Venezuela: Bailando pegao – Por Maryclen Stelling

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Maryclen Stelling*

A medida que se acerca el 20-M, impunemente se agudiza la crisis económica. Sometidos e inermes ante la crítica realidad socio-económica y el proceso inflacionario desatado, incrementa en la ciudadanía el descontento, angustia y una fuerte sensación de indefensión.

Sentimientos que se enraízan en la agenda ciudadana, ante una respuesta oficial que se percibe lenta y desfasada frente al avasallamiento de lo que califican como “debacle social y económica”. Una sensación de inseguridad se apodera de la población, indefensa ante las fuerzas arrolladoras del proceso inflacionario. Expertos definen el sentimiento de inseguridad como un “entramado de representaciones, discursos, emociones y acciones” donde lo objetivo y lo subjetivo están entrelazados de un modo indisociable.

Un clima de hiperemocionalidad intolerable corre parejo con la hiperinflación sin control. Miedo, temor, ira y rabia; pérdida de la fe, inseguridad, ansiedad, sensación de amenaza e insatisfacción acompañan la cotidianidad y, en especial, la procura diaria de la subsistencia. Asistimos y somos víctimas de un encadenamiento de estados afectivos ante el avasallamiento de la situación económica.

El entramado emocional forma parte de la representación de la trama hiperinflacionaria que, a su vez, dota de sentido al mundo de representaciones y emociones. Un importante número de personas se perciben como víctimas y se consideran en situación de peligro real y potencial. Problema social que requiere protección y, sobretodo, control y castigo ante el deterioro creciente de la calidad de vida.

En el ámbito político y económico se configuran y compiten dos narrativas políticas sobre la crisis, que se establecen como descripción “legítima” de la realidad inflacionaria, apoyadas en relatos mediáticos en pugna y, en determinados casos, con un tratamiento sensacionalista de la crisis.

La ciudadanía exige respuestas a la guerra de precios y la escasez, al igual que a la situación general de deterioro de la calidad de vida.

Demanda que incluye tanto castigo al delito como la gestión de la inseguridad, en tanto sensación subjetiva y real. Ello reclama con carácter de urgencia la ejecución de una amplia gama de acciones y dispositivos que ataquen la crisis económica y la subjetividad producto de la crisis.

Ante la magnitud de la grave situación es imperante atender la dimensión económica, la política sin desmeritar la emocional.

(*) Socióloga venezolana, fundadora del Observatorio Global de Medios, columnista de diarios y televisión.

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