Ecuador: ahora le tocó a Correa – Por Rafael Cuevas Molina

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Por Rafael Cuevas Molina- AUNA-Costa Rica

Pocas veces se ha visto tamaña traición como la que ha perpetrado Lenin Moreno. No es una traición solamente a Rafael Correa su mentor, sin el que con toda seguridad no habría llegado a la presidencia de su país; es una traición al partido Alianza País, al movimiento social ecuatoriano y a todos los que, en toda América Latina le apoyamos pensando en que continuaría la tarea emprendida por su antecesor.

El suyo no es un caso aislado. Se trata, por un lado, de la estrategia seguida en América Latina para barrer con todo vestigio que recuerde al progresismo que prevaleció durante poca más de diez años. Es una estrategia concertada, con las mismas características en Ecuador, Brasil o Argentina y, en nuestro continente, se sabe de sobra quién es el único que tiene la visión y la capacidad para llevar adelante una concertación de esta magnitud. A esta convicción puede llamársele conspiracionismo, pero cuando pasado el tumulto, y conseguidos los resultados deseados, las cosas salen a la luz, resulta que teníamos razón.

Se trata, sin embargo, no solo de borrar los rastros del progresismo sino, también, de escarmentar. Es la misma estrategia usada cuando escapaba el esclavo, que al ser capturado era castigado atrozmente para asustar, para que todos aprendieran que no se puede desafiar el poder y la voluntad del amo. Y todos los demás, los que no habían huido, los que temerosos que se habían quedado en sus casas agachando la cabeza, se congratulaban entonces de no haber seguido al insumiso y, quizá, hasta recibieran algún mendrugo como recompensa a su fidelidad de perrito faldero.

Como bien se dice en un documento oficial norteamericano desclasificado relativo a la Guatemala de 1954 citado por Nick Cullather, “Si están descontentos (los oficiales guatemaltecos) por estar dentro de la esfera de influencia de los Estados Unidos, debería recordárseles que los Estados Unidos es el amo más tolerante y generoso en la actualidad, que recompensa a la colaboración con ayuda material y les permite mucha mayor soberanía e independencia en su esfera que los soviéticos”[1].

Durante más o menos quince años, los que hoy persiguen a Correa, y hoy se congratulan de no ser ellos los que son acosados, se preguntaron qué pasaba con el matón del barrio que parecía no reaccionar a las veleidades autonomistas de una cohorte de insumisos. Su rasgamiento de vestiduras fue acompañado de especulaciones y teorías de porqué el Tío Sam parecía arrinconado, marginado y dejaba que se le faltara el respeto. Una de las especulaciones más socorridas fue que el Gran Garrote había sido sacado a pasear en otras latitudes, por el Medio Oriente o el norte de África, y eso lo había distraído de su tradicional patio trasero, tal como lo llamó sin ambages y directamente, a lo yanqui, el Secretario de Estado de Barak Obama, John Kerry.

Pero lo que ha salido con evidencia posteriormente es que no se trataba de descuido, pifia o atención dispersa de nuestro vecino del norte, sino de lo que en el sur se venía logrando, que era nada más y nada menos que la convergencia de voluntades para unirse latinoamericanistamente.

Cuando quienes comandaron esa tendencia a la que se aspiraba desde tiempos de Simón Bolívar dejaron de tener un papel dirigente, ya fuera por muerte, como en los casos de Néstor Kirschner y Hugo Chávez, o porque concluyeron su mandato, como los casos de Lula y Cristina, los que habían estado al acecho encontraron el resquicio para volver.

De lo que se trata ahora es de un proceso restaurativo, es decir, de recomponer el modelo que los gobiernos progresistas estaban echando a perder. De ese camino no se aparta ninguno de los restauradores, y en eso entra claramente el gobierno actual del Ecuador.

En ese contexto debe entenderse la persecución judicial contra Rafael Correa.

Nota:[1] . Nick Cullather. Guatemala, Operación PBSUCCES. Las acciones encubiertas de la CIA en apoyo al golpe de Estado de 1954, Guatemala, Tipografía Nacional, 2004, p. 84. Agradezco al Dr. José Cal de haberme brindado la referencia.

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