Chile: La mecánica de la izquierda unida en segunda vuelta – Por Marco Enríquez-Ominami

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El gran aporte de Maquiavelo a la modernidad es otorgar a la política dos sistemas éticos. Uno, el de la esfera de lo privado; otro, el de la esfera de lo público. Por ejemplo, la discusión sobre el aborto. Para mí, el aborto es un drama. Yo no quiero que las mujeres aborten. Pero entiendo también que es un problema de salud pública y de libertad personal del que el Estado debe hacerse cargo y ofrecer una solución y un entramado normativo. La derecha conservadora chilena no entiende esta distinción. Para ellos la política es como una iglesia. Y entonces todo lo que va en contra de su ética debería estar prohibido para todos. Viven en las cavernas premodernas de la política.

Porque en política -y es otra lección de Maquiavelo- son los fines los que justifican los medios. Pero no cualquier fin. El fin en política debe ser el bien común y la paz social. Y entonces, como lo hiciera Simone Veil, política conservadora francesa que luchó por la legalización del aborto, si es por el bien de todos, los que estamos en política tenemos que estar dispuestos a guardarnos nuestras convicciones personales en el bolsillo perro.

Dicho esto, la unidad en segunda vuelta yo la veo más posible que nunca. Porque estas dos éticas nos entregan dos oportunidades para ponernos de acuerdo. Si nos llevamos mal en lo público, tenemos lo privado, si no en lo privado, al menos llegaremos a acuerdo en lo público. Y por último lo haremos porque hay un bien superior, que es el bien común, y por el cual estamos todos en esta brega. Entonces, nosotros, la izquierda -pero sobre todo los comentaristas políticos- tienen que entender que si estamos en grupos políticos y con candidatos distintos, es porque tenemos diferencias y críticas sustantivas, que la gente y nosotros mismos tenemos el deber de explorar, criticar y asumir, para, sólo entonces y desde ahí, construir acuerdos.

Claro, la Concertación usó el arte de irse por las ramas para los acuerdos. Y lo que hacían era, en vez de decir claramente que iba a gastar más plata en educación primaria que en educación universitaria, terminar tirando la pelota al córner y decir: gastaremos más plata en educación pública. Y todos contentos.

Pero esos tiempos ya pasaron, y la sinceridad de los acuerdos políticos exige de nosotros que marquemos nuestras diferencias clara y radicalmente, para luego buscar los acuerdos. La política es el arte de tragarse los sapos por ese bien superior que es el bienestar del pueblo. Marcar nuestras diferencias, historias, programas y filosofías es lo que logrará que nuestros acuerdos no terminen siendo administrados en las cocinas de los Walker, o como lastres de gobiernos que buscan hacer que las cosas cambien. Si un candidato es incapaz de sentarse a la mesa con aquellas personas que lo critican con ferocidad, es porque ese candidato no entiende el leitmotiv de la política, y por tanto, porque no está preparado para jugar en las ligas mayores. Por enfrentar a la derecha cavernaria, me sentaré en las mesas que haya que sentarse, y me tragaré gustoso los sapos que haya que tragar. Porque entiendo de qué se trata la política y ser Presidente de ese bien común.

(*) Candidato presidencial del PRO.

El Pulso

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