Argentina: Guerra comercial y conflictos híbridos – Por Jorge Elbaum

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Jorge Elbaum*

La decisión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de iniciar una guerra comercial imponiendo aranceles a la importación de acero y aluminio, y los cambios anunciados en su gabinete con el nombramiento del director de la CIA, Mike Pompeo, como nuevo responsable del Departamento de Estado, elevaron los niveles de conflictividad internacional y desafían la paz mundial.

El arancel del 25 por ciento a las importaciones de acero y del 10% a las de aluminio fueron anunciados como un asunto de seguridad nacional, ante lo que Trump calificó como una “catástrofe y un desastre” producto de la desindustrialización. “Cuando llega el momento en que no puedes fabricar aluminio y acero (…) no tienes mucho destino como país”, afirmó. El objetivo proteccionista fue justificado por funcionarios del Departamento de Comercio como una forma de resistir la ofensiva de Europa, China y Brasil en rubros en los que Washington posee un déficit creciente.

Estados Unidos finalizó 2017 con una balanza comercial negativa de un monto de 810.000 millones de dólares. Sólo fue superavitario en servicios, con 243.000 millones de dólares. Las contramedidas anunciadas por la Unión Europea –sus 28 miembros anunciaron que responderán en bloque— incluyeron la inmediata programación de aranceles a las motocicletas Harley-Davidson, el bourbon y los pantalones Levi’s. La administración Trump advirtió que esta réplica implicará medidas en relación con los automóviles europeos. El portavoz del FMI, Gerry Rice, fue explícito al señalar que “nos preocupa que las medidas propuestas por Estados Unidos amplíen de facto las circunstancias en las que los países utilizan la lógica de la seguridad nacional para justificar restricciones de importación más amplias”.

La Unión Europea es la segunda mayor productora de acero en el mundo después de China, con unos 170 millones de toneladas métricas al año, o el 10% de la producción mundial. La medida perjudica a la Argentina en forma directa por sus propias exportaciones de acero y aluminio, e indirecta también, ya que un tercio de las exportaciones de acero de Brasil se dirigen a Estados Unidos. El titular de la OMC, Roberto Azevedo, advirtió que la decisión arancelaria supone el lanzamiento de una guerra comercial que “se sabe cómo se inicia, pero no cómo termina”.

Nueva doctrina de la Guerra

Según la nueva doctrina de la guerra sustentada por los think tanks republicanos (a la que adhiere el gobierno argentino), los conflictos mundiales contemporáneos implican un cambio con respecto a la guerra asimétrica, caracterizada por enfrentamientos entre ejércitos convencionales y fuerzas insurgentes. La nueva forma de la conflictividad internacional se denomina “guerra híbrida” y supone –de manera coordinada— aspectos armamentísticos, tácticas irregulares, sabotajes financieros, regulaciones comerciales, terrorismo, ciberdefensa y conquista de la opinión pública mediante el control de medios de comunicación masiva. Según los documentos académicos utilizados por el Pentágono, la posibilidad de controlar el curso de los acontecimientos contemporáneos debe incluir el registro, la intervención y el monitoreo de todas las facetas de la vida, entre ellas –prioritariamente— las económicas y las culturales.

Esta doctrina “compleja, multicausal e interactiva”, no puede consentir un déficit comercial como el que hoy arroja el balance estadounidense. Esto es lo que el Comando Sur eufemiza como trabajo de colaboración entre agencias: la articulación con socios locales, jueces, think tanks, empresarios y referentes culturales o mediáticos dispuestos asociativamente con los intereses de seguridad estratégicos. Es la única forma —advierten sus escribas— de que Estados Unidos pueda desarrollar en un mismo momento casi cien teatros de operación bélica.

Los grandes enemigos definidos por el Pentágono son China, Rusia, Corea, Venezuela e Irán. Beijing, que es el primer productor mundial de acero, respondió a Trump el último 9 de marzo exigiendo “acatar las normas del comercio multilateral (…) y el orden económico”. Todos los analistas internacionales conjeturan que las respuestas de China no se harán esperar y que incluirán aspectos geopolíticos –además de los comerciales— orientados a restringir su cooperación en el control nuclear de Corea del Norte, un factor clave en la “campaña de presión máxima” del Consejo de Seguridad de la ONU, para evitar que Pyongyang continúe con sus programas misilísticos de largo alcance.

El segundo de los movimientos de Trump se orienta a cambios en su gabinete: el nombramiento de Mike Pompeo como responsable de la cancillería y de Gina Haspel como titular de la CIA. Esas adecuaciones se orientan a desplegar la doctrina híbrida con mayor especificidad y menores pruritos. El ex jefe del Departamento de Estado, Rex Tillerson, que permanecerá en su cargo formalmente hasta fines de marzo, se había constituido en impedimento para Trump: el ex petrolero de la Exxon Mobile había opinado reiteradamente acerca de la inconveniencia de invadir Venezuela y atacar Corea del Norte y había catalogado de “imbécil” a Trump frente a periodistas que no dudaron en difundir y multiplicar la descripción.

La derecha republicana promueve el concepto de guerra total, que incluye la beligerancia comercial, la protección de socios en cada uno de los países, la ciberdefensa y el despliegue en el teatro de operaciones y fuerzas irregulares.

Michael Richard “Mike” Pompeo ha ingresado en la cámara de representantes a través del patrocinio de los empresarios petroleros Charles y David Koch, hermanos y adalides del sector más supremacista del republicanismo. Se ha desempeñado como representante del 4to distrito electoral de Kansas entre 2011 y 2017 y fue integrante del denominado Tea Party, el grupo opositor a Barack Obama dentro del Congreso durante sus dos administraciones. Se constituyó en uno de los más fervientes opositores al acuerdo de desnuclearización de Irán. El 18 de noviembre de 2016 fue nombrado director de la CIA y el Senado aprobó su pliego el 23 de enero de 2017. Se graduó en la academia militar de West Point, tuvo participación en la guerra del golfo de 1990 y fundó tiempo después —bajo la protección de los hermanos Koch—, la empresa Thayer Aerospace and Private Security dedicada a la producción de piezas para la aviación militar. Su inserción empresaria incluye la participación protagónica en la Compañía Petrolera Sentry International, con sede en Kansas, dedicada a la construcción de plataformas para la extracción petrolera mediante la tecnología conocida como fracking.

Sus declaraciones públicas lo destacan como un férreo opositor de Rusia y China. Sobre Putin ha afirmado que “le complica la vida a Estados Unidos” y sobre Beijing ha repetido que su expansión económica y su poder militar suponen un peligro para la seguridad de Washington. Pompeo, que también fue un fuerte antagonista del cierre de la cárcel de Guantánamo, es un enemigo de la regulación de la emisión de gases que producen el denominado efecto invernadero, y se opone a que sean etiquetados (como pretenden muchos grupos ambientalistas) los alimentos que son elaborados con organismos genéticamente modificados. Es uno de los legitimadores del controvertido programa de recopilación de datos de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) quien más ha insistido en el supuesto peligro que representa Venezuela para la seguridad de Estados Unidos. Una de sus diferencias con el desplazado Rex Tillerson se hizo evidente en los últimos meses, en referencia a la presencia de agentes de la CIA en las distintas delegaciones diplomáticas en todo el mundo: Tillerson evaluaba que un exceso de dichos agentes podría generar consecuencias negativas en la imagen generada por su gobierno.

Gina Haspel, nueva directora de la CIA

El caso de Gina Haspel –hasta el 31 de marzo subdirectora de la CIA— contiene aspectos más limítrofes con la infracción a todas las normativas internacionales. Ha sido responsable de una dirección de asuntos encubiertos ( sin programa ni presupuesto aprobados por el Congreso) a través de la cual se desarrollaron secuestros extrajudiciales y torturas sistemáticas. Ha permanecido 30 años dentro de la agencia y ha sido acusada de extender el método del “submarino” en el desarrollo de interrogatorios en bases instaladas en Tailandia. La difusión de esas operaciones, en el marco de una investigación desarrollada por el Washington Post, consignaba que dirigió “una prisión secreta donde los detenidos eran sometidos a simulaciones de ahogamiento”, y que “había estado implicada en la destrucción, en 2005, de vídeos comprometedores sobre dichas técnicas de interrogatorio exhaustivo”.

El resumen de 528 páginas de las investigaciones realizadas por la Comisión Bicameral de Inteligencia del Congreso, publicada en 2014, acusa a Haspel, por entonces jefa de servicio del sistema clandestino nacional de la CIA, de ser participe de esos crímenes y de co-responsable en el ejercicio de destrucción de evidencias para evitar ser enjuiciada. El documento completo permanecerá clasificado hasta el año 2029. Barack Obama declaró su desconfianza ante la posibilidad que dichos documentos vean algún día la luz, por lo que exigió que una de sus copias permanezca en la memoria presidencial, cuyos materiales se conservan en la Biblioteca de Chicago.

Según los analistas más críticos del trumpismo, la combinación entre proteccionismo y belicismo es la expresión del triunfo de una alianza entre el complejo militar industrial –del que Pompeo es parte— de los neoconservadores supremacistas y de los sectores evangélicos aliados a los colonos israelíes (expresada por AIPAC), partidarios de la resolución militar de todas las problemáticas en Medio Oriente.

En ese marco de alta conflictividad, el gobierno de Mauricio Macri ha decidido enviar a Washington a su secretario de comercio, Miguel Braun, para pedir alguna excepción a los aranceles al acero y el aluminio. Braun y el subsecretario de comercio exterior, Shunko Rojas, mantuvieron reuniones con la Oficina del Representante de Comercio de los Estados Unidos que no les garantizaron excepciones. Braun, quien reconoció en Washington que “la pelea viene muy complicada”, fue a defender los intereses de las familias Rocca, de Techint y de Madanes, cuyas exportaciones se verán restringidas a futuro.

Las exportaciones de la Argentina a Estados Unidos, en los rubros de acero, aluminio y biocombustibles –todos con aranceles previstos— representan el 44 por ciento del total del año 2017. El déficit comercial con Estados Unidos se incrementó el último año en un 5 por ciento, con un saldo negativo de 56 mil millones de dólares. Pareciera que para los neoliberales argentinos ni siquiera es necesaria la doctrina híbrida para someter su soberanía. Gina Haspel podría afirmar –en una de sus secretas conferencias de espionaje— que la oligarquía CEOcrática local es fácilmente manipulable gracias a su complicidad estratégica y el pertinaz ejercicio de autodestrucción nacional.

*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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