Chile: nueva marcha feminista por una educación no sexista en las universidades

571

Nueva marcha feminista este miércoles ocupará la Alameda

En el marco de una nueva jornada de protestas, que incluye un llamado a un paro nacional de mujeres, este miércoles se efectuará una nueva marcha feminista por las calles de Santiago, manifestación convocada por la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) y por la Coordinadora Feminista Universitaria (Cofeu).

La actividad, autorizada por la Intendencia, está citada para las 11:00 horas para efectuar un recorrido desde la Plaza Italia al poniente por la calzada sur de la Alameda, con destino a calle Echaurren.

La autorización estuvo en veremos durante los últimos días debido a que la Intendencia Metropolitana pretendía modificar el trayecto de la movilización hacia avenida Recoleta, pero finalmente se otorgó el permiso este martes.

Sin embargo, la intendenta Karla Rubilar advirtió que futuras marchas sí deberán efectuarse por Recoleta, lo que ya fue rechazado por dirigentas estudiantiles.

Además, Carabineros implementará una serie de desvíos producto de esta protesta, la que se replicará en diversas ciudades del país.

Cooperativa


La raíz de la lucha feminista

Por Lucía Alegrete González

El movimiento feminista está a la orden del día. Todo comenzó con la masiva marcha que recorrió las principales avenidas de Santiago, con millones de mujeres exigiendo el fin del patriarcado; posteriormente, se sumó la lucha de las estudiantes por una educación no sexista y, como colofón, la semana pasada vino el primer parte por acoso callejero en las Condes.

El mundo se ha vuelto loco, pensaron muchos, el feminismo se está yendo de las manos y ahora, más que promover la igualdad, se quiere imponer la superioridad femenina.

En este contexto y, por casualidades de la vida, una amiga me propuso ver la película No soy un hombre fácil. Una comedia romántica que, obviamente, no optará a los próximos Oscar, pero que, inconscientemente, me hizo reflexionar sobre este gran movimiento.

La cinta cuenta la historia de un atractivo parisino, conquistador innato de mujeres y exitoso empresario. Machista en sus formas y seductor en su apariencia, juega a su antojo con sus conquistas amorosas.

Bien, hasta este punto ninguna novedad en el argumento.

La cosa cambiar cuando un día se despierta y el mundo ha invertido los roles: los hombres visten con minifaldas, camisas apretadas y clásicos bolsos, al tiempo que las mujeres portan elegantes trajes de chaqueta y muestran su bravuconería por doquier.

Ahora ellos deberán depilarse el pecho por completo para poder atraer a una mujer, serán los “secretarios” de las empresas o los “nanos” de las casas, solicitarán el postnatal en el trabajo, deberán encargarse del cuidado de los niños y aguantarán piropos indeseables en cualquier momento del día.

También aparecerán en la mayoría de anuncios publicitarios semi desnudos, no podrán gozar de pequeños placeres como comer un trozo de torta de chocolate por ese miedo culposo a engordar, se pondrán relleno en los pantalones para lucir un buen trasero, deberán aprender a lavar y planchar y tendrán que aguantar a la familia preguntando constantemente por esa pareja imaginaria.

Por su parte, ellas gozarán de revistas pornográficas en su casa sin problema, tendrán cestas con tampones en su mesa de trabajo, jugarán con sus amigas al póker, beberán cerveza sin descanso, gritarán tiradas en el sillón cuando hay partido de fútbol y contratarán hombres jóvenes para pasar el rato.

También practicarán boxeo para desestresarse, participarán de peleas en bares, serán exitosas en el trabajo, conducirán el último modelo deportivo, trivializarán el sexo, silbarán a los hombres apuestos por la calle, saldrán a trotar sin camiseta mostrando sus pechos sin ningún tipo de pudor y acumularán romances sin escrúpulos.

En una escena, el protagonista, tratando de lidiar con esta extraña situación, entra en un bar y observa cómo la camarera se niega a atender a dos hombres, aparentemente normales y corrientes. Todo cobra sentido cuando esta señala los pañuelos que llevan sobre la cabeza como la “razón” de la exclusión, la ejemplificación de un burka masculino.

¿Qué quiero decir con todo esto?

Hay ciertos comportamientos tan naturalizados e implantados en la sociedad que muchas veces no somos conscientes que están. Que hayamos nacido con unos valores y nos hayan insertado unos patrones de conducta específicos no implica que estos sean los correctos.

Y es que algunas cosas, hasta que no las vemos desde otra perspectiva, no nos damos cuenta de cuán absurdas pueden llegar a ser.

Sucede lo mismo cuando un extranjero llega a Chile y se da cuenta de que el transporte cuesta más en hora punta, que en las entrevistas debes responder a tus “expectativas de renta”, que las empresas cotizan en bolsa las pensiones de los ciudadanos, que sigan existiendo los cafés con piernas o que haya farmacias y botillerías en cada esquina.

Pasa prácticamente lo mismo con el machismo. Hemos normalizado tanto algunas conductas que nos hemos olvidado que no deberían ser así.

Las mujeres no deberían luchar porque su salario se equipare al de los hombres, porque debería ser así por ley. Tampoco se deberían vestir obligatoriamente con faldas, camisas ajustadas y tacones para acudir a las reuniones de trabajo. Lo siento, pero a mí me gustan los pantalones y zapatos igual -o más- que a un hombre.

Tampoco las mujeres debieran maquillarse para verse bonitas, pasar vergüenza si no están depiladas, no llevar preservativos por miedo a que las tilden de promiscuas o dar explicaciones si no quieren comprometerse con un hombre.

Por no hablar de tener que lidiar con los silbidos y piropos que los hombres escupen cada día, que tengan que excusarse cuando se van con un hombre a la cama por simple placer o de forzarse a comer todos los días ensaladas para conservar su “linda silueta”.

Es entonces cuando el movimiento cobra realmente fuerza. A veces, resulta complicado explicar contra qué se lucha, al no ser un hecho concreto o una demanda específica. El feminismo más profundo radica en la esencia de cómo está compuesta la sociedad.

La separación de sexos viene implícita desde el momento en que nacemos: rosa o azul, pantalones o falda, barbies o action man, cocinitas o videojuegos, fútbol o compras, rock o pop, princesas o superhéroes…

La excusa de los más conservadores sigue siendo que los hombres y las mujeres son diferentes y que es estúpido equiparlos cuando tienen cualidades propias. Si bien nadie discute esto, esta afirmación se está empleando para justificar comportamientos injustificables y totalmente insertados en nuestra vida diaria.

Es entonces cuando el feminismo, por mucho cariz radical que tome, por muchos pechos que muestre durante las marchas, por muchas universidades que se lleve por delante, por muchas peticiones que pida, por muchos “inocentes piropos” que pueda denunciar, sigue siendo totalmente válido.

Porque mientras siga existiendo una sola persona que no comprenda lo profundo de la lucha, que no sea consciente de la generalización de actitudes machistas que ocurren cada día, seguirá habiendo mujeres que griten, con todo derecho, hasta quedarse sin voz.

Y a todos esos que critican no les quedará más remedio que taparse bien fuerte los oídos, hasta que finalmente llegue ese día en que decidan escuchar y, esperemos, comprender.

El Desconcierto


Estudiantes de universidades privadas: La voz de los invisibles

Más de veinte universidades se encuentran movilizadas exigiendo una educación no sexista, un movimiento que ha develado un sinfín de casos de acoso sexual, abuso de poder y una forma institucionalizada de silencio que hoy tiene voz.

Durante los últimos días, Chile ha sido testigo de escenas históricas, como la primera toma feminista en la Universidad Católica, donde sus estudiantes sentaron a negociar a la rectoría, consiguiendo nada menos que la acogida inmediata de sus demandas. Según expresó el rector de dicho plantel, Ignacio Sánchez, las peticiones del estudiantado “serían abordadas en el corto, mediano y largo plazo”.

Catalina Cabello, vocera del movimiento feminista lideró la toma expresando que“la Universidad Católica es una de las principales cómplices de la violación de los derechos de la mujer, lo que se ve reflejado en que continúe la objeción de conciencia de la red salud UC Cristus, a pesar de que todo el estudiantado votó en contra de esta medida, solo por responder a un conservadurismo obsoleto”.

Este escenario de movilización estudiantil ha tenido como parte de sus protagonistas a las universidades privadas, planteles que hace cerca de diez años se han incorporado como uno de los actores principales dentro de las demandas sociales. Aun cuando en estos contextos institucionales la organización de los estudiantes no es tan natural como en universidades públicas.

Privadas movilizadas

El sistema de educación superior chileno cuenta con cerca de 150 planteles que hoy forman a estudiantes en diferentes disciplinas. Durante los últimos meses hemos sido testigos de cómo algunas de estas casas de estudios han sido tomadas o se encuentran movilizadas.

El contexto institucional de las universidades privadas es diametralmente diferente al de las universidades públicas, ya que en estas últimas, por lo general, existe una política partidista activa con representantes federados dentro de una organización mayor. Por el contrario, en las instituciones privadas de educación, el desarrollo de federaciones de estudiantes está en construcción, aunque algunas ya han logrado desarrollar esta lógica de trabajo político.

Sin ir más lejos, en las movilizaciones desarrolladas por estudiantes de la Universidad Andrés Bello durante el año 2016, se constituyó la primera federación que congregaba a los diferentes campus que hoy mantiene dicha casa de estudios. Durante dicha movilización nacional de la UNAB se sumarió a 21 estudiantes que participaron en las protestas, aludiendo al reglamento interno de conducta de la institución, específicamente al artículo 17 del reglamento de disciplina.

Dicho instrumento institucional sigue vigente y es parte de las condiciones a las que se deben enfrentar los estudiantes cuando deciden movilizarse. Estas presiones no son las únicas barreras que deben sortear los jóvenes, ya que según explica Paulina Arancibia, estudiante de cuarto año de derecho de la UNAB, “lo más complejo es que las bases consideren la necesidad de movilizarse cuando están suscritos a un modelo educativo como el de la universidad privada”.

“En general los centros de alumnos casi todos los años, desde 2014, que es la época en que yo he sido alumna, han sido movidos y entregan información. El punto es llegar a las bases, porque existe un individualismo que los lleva a pensar solo en ‘yo vengo a estudiar y quiero mis clases y me voy’. Muchos de nuestros compañeros no vienen a formar comunidad, no vienen a construir una conciencia social, es bastante difícil llegar a los compañeros”, plantea la estudiante de derecho.

El año 2017 la Universidad Andrés Bello contaba con más 43 mil alumnos, seguida por Inacap (36 mil), la Universidad de Chile (31 mil), Santo Tomás (28 mil) y San Sebastián (27 mil). Según explicó la estudiante de derecho de la UNAB, una barrera con la que se encuentran para desarrollar una organización estudiantil es que los alumnos “no tienen experiencia, ya que la mayoría de los estudiantes son de colegios subvencionados, colegios de clase media o municipales de comunas periféricas en los que no se viven los movimientos sociales”.

El caso de la Universidad Andrés Bello se repite en la Universidad Alberto Hurtado, que durante 2016 también persiguió estudiantes a través de sumarios, y la Universidad Católica Silva Enríquez que, según planteó el sociólogo Miguel Urrutia, ha acabado con todos los focos de organización estudiantil, yendo en contra del planteamiento de su fundador.

En el caso de la Universidad Diego Portales, específicamente en la facultad de Arquitectura, Diseño y Arte, que se encuentra en toma, las alumnas que han levantado la movilización feminista dicen que las relaciones con la rectoría están totalmente rotas, que no existe comunicación, y lo que es peor, se informa a través de correo electrónico que se retomarán las clases y las evaluaciones, aunque la toma siga.

Según cuentan las estudiantes, las estrategias para terminar con la movilización son variadas, por ejemplo, revisiones de evaluación fuera de los edificios en toma o la obligación para los funcionarios de trabajar en otras sedes mientras sus puestos de trabajo son parte de la movilización.

En términos académicos, Gabriela Toro, estudiante de la facultad de Arquitectura de la UDP planteó que “en ese sentido hay mucha desinformación con lo que se habla, con lo que se sabe, porque desde ahí nace el descontento. En mis cuatro años aquí me ha costado mucho, desde la institución, adoptar ciertos conocimientos que tienen que ver más con las luchas sociales, con el feminismo, con la educación o el movimiento estudiantil, y he tenido que hacerlo desde el autoeducación”.

“Tampoco hay una cultura de la política, muchas veces se confunden en hablar de política con el discutir, pero cuando uno se empieza a cuestionar las cosas y empiezas a tener tus propios planteamientos vas visualizando ciertos problemas sociales, y eso nunca se ha dado, puedes hablar algunas palabras sueltas con los profesores, pero no te enseñan a tener un planteamiento crítico respecto al entorno”, explicó Valentina Fuentes.

Una de las estrategias que la administración de la UDP tiene para deponer las manifestaciones es “mandar información que no es real, también así tratan de controlar a las personas que están asustadas por el tema académico y también se crea una animadversión contra nosotras, con esto crean una segregación de las personas que quieren seguir con su vida académica normal y las que quieren seguir movilizadas”, denuncia Francisca Malagueño.

Corriendo el cerco institucional

La experiencia de estudiantes de la Universidad Andrés Bello y Diego Portales reflejan una realidad latente para los movimientos estudiantiles. La oposición a la expresión de los jóvenes frente a reivindicaciones sociales y derechos fundamentales se vuelve un reflejo de nuestra sociedad, que en una adultez próxima, se podría repetir como un patrón.

Es necesario considerar que en las universidades públicas la triestamentalidad sigue siendo un punto histórico en las luchas por conseguir representatividad en las instancias de decisión, aun cuando existe una participación instituida de parte del estudiantado.

El punto es que en las privadas aún se sigue luchando para que los estudiantes tengan voz. Miguel Urrutia, sociólogo y académico de la Universidad de Chile señaló a nuestro medio que“un mundo con tantas restricciones de organización, con tanta restricción para la acción colectiva como es el mundo de las universidades privadas, tiende a reinstalarse como pregunta no solo los beneficios de que gozan los estudiantes, sino que si dispone o no de los medios de una determinada forma metodológica que permita expresar cualquier posición colectiva. El solo hecho de ir a paro por fuera de las restricciones estatutarias que tienen esas universidades, de sus propios cánones internos, ya se podría decir que es un hecho constituido de política de trasformación en las relaciones de poder al interior de esas universidades independientemente de los fines, de los logros y conquistas. Hay ahí una conquista en sí misma, por el cerco que está tendido sobre la posibilidad de organización estudiantil en las universidades privadas”.

Por otra parte, es necesario fijar muy bien el ojo, ya que tal como ocurre con los sindicatos en las empresas “hay federaciones amarillas formadas por las instituciones privadas de educación y que trabajan en esos términos, y aunque aceptan todas las normas, hay autoridades que les parece que ese espacio no se debiera conceder y que los estudiantes no tienen que vincularse”, explicó Miguel Urrutia.

Aunque el sociólogo hace la salvedad que este panorama no se puede generalizar, sino que es necesario hablar de una heterogeneidad, que por lo actual del fenómeno social nos permite ver sobre la base de algunos ejemplos un problema que podría abordarse complejamente.

Según planteó Urrutia, existe un modelo de politización sacrificial que marca sus avances mediante “sacrificios que pagar, cancelaciones de matrícula, se pierden clases, dinero, calificaciones, y ese modelo hoy lo encarnan fuertemente las universidades privadas por razones estructurales, están determinadas a ser el chivo expiatorio de esto y su manera de hacer política es bien sacrificial. No digo que sean los únicos, también están las universidades públicas que usan esto como una puerta flexible que no solo se basa en sostener este gesto de sacrificio, sino que el combinar herramientas en operar practico- estratégicamente, voltear, replegarse, conseguir, conquistar, volver a plantear, procesar. No todas las conquistas son buenas a veces renunciar a ciertas conquistas para luego ir a una conquista más profunda, van contribuyendo a una nueva forma de politización”.

“Para los que estamos acostumbrados, hay una historia reciente con un enorme despliegue de los sectores dominantes que se ha traducido en una capacidad muy fuerte para recuperar terreno, incluso, desde los movimiento contestatarios en torno a sus intereses. Aun así sabemos que el cerco se ha corrido, que la imaginación avanza, que se generan condiciones para una sociedad de tipo diferente, a lo menos post neoliberal, en esa historia de marcha lenta y que tiene pequeños pasos como el movimiento que estamos viendo ahora, quizás, el más importante de los hitos que vamos a reconocer hasta estos minutos. En los cambios que se están consiguiendo, este movimiento tiene una relevancia mayúscula”, finalizó el sociólogo de la Universidad de Chile.

Diario U Chile

Más notas sobre el tema