La Constitución no vale nada – El Nacional, Venezuela

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Entre las tantas ocurrencias que los asesores políticos de Maduro le inoculan a diario está la de “comunicar” tantas mentiras como sea posible, en cualquier circunstancia y momento, es decir, dormido o despierto, da lo mismo. Y le asignamos la culpa al anillo de asesores porque todos conocemos el desierto de ideas que reina en el espacio mental del susodicho. Sobre este tema existe unanimidad tanto en el oficialismo como en la oposición, lo cual es perfectamente lógico.

Ayer Maduro se atrevió a decir que respeta a los compatriotas que no votarán en la elección de la asamblea nacional constituyente prevista el 30 de julio porque algunos de ellos, ante tanta guerra contra su gobierno, se confunden. “Hay gente que no va a votar, está bien, los respeto (…), son libres, pero tienen que saber que el 30 de julio se define el destino de Venezuela, si queremos paz o va a haber una guerra en este país”.

Mejor imposible, la verdad sea dicha. Qué mejor manera de respetar a los venezolanos que esta simplona pero sangrienta amenaza de guerra y paz, de presentar dos opciones que favorecen a la camarilla civil y militar que rodea a ese faro que ilumina, desde Miraflores, el oscuro destino de este país arruinado por una banda de malhechores golpistas. Si en manos tan ineptas y rapaces está el futuro de Venezuela, pues, digámoslo de una vez, no hay otra alternativa que confesarse y aguardar que el abismo nos alcance.

Pero estas promesas de Maduro no son una fanfarria de triunfo sino un silbido solitario a medianoche para disimular el miedo. Por muy desierto que sea el presunto cerebro de un dictador, lo cierto y verdadero es que, de alguna manera, intuye los resquebrajamientos en su entorno, las grietas en las murallas de miedo que ha construido a su alrededor, la traición que gira entre quienes están a su lado por dinero y no por verdad política, si es que esta existe.

Para Maduro resulta fundamental insistir en que la gente lo quiere, lo sigue y lo admira. Con ello solo resalta sus carencias, su soledad y la constancia de que está más solo que nunca. Que es palpable en el pueblo la sensación de que le queda grande, demasiado holgado el ser heredero de quien sí tenía capital político. El difunto se lo dijo y se lo reclamó en una humillante reunión de gabinete cuando el ofendido era canciller. Agachó sumisamente la cabeza y aguantó el chaparrón hasta que lo rescató Arias Cárdenas, que estaba presente sin ser invitado. Calmó a Chávez llevándolo a un sitio aparte hasta que este rebajó su furia.

Que hoy le toque ser heredero del hombre que lo humilló ante todo el gabinete y del embajador de Venezuela en esa época en Washington, el hoy fallecido Bernardo Álvarez, no es algo que se olvide fácilmente. Esa humillación lo lleva hoy a extirpar de cuajo lo que queda del chavismo original y a destrozar la Constitución Bolivariana que, a pesar del rechazo político opositor en sus comienzos, ahora es defendida no solo por la oposición sino por el mismo chavismo original, lo cual es absolutamente lógico.

Y lo es precisamente porque la nueva Constitución no se hizo para ser un instrumento del delito, de la destrucción de las instituciones y del narcotráfico. Se hizo para defender a la gente de la corrupción, del hambre y la miseria, de la falta de justicia.

El Nacional

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