacen el juego de que ‘en beneficio de los pobres se utilizaron mucho más los recursos públicos, sin autorización del Congreso’. Pero siempre en beneficio de los pobres, y que los demás son golpistas. Es un juego político. No hay ningún golpe de Estado en Brasil”, explicó Fernando Henrique a Clarín. Su último libro se llama “A Miseria da politica” y desarrolla el fenómeno del “Lulapetismo” en su país.

Cuando se dirigía a una conferencia en Barcelona para analizar la situación de América Latina, discutió, en un diálogo telefónico con Clarin, el populismo, el comportamiento de estos régimenes mayoritarios en la región, sus consecuencias institucionales, la corrupción y la crisis en Brasil.

¿Cómo explica usted, que en este período de bonanza económica en América Latina, hayan surgido estos gobiernos populistas, cuyo principal objetivo es permanecer en el poder?

Se trata de la facilidad de que la situación económica daba margen a que los gobiernos pudieran hacer muchas concesiones. Alguna gente se aprovechó de esas concesiones para marcar su nombre, como si fueran ellos los autores de los beneficios, y no una situación favorable. Mire lo que ocurrió en Venezuela, por ejemplo. Me acuerdo muy bien cuando yo fui presidente, hace ya algunos años: el barril de petróleo estaba a 15 dólares y llegó a 120 dólares. Entonces, siempre me preguntaban: «¿Qué le parece lo que está haciendo el Presidente Chávez?” Yo, para no criticarlo personalmente, les decía: «Bueno, depende de lo que vaya a hacer con el excedente del petróleo. Si logra con eso transformar Venezuela, económicamente en un país más productivo, con más diversificación, que asegure el futuro de las clases medias y después avanzar, será un presidente que va a entrar en la historia. Pero si gasta la plata del petróleo para sencillamente dar la impresión de que todo va bien, eso va a desaparecer en poco tiempo”. Fue lo que ocurrió y así va, sucesivamente. Aún mismo en Brasil, cuando hubo una situación favorable, lo que se hizo fue incentivar al consumo sin incentivar a la inversión. En total, eso resulta en un fracaso. Pero la gente cree que el populismo es la solución.

Otra de las características comunes a estos regímenes, desde Venezuela a la Argentina, es el fenómeno de la corrupción. ¿Por qué lo hacen, si sus líderes generalmente son millonarios? ¿Es para financiar su permanencia en el poder? ¿Porque quieren, además, generar alguien de la familia para que los suceda?. ¿Es por la impunidad judicial?

Todo es el conjunto. Eso ocurre en Brasil también, no solamente en Venezuela o Argentina y otros países también. Aquí estamos en un Foro de Iberoamérica en Barcelona, donde justamente algunos de los participantes del Foro han hablado sobre el tema de la corrupción. Hay corrupción cuando hay dos cosas: abuso de poder e impunidad. Hay por una parte las ganas de utilizar el poder para fines a veces personales, a veces familiares. Pero, a veces, también por el sencillo hecho de que con la plata se financia la continuidad en el poder. Eso es lo más común, la mezcla de todos esos factores. Ahora, cuando ese proceso de corrupción llega a las instituciones, de alguna manera corrompe a las instituciones. Entonces es un proceso grave, porque ya no hay más un límite a nadie. Las mismas instituciones están corrompidas. Hay un sentimiento de impunidad, que les permite a los que están al mando, abusar del mando. Es lo que pasa en muchas partes, también en Europa.Yo estoy en España y también aquí hay corrupción. Siempre es lo mismo, la impunidad y el abuso del poder es la falta de institucionalidad.

¿No hay forma de impedir esto? Que los presidentes no puedan ejercer el poder más que dos mandatos, por ejemplo. Porque la gente está harta de la corrupción, al mismo tiempo que de la impunidad. Exige transparencia. ¿Cómo se sale de este círculo vicioso?

Esto es un tema clásico. Es decir se busca la virtud de los que gobiernan. Pero la virtud es una cuestión personal, la razón de esta forma de comportamiento. Uno no puede garantizar que sencillamente las personas van a ser buenas. Entonces hay que tener instituciones que funcionen. Lo grave en Latinoamérica es que no hay una tradición institucional fuerte. Entonces la personalidad es lo que manda, más que las instituciones.Y eso hace que la virtud y transparencia de las personas no exista como contrapartida en la sociedad para prohibir los abusos.

Argentina va a tener elecciones después de 12 años de poder de una misma familia, los Kirchner. Las instituciones están muy afectadas, la libertad de prensa también. Una crisis enorme sumerge a su país, Brasil, y a la presidenta Dilma, en medio del escándalo de corrupción de Petrobras. ¿Usted cree que ambos países enfrentan las consecuencias del populismo prolongado y sus secuelas?

Yo no tengo ninguna duda en cuanto a eso. Es un populismo local, y en el caso de Brasil, eso viene de lejos. No fue Dilma quien lo inventó. Eso realmente se reforzó con la vocación hegemónica del PT, que fue en aras a eso. En el gobierno de Lula hubo mucha permisividad para que hubiera manipulaciones para beneficiar a los que estaban en el poder. Dilma está atrapada por el sistema. No creo que personalmente ella haya hecho abuso de poder para su beneficio personal. Pero, sin embargo, el sistema en el cual ella está, es un sistema que se organizó a partir de esos juegos de manipulación que son corruptos. La cuestión de Petrobras es quizá el más impactante de todos los casos. Pero no es el único. Por todos lados, al igual que en parte de la administración, hay esa corrupción con la bendición de sectores oficialistas. No es la corrupción tradicional para el beneficio de personas. Es más bien una corrupción que, además de eventualmente beneficiar a personas, garantiza un flujo de caja para que los partidos que están en el mando puedan ganar las elecciones y seguir en el mando. Seguramente la continuidad por muchos años, de ese tipo de comando político, distorsiona el significado mismo de la democracia.

Usted ha dicho que Dilma debería hacer un gesto de grandeza y renunciar. ¿Lo sigue manteniendo? Ha dicho que Dilma es inocente y el que no es inocente en este escándalo es Lula.

Yo creo que ella tiene responsabilidad política naturalmente, pero no veo ningún caso en que ella personalmente esté beneficiada por la corrupción. Para el pueblo, un gesto de renuncia es más bien en bien de la virtud republicana. Ella puede seguir gobernando pero ya no gobierna. Entregó la economía a quienes piensan lo opuesto a ella. El manejo de la política a un partido que no es el suyo. Entonces, yo creo que más valdría para la historia y para ella que dijera: «Yo renuncio con la condición de que se haga una reforma política tal y cual». O sea, un gesto de grandeza. No creo que vaya a hacerlo. Lo dije para mantener viva la llama de que hay que tener una preocupación por el país, no solamente por la pronunciación del poder. No creo que vaya a renunciar. En este momento luchan ella, Lula y los demás para hacer otro juego. Para hacer de cuenta que los que piden impeachment -y yo personalmente no lo he pedido-, son golpistas, que quieren dar un golpe. No es verdad, lo que quieren es establecer las reglas de la constitución. Si fuera cierto que se equivocaron, pues tienen que pagar el precio. Pero te hacen el juego de que «en beneficio de los pobres se utilizaron mucho más los recursos públicos, sin autorización del congreso», pero siempre en beneficio de los pobres, y que los demás son golpistas. Es un juego político.

El Tribunal Supremo postergó cualquier posibilidad de impeachment. ¿Usted cree que eso lo van a ver, tanto Lula como Dilma, como una victoria política?

Yo no estoy en Brasil, no sé cuál fue el argumento ante el tribunal. Debe ser un argumento formal, que por alguna razón formal, no se puede empezar un impeachment del modo como pareciera probable. Eso no significa que en el contenido haya una decisión de ese tipo. Ni significa tampoco que todavía exista ya un sentimiento en la mayoría del congreso, favorable al impeachment. Pero si hubiera un sentimiento favorable, si la ley dice que en ciertas circunstancias existe la posibilidad del impeachment y si esas circunstancias ocurrieron, eso no es un golpe. Es el ejercicio de la democracia. Entonces formar un golpe es generalmente un contrasentido.

Si, es cierto. Porque hay una especie de libre asociación con respecto a lo del golpe. La presidenta Cristina Kirchner de Argentina considera que Dilma está afectada por los «caceroleros», la prensa, la justicia y la CIA. ¿Usted considera que la gente cree estas teorías conspirativas o son sus simpatizantes o ellos mismos los que la creen?

Yo creo que ellos mismos se la creen, porque el pueblo no cree en una teoría conspirativa. El pueblo está afectado por otras razones. Porque hay mucha corrupción, mucha inflación, mucho desempleo, mal manejo de la economía. Esos son los factores que mueven a la población. Ahora, por suerte para Brasil, no hay ningún intento de golpe. No hay ningún golpe a la vista ni posibilidad de golpe. Aún porque la constitución -no sólo para los políticos, los militares también- es algo que está asegurado. Nadie en Brasil se imagina hacer cualquier gesto político por fuera de la Constitución. Entonces los que hablan de golpe, los del gobierno, están simplemente maleducando al pueblo. Seguir la Constitución cuando hay condiciones para un impeachment como si fuera un golpe. No lo es, no es golpe y la gente no lo percibe como un golpe.

Los ojos de América Latina están sobre Brasil. ¿Cómo va a salir de la crisis Brasil? ¿Con un gobierno de unidad, con la renuncia formal de Dilma, con un intento de regreso de Lula al poder?

No, es difícil imaginar Lula al poder. Yo creo que es un sueño que ni él tiene. Porque desgraciadamente Lula, que hizo muchas cosas positivas como líder sindical, como presidente electo puede estar destruyendo su misma historia. Entonces difícilmente tendrá esa posibilidad. Yo no tengo aquí una bola de cristal para saber qué va a pasar. Seguramente tendremos que pasar por un momento en el cual algún liderazgo o un conjunto de líderes se pongan de acuerdo. Porque el tema principal es cómo fortalecer las instituciones democráticas y, a la vez, solucionar los problemas económicos y sus consecuencias sociales. Eso no se hace sin algún tipo de consenso. Va a costar algún tiempo pero llegará el momento que este consejo se va a formar. Entonces, si Dilma fuera capaz de ella misma liderar esto, lo habría hecho. Pero hace mucho tiempo, a comienzos de su gobierno, ella debiera haberlo hecho público para una unión nacional, pero no lo hace. Todo lo contrario: dividen al país, los buenos y los malos, los pobres y los ricos, los que son golpistas y los que no son. Entonces hay que buscar un liderazgo capaz de sobrepasar ese sentimiento dicotómico, que prevalece en todo populismo, para otra vez abrir un horizonte de esperanzas.

¿Para usted cuál es la herencia del kirchnerismo en la Argentina, en términos institucionales? ¿Hay muchas cosas en común con lo que usted llama el «lulapetismo»?

Sí, hay algo en común pero el kirchnerismo heredó el peronismo, que fue realmente -yo lo dije y lo pienso- a fondo en la Argentina. El «lulapetismo», como le llamo yo, no ha penetrado así en Brasil. En Brasil nunca han logrado ni siquiera ganar las elecciones en primera vuelta. Las veces que ganaron fue en segunda vuelta y haciendo alianzas con grupos que piensan todo lo contrario de ellos. Así que no tiene la misma penetración el «petismo» en Brasil, como tuvo el peronismo en la Argentina.

¿Cómo ve usted las elecciones en la Argentina?

Estoy muy lejos para saberlo, no lo sé.

¿Cree que puede haber una crisis de gobernabilidad? Gane quien gane, porque todo depende de Kirchner.

Bueno, esa es la crisis permanente del populismo, que el líder depende de una persona. Eso va a seguir así.

Clarín

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