No mas venganza (La Nación, Argentina) y Macri presidente (El País, Uruguay)

241

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

No más venganza – Diario La Nación, Argentina

La senadora por Córdoba Norma Morandini escribió días atrás en estas páginas que la causa de los derechos humanos no se puede defender con mentiras. No se puede defender tampoco con nuevas violaciones de derechos humanos como está ocurriendo en el país.

Un día después de que la ciudadanía votara un nuevo gobierno, las ansias de venganza deben quedar sepultadas de una vez para siempre.

Los trágicos hechos de la década del setenta han sido tamizados por la izquierda ideológicamente comprometida con los grupos terroristas que asesinaron aquí con armas, bombas e integración celular de la que en nada se diferencian quienes provocaron el viernes 13, en París, la conmoción que sacudió al mundo. Aquella izquierda verbosa, de verdadera configuración fascista antes y ahora, se apoderó desde comienzos del gobierno de los Kirchner del aparato propagandístico oficial.

Se ocultó así lo que ya no puede taparse por más tiempo a la compresión de una sociedad cuya composición por edad ha ido cambiando en los últimos cuarenta años. A la sociedad argentina de los años setenta no era necesario explicarle que el aberrante terrorismo de Estado sucedió al pánico social provocado por las matanzas indiscriminadas perpetradas por grupos entrenados para una guerra sucia, a los que el kirchnerismo ha distinguido con la absurda calificación de “juventud maravillosa”.

La sociedad dejó aislados a esos “jóvenes idealistas”, mientras el terrorismo de Estado los aplastaba con su poder de fuego, sin más salvedades que las de algunas voces aisladas, sin más ley que la de la eficacia de operaciones militares que tenían por objetivo aniquilar al enemigo y sin una moral diferente, en el fondo, que la de los rebeldes a quienes combatían.

Ha llegado la hora de poner las cosas en su lugar. Debatir que quienes sembraron la anarquía en el país y destruyeron vidas y bienes no pueden gozar por más tiempo de un reconocimiento histórico cuya gestación se fundó en la necesidad práctica de los Kirchner de contar en 2003 con alguna bandera de contenido emocional. Lo hicieron así al asumir el poder con apenas el 22 por ciento de los votos. Antes habían mirado en esos asuntos para otro lado.

Hay dos cuestiones urgentes por resolver. Una es el vergonzoso padecimiento de condenados, procesados e incluso de sospechosos de la comisión de delitos cometidos durante los años de la represión subversiva y que se hallan en cárceles a pesar de su ancianidad. Son a estas alturas más de trescientos los detenidos por algunas de aquellas razones que han muerto en prisión, y esto constituye una verdadera vergüenza nacional.

Días atrás, tal situación se ha agravado por una escandalosa decisión del Tribunal Oral de La Plata, que revocó la prisión domiciliaria de varios militares de avanzada edad, como los coroneles Carlos Saini y Oscar Bardelli, el capitán de navío Carlos Robbio y el almirante Antonio Vañek. Pareció una burla su coincidencia con el privilegio domiciliario concedido por esos días, por un tribunal del Chaco, a un mafioso de 65 años, condenado a 19 años de prisión por haber traficado más de mil kilos de cocaína a España.

En segundo lugar, de modo paralelo, han continuado actos de persecución contra magistrados judiciales en actividad o retiro. Uno ha sido el caso del juez federal de Mar del Plata Pedro Hooft, absuelto el año último tras siete años de acusaciones sobre supuestos delitos de lesa humanidad. El perverso armado de la causa salió a la luz por grabaciones aportadas como prueba, pero Hooft está afrontando nuevos ataques. También debimos ocuparnos recientemente del proceso irregular montado contra el juez Néstor Montezanti, de Bahía Blanca, en otro claro intento oficialista de desarticular la investigación de causas que involucran a la familia presidencial.

Sin más elementos que referencias mendaces aportadas por tres militares condenados como autores de las matanzas producidas en la denominada masacre de “Palomitas”, se persiguió por más de diez años al ex juez federal de Salta Ricardo Lona. Éste se encuentra en prisión preventiva por supuestas fallas en la investigación de la muerte del ex gobernador de Salta Miguel Ragone, ocurrida en marzo de 1976. Se desconoce, en cambio, que el juez Lona había sido quien reunió las pruebas que llevaron a condenar a los partícipes del hecho, según lo reconoció la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Por otra parte, la acusación en su contra carece de validez pues la acción no se encuentra instada por los fiscales de la causa, sino por otros designados ad hoc por la cuestionada Procuración General de la Nación, careciendo por ello de atribuciones para impulsar la acción. Con casi 80 años y una grave enfermedad, Lona corre peligro de que los fiscales lo envíen a prisión solicitando la revisión del informe médico que desaconseja rotundamente su traslado a una cárcel.

La cultura de la venganza ha sido predicada en medios de difusión del Estado y en las escuelas habituadas a seguir las pautas históricas nada confiables del kirchnerismo. O sea, la mentira de la que ha hablado la senadora Morandini.

El palabrerío de sujetos que han sido responsables de haber incendiado al país en los años setenta convencidos de que las armas de fuego y los explosivos, con sus secuelas de muerte y dolor, eran la vía de acceso a una sociedad mejor, no puede intimidar a los políticos responsables, ni a los jueces compenetrados de su misión, de actuar en consonancia con la verdad histórica y los principios básicos del derecho penal.

Siempre será indispensable construir a partir de la verdad completa, apaciguar y no agotar la búsqueda de todos los medios necesarios para que se cumpla la imploración del papa Francisco de que todas las herramientas de la ley se activen “para evitar cualquier tipo de venganza y curar las heridas”, aunque “sin dejar de mirar las cicatrices”, como bien aportó.

La Nación

Macri presidente – Diario El País

Es una victoria en balotaje que no es casualidad. Se asienta en una excelente votación de primera vuelta (esta sí algo imprevista), y en una campaña muy profesional a lo largo de todo el proceso electoral del candidato que lideró con éxito la capital argentina por dos períodos de gobierno. Cualquiera que haya seguido el histórico debate presidencial en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, por ejemplo, habrá notado que el candidato del cambio había preparado mejor esa instancia que el candidato oficialista. De forma general, nada quedó librado al azar en esta campaña de balotaje de Macri, que logró finalmente ganarse la confianza de la mayoría de los argentinos.

Este triunfo tiene sustentos reales. Macri tejió, a lo largo del tiempo y con inteligencia política, alianzas que fueron potenciando su candidatura presidencial. La referencia de Carrió no es la única ni, quizá, la más importante. Fue el acuerdo con la vieja Unión Cívica Radical el que le brindó a Macri un apoyo amplio y territorialmente extendido, allí en donde no es tan fácil entrar con el profesionalismo de las nuevas herramientas de comunicación política. Fuerte de esos apoyos, Macri también supo sumar tras de sí a peronistas decepcionados del proceso kirchnerista y, lo más importante, logró dar una señal muy clara de capacidad de articulación y conducción de todo ese conglomerado.

En este triunfo también cuenta el fenomenal éxito electoral de la joven María Eugenia Vidal en la circunscripción más relevante de Argentina como es la provincia de Buenos Aires. Le ganó la gobernación en octubre nada más ni nada menos que al viejo aparato peronista que parecía invencible en su principal feudo. Y dio así la señal clara y contundente de que se podía ganar y conducir un cambio sin angustias ni revuelos, porque llega al poder una generación nueva, de perfil clásico de clase media porteña, con voluntad de hacer cosas y sin compromisos con los viejos debates de los años 90.

Es un cambio muy importante el que ocurrirá a partir de diciembre en Buenos Aires. Macri tiene enormes desafíos. Económicamente, debe normalizar Argentina, es decir, integrarla al orden financiero internacional, sincerarla en sus cuentas y en sus estadísticas, hoy completamente truchas, y retomar con inversiones que devuelvan el crecimiento gracias a la confianza de los agentes en el rumbo futuro del país. Todo esto debe hacerse, además, cuidando las frágiles bases de mejoras de consumo que permitieron cierto despegue de las clases medias urbanas en este ciclo de bonanza internacional que tanto favoreció a Buenos Aires en el precio de sus productos exportables.

Institucionalmente, la tarea del próximo presidente argentino pasará por devolver certezas a las bases democráticas de gobierno, con su apego a la división de poderes, al Estado de derecho y a la mayor extensión de un sentido republicano de convivencia que, infelizmente, se ha llevado muy mal en muchos períodos históricos con el sentido común ciudadano argentino. Para todo ello es claro que ayudará la vieja y democrática tradición radical que acompañará a Macri en el poder. Pero para fuera de Argentina se precisa con urgencia que Buenos Aires fije este rumbo republicano y se transforme en este sentido en un modelo para toda la región.

Porque el gran cambio de Macri presidente en Argentina es también hacia la política exterior. Su anuncio de exigir el cumplimiento de la cláusula democrática en el Mercosur para apoyar así al sufrido pueblo venezolano, es una bocanada de aire fresco y democrático que todos estábamos precisando. La ola progresista del continente parece haberse empezado a romper en Buenos Aires, y la mayor exigencia democrática siempre será bienvenida para el avance de todos los países sudamericanos.

Para nosotros, la presidencia de Macri trae consigo la esperanza de normalización que se perdió con el proceso kirchnerista en el poder, y eso es positivo. Sin embargo, deberemos tener presente que la mayor confianza de los agentes económicos en la nueva Argentina puede hacer que muchas inversiones que privilegiaron a Uruguay aprecien ahora instalarse en la vecina orilla, resintiendo así los sectores de nuestra agricultura y turismo, sobre todo. En todo caso, la presidencia de Macri abrirá un tiempo de cambio y esperanza que ojalá esté a la altura de las mejores expectativas.

El País

Más notas sobre el tema