Rex Tillerson en Texas, el retorno de la Doctrina Monroe – Por Max Paul Friedman (*)

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* Max Paul Friedman

El Secretario de Estado Rex Tillerson comenzó su discurso del jueves 1 de febrero en Texas con una pequeña broma citando al ex presidente Lyndon B. Johnson, quien una vez se quejó del elitismo en la política exterior: «No creo que me vayan a dar crédito por cualquier cosa que haga en asuntos exteriores, sin importar qué tan exitoso sea, porque no fui a Harvard», había dicho Johnson. Tillerson luego agregó: «Ni yo tampoco». Eso le ganó el aplauso en la Universidad de Texas, pero debería haber planteado la pregunta obvia: ¿para qué demonios LBJ debería haber obtenido crédito? ¿Enviar a miles de jóvenes a matar y a morir en Vietnam cuando él mismo sabía que no tenía sentido? ¿Invadir a la República Dominicana bajo falsos pretextos? ¿Apoyar un golpe militar en Brasil?

Tillerson estaba igualmente sordo de tono en su referencia a la visita de Theodore Roosevelt a Panamá, que para muchos latinoamericanos no simboliza la amistad entre los pueblos, sino la primera operación encubierta con objetivo de cambio de régimen en el siglo XX. Haciéndose eco de la promesa del presidente John F. Kennedy de «eliminar la tiranía» del hemisferio fue su declaración que más directamente amenazó con la reanudación del intervencionismo unilateral. Kennedy hizo uso de la guerra económica, el bloqueo, los intentos de asesinato y la invasión para tratar de «eliminar la tiranía» de Cuba, un programa cuyo fracaso total fue reconocido por la administración Obama cuando revocó la Doctrina Monroe y comenzó un proceso de acercamiento con Cuba y América Latina en general. Ahora, teniendo en cuenta la jactancia del presidente Donald Trump en su discurso del Estado de la Unión de haber aumentado la presión sobre Cuba y Venezuela y su comentario anterior de que estaba preparando una «opción militar» para Venezuela, el discurso de Tillerson en Texas sugiere que los instintos intervencionistas del Presidente no serán restringidos por el Secretario de Estado. Su discusión más detallada mostró que la política de los Estados Unidos crea sus propias contradicciones.

Reconociendo al pasar el papel de los Estados Unidos como la principal fuente de demanda de drogas ilegales, Tillerson, no obstante, elogió el enfoque militarizado contra el narcotráfico en Colombia y alabó el Plan Mérida que ha intensificado la violencia en México hasta un punto de metástasis. Su idea de una estrategia antidrogas que se extienda a la «frontera sur de México» es ahora un tema común en Washington, donde no despierta dudas de que EEUU debería afirmar un derecho cuasi soberano de extender su seguridad nacional a través de todo el territorio mexicano. Tillerson sugirió vagamente que el crecimiento económico ayudaría a reducir el crimen en América Central, pero no ofreció ayuda significativa. Mientras tanto, su administración ha empezado a deportar los primeros de cientos de miles de inmigrantes de El Salvador y Honduras, cortando las remesas de las que dependen sus familias y sus comunidades, y aumentando las filas de los desesperados y vulnerables, algunos de los cuales huyeron a los Estados Unidos porque habían sido amenazados por las mismas bandas criminales que ahora forman fúnebres comités de bienvenida.

Después de nombrar a Cuba como el único país además de Venezuela en el que Estados Unidos preferiría que se reemplazara al gobierno, Tillerson calificó la corrupción como un problema clave para América Latina en 2018. Transparency Internacional clasifica a Cuba como el tercer país menos corrupto de América Latina (después de Uruguay y Costa Rica). Tillerson no pudo articular por qué Cuba es una amenaza para los intereses de Estados Unidos, pero está implementando una ofensiva contra las relaciones económicas y diplomáticas que está contribuyendo a las privaciones del pueblo cubano del que dice defender.

Al denunciar a China y Rusia por su creciente presencia en la región y argumentando que Estados Unidos es el único amigo natural para los países latinoamericanos, Tillerson sigue la gran tradición de la Doctrina Monroe: un hemisferio bajo la hegemonía de los Estados Unidos es el único arreglo imaginado por sus predecesores desde 1823, cuando el Secretario de Estado John Quincy Adams escribió esa Doctrina para el Presidente James Monroe. Con la excepción de John Kerry durante el segundo mandato de Barack Obama. Tillerson opinó que la famosa Doctrina es «tan relevante hoy como lo fue el día de su escritura», por lo tanto revirtiendo formalmente el anuncio de Kerry de que la era de la Doctrina Monroe había terminado. Refiriéndose a China y Rusia, Tillerson concluyó que «América Latina no necesita nuevos poderes imperiales». Aparentemente preferiría un regreso al antiguo imperio.

(*) Profesor de Historia en la American University en Washington y autor de Repensando el antiamericanismo (Cambridge University Press.)


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