Pablo Avelluto, nuevo ministro de Cultura argentino: «No hay nuestros o ajenos, hay artistas»

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Por Daniel Santos

Es complejo analizar a un funcionario sólo por lo que dice y no por lo que hace, y el tiempo siempre es el encargado de poner blanco sobre negro. Agregaría Pablo Avelluto, flamante ministro de Cultura de la Nación, que también el tiempo se encargará de descubrir los tonos de grises.

A pocos días de asumir el control del Ministerio y en pleno desarrollo del futuro organigrama del que da algunas pistas, Avelluto tiene que sortear varios escollos: por un lado, el desconocimiento sobre su figura más allá de la General Paz; por el otro, sortear la desconfianza con que lo mira buena parte de los hacedores culturales del país, en general alejados de la propuesta del presidente Mauricio Macri.

Él lo sabe, y en varios tramos de la entrevista con Ciudad Equis manifiesta que no será la hora de ningún tipo de revancha, y que no le importa a quién votan sus funcionarios o los artistas: lo importante es lo que hacen, y cómo lo hacen.

A cinco días de iniciada su gestión, en reemplazo de Teresa Parodi, imagina su tarea a futuro con dificultades pero con varias certezas; abierta al diálogo y a la discusión; trabajando para legar una Ley de Mecenazgo cuando ocurra su salida del cargo; preocupada por encontrar los consensos; o darle un verdadero carácter federal. “Una de las ventajas de que el gobierno nacional sea del mismo signo político que el de la ciudad y la provincia de Buenos Aires, es que voy a poder poner más el foco en las demás provincias. Hasta ahora había como una especie de competencia más o menos explícita por la oferta cultural”, asegura Avelluto.

El ministro dice que hay tres líneas clave de la gestión, que se mueven como ejes complementarios: “El primero tiene que ver con jerarquizar el patrimonio cultural, tanto el material como el inmaterial de los argentinos. No sólo debe ser conservado, sino puesto al alcance de todos los argentinos, a través de la tecnología, la gestión, la innovación y la creatividad”, dice.

A horas de acompañar a Andrés Duprat en su asunción como director del Museo Nacional de Bellas Artes, por concurso y tras manifestar simpatías con Daniel Scioli, Avelluto dice que acompañará que las direcciones de todos los museos nacionales se elijan de ese modo. “Vamos a trabajar en armar las bases y los reglamentos, detectar a quienes estén en condiciones de participar para invitarlos a que se sumen y que podamos tener una gestión profesional”.

–Tras unos desprolijos concursos en Córdoba se planteó la discusión de si los puestos clave deben o no responder a la línea de un nuevo gobierno.

–En los teatros podría llegar a entenderlo, no como una línea política pero sí como una línea de política cultural. En los museos es un tema más técnico: la dirección de un museo, desde una perspectiva ni partidaria ni ideológica, es claramente un trabajo para una gestión técnica y profesional. En el caso de una sala, que puede ser el San Martín de Buenos Aires, el Cervantes, o las salas de Córdoba, uno podría discutir si el cargo a concursar es técnico, y que la programación esté enmarcada en la política cultural del gobierno. Pero entiendo que es una discusión que hay que dar: viene una época muy rica para discutir las políticas culturales.

–Con necesidad de abrirla más allá de Buenos Aires…

–Una de las cosas que quiero activar con mucha fuerza es el Consejo Federal de Cultural, el ámbito en el que se reúnen los representantes culturales de las provincias, ideal para discutir las políticas culturales. Por un lado, dedicamos una parte del trabajo a la cooperación internacional, y por otro con la cooperación federal.

Consenso se busca

–El Instituto Nacional del Teatro (INT) siempre fue considerado el más federal en su concepción y funcionamiento. Pero hoy tiene muchos cuestionamientos de todo el país.

–El lunes recorrí el INT. Claramente sabemos que hay una situación crítica allí. Esta semana anunciaremos el nuevo director, y estamos trabajando para encontrar el consenso con los representantes provinciales. Hay que hacer un trabajo de auditoría importante, pero creemos que es una institución que aún no ha explotado de manera suficiente, más allá de que es el motor del teatro en el país y una de las que mejor trabajo tiene en el sentido federal. Vamos a agotar todos los recursos para poder lograr un consenso con una figura respetada por todos, con autoridad y legitimidad.

Una opinión sobre los conflictos en el INT

Aunque no lo confirmó formalmente, el nombre de Marcelo Allasino –ahora exsecretario de Cultura de Rafaela y fundador del Festival de Teatro de esa ciudad–, es el más firme candidato para ocupar el lugar que dejó con polémicas Guillermo Parodi.

Sobre si los funcionarios que elija para las distintas áreas del Ministerio tiene que ver la línea política, Avelluto fue tajante: “No estamos leyendo de manera partidaria ni ideológica las orientaciones del equipo que me va a acompañar. Estamos buscando en función de su capacidad, de su prestigio y del consenso entre sus pares”.

En el caso puntual del INT, la urgencia será normalizar la institución, que tiene “un nivel de conflicto alto que no conocíamos. Uno tiende a creer que todos estaban tirando para el mismo lado, pero no es así. Necesitamos transparencia en el manejo de los fondos”.

El ministro asegura que la búsqueda es de gente idónea en lo suyo: “Cuando los encontrás, todas las diferencias políticas quedan al costado. A mí no me importa a quién votan después”.

–Que los hacedores de cultura sean, en general, de un pensamiento de izquierda ¿significa una dificultad?

–Si hubo un error en estos años, más allá de que también hubo aciertos, es que en algunos casos se pensó la política cultural con una relación de uso partidario. No venimos a tomar revancha. Los que se manifestaron de tal o cual manera en términos políticos ahora no van a tener menos cabida porque vayamos a poner “los nuestros”. Quiero romper esa lógica: no hay nuestros o ajenos, hay artistas, escritores, cineastas, músicos. El criterio de selección y promoción de las artes no puede estar teñido por una cuestión política.

Para Avelluto, una vez que estén encaminadas las acciones culturales, se discutirá de política o no. “No puede ser el criterio de programación. Yo puedo conversar con alguien al que le interesa desarrollar el teatro del país: a mí también me interesa. Lo que nos tenemos que poner es de acuerdo en cómo, pero las ideas de esa persona no me interesan”.

Asegura que nunca sale la cuestión política en las conversaciones con los integrantes del Ministerio: sólo en el edificio en el que trabaja hay 600, y el número total supera los 4.000.

Con experiencia en el mundo editorial, al frente de áreas estratégicas de las principales editoriales nacionales o multinacionales, Avelluto dice que hay conocimientos adquiridos allí que sirven para la gestión pública. “Hay un mandato que tenemos los editores, una ley no escrita: nunca confundas tu catálogo con tu biblioteca. La oferta cultural para los argentinos no necesariamente tiene que ser la que le guste al ministro. Uno representa a un sector de la audiencia y de la población, pero ésta es infinitamente más rica y diversa. En mis años en Sudamericana publiqué a Ricardo Foster, Beatriz Sarlo, Horacio Verbitsky, Ceferino Reato, por nombrar sólo a periodistas. Mirar la cultura desde las audiencias, desde la sociedad, ordena mucho el trabajo. No debemos hacerlo como si el organigrama fuera una pirámide. Sería un error pensar que arriba está el ministro y debajo de todo está el contacto con la población. Debemos darla vuelta, porque el foco de nuestro trabajo es el contacto, la proximidad, la estrategia es poner la cultura al alcance de quienes están más lejos, geográficamente o por su condición socioeconómica”, detalla Avelluto. Esa es la clave para que el ministerio no se convierta en “una gigantesca máquina burocrática”.

Que un cordobés pueda escuchar a un artista nacional cerca de su casa o que un artista cordobés pueda cruzar las fronteras son indicios de que hay una política cultural. “El Ministerio tiende a mirarse mucho a sí mismo, por su lógica, por su tamaño, pero nuestro foco es… la puerta. Que la gente entre a este planeta de miles de actividades culturales por año, con decenas de instituciones, elencos, artistas, viajes, becas. Un universo que hay que darle a la gente”.

–Menciona a Ricardo Foster. ¿Tiene futuro la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional?

–No. Esa Secretaría va a dejar de existir. Creo que la noción de la existencia de un “pensamiento nacional” es muy propia del siglo 20: la idea de que hay un pensamiento nuestro que está en confrontación con otra forma de pensamiento. Para nosotros hay muchas formas de pensamiento y todas son producidas, consumidas, generadas, intervenidas por argentinos. Es algo pomposo.

Sentido de curiosidad

Aunque faltan días para el inicio de la temporada de verano, hay algunas definiciones sobre el rol del Ministerio con los festivales populares, uno de los ejes culturales de Córdoba, pero también del país. “Vamos a apuntalar, ayudar, a tener presencia. El circuito de los festivales de folklore y su poder de convocatoria son una maravilla. Yo he sido público, soy fana del folklore, y de la música popular en general”. El ministro dice que siente lo mismo que cuando comenzó a trabajar por primera vez en una editorial: era como darle una juguetería a un niño.

“Yo soy público: sé lo que es ir a pasar una semana a Cosquín, y ahora voy a poder descubrir festivales que no conocía. Tengo intacto mi propio sentido de curiosidad, para descubrir que hay mucho por hacer. En los festivales se puede dar trabajo en varios niveles: nacional, provincial o municipal. Los municipios son la primera línea de fuego, y sueño con recorrer los miles que existen”, agrega.

Avelluto destaca el trabajo realizado por la gestión de Teresa Parodi, en especial con el fomento a las industrias culturales y el Sistema de Información Cultural de la Argentina (SInCA), que trabajan permanentemente en la elaboración de estadísticas culturales.

“Es una herramienta fundamental que viene desde la época de José Nun como secretario de Cultura. Necesitamos saber cuánto trabajo generan, cuánto dinero, dónde estamos bien, dónde estamos mal, los presupuestos de las provincias, las posibilidades de la investigación, las estrategias. Son como nuestra propia consultora del Estado, y queremos fortalecerla”, dice Avelluto. Y añade: “Nos ofrece el verdadero mapa de la desigualdad del acceso a los bienes y servicios culturales”.

La revolución

–¿Se puede pensar realmente en una ley de mecenazgo como tiene Brasil?

–Sí. Hay muchos ejemplos internacionales, y creo que la gran revolución cultural va a venir del mecenazgo, es decir, de la interacción y la suma del sector privado y el sector público. Hay que garantizar la transparencia, que sea a prueba de trampas y no como un modo para la evasión fiscal. Claramente, los países que estudiamos tienen una experiencia muy rica y nos ahorran la curva de aprendizaje. Espero dejar este puesto con una ley nacional de mecenazgo que va a tener un impacto cuyas dimensiones aún no estamos en condiciones de estimar, para el trabajo de los artistas, para los emprendedores, para los innovadores. Poder contar con niveles de gerenciamiento público y privado mayores puede llevar a una revolución que no estamos en condiciones de evaluar su impacto.

La Voz

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