Globalización y Estado: ¿eficiencia o precariedad?

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Por Horacio Fernández *

Los cambios impuestos por las tendencias dominantes en la economía mundial a los Estados en la región de Latinoamérica y el Caribe muestran algunas particularidades a la hora de analizar el futuro del trabajo en el Estado.

Sumado a la desarticulación de las funciones del Estado centradas en la producción de bienes y servicios como resultado de lo impuesto por la primera oleada de reformas; llegan ahora las propuestas de supuesta modernización y descentralización, y las actuales ideas desreguladoras que buscan garantizar una incorporación exitosa a la globalización.

A ello se suman que los servicios que aún brindan algunos Estados y las llamadas “compras públicas” son un claro objetivo de las iniciativas del libre comercio. Cada una de estas acciones han ido reconfigurando los Estados en nuestra región en estas últimas décadas.

Hoy, junto a los fenómenos introducidos por la innovación tecnológica, los procesos de subcontratación y tercerización del empleo conviven, como un fenómeno particular, con la desaparición de aquellas funciones que caracterizaban las capacidades regulatorias y/o productivas del Estado.

La competencia “a la baja” por atraer inversiones, garantizar la libre circulación de mercancías y capitales en favor de la apertura al mundo y la incorporación exitosa a la globalización, se traducen en la desaparición por completo de las áreas que garantizaban estas capacidades estatales, inclusive las científicas-tecnológicas. Y también en la transferencia de estas actividades a los propios intereses privados.

El retroceso de la participación de los Estados en la economía y la limitación de su soberanía, son muestras de la imposición sobre éstos de un nuevo orden global donde priman los intereses económicos por sobre los estatales o sociales. ¿El resultado? Los intereses del mercado global están por sobre el interés público.

Es por eso evidente que las estructuras estatales tal como fueron características de los modelos de bienestar ven ahora redefinidas sus funciones y su tamaño. Delegando muchas de sus funciones a operadores privados, muchas veces trasnacionalizados, en especial aquellas ligadas al control y regulación de las funciones delegadas.

Y a esto debemos agregar también que la globalización no es simétrica, sino muy por el contrario, un terreno donde la polarización establece relaciones de subordinación más que evidentes en nuestra región. El peso de los Estados en la mundialización está determinado por su nivel de desarrollo.

Tal redefinición del modelo de Estado no puede sino tener serias incidencias sobre el trabajo en el ámbito estatal, tanto en la cantidad de trabajadores como en la calidad del trabajo.

A pesar de esto, es importante dejar en claro que este no es un derrotero inexorable. En efecto, resultan evidentes los problemas que presenta la globalización, que han llevado a poner en crisis el propio proceso de acumulación. Crisis que por un lado generan disputas entre distintas facciones del capital, y por otro presentan evidentes problemas de gobernabilidad social.

En tal sentido, se abre la posibilidad de instalar un debate sobre otro tipo de regulación social de este paradigma y por tanto, otro vínculo con el proceso de incorporación de tecnología.

En tanto el Estado tiene que expresar el interés público puede ser el vehículo que proyecte otro tipo de regulación social, estableciendo otro marco para la incorporación del cambio tecnológico, donde la eficiencia estatal no esté ligada a la precarización laboral sino en línea con una perspectiva de cooperación, desarrollo del interés común y construcción de comunidad.

* Secretario de Estudios, Estadística e Investigación de la CLATE y Director del Instituto de Estudios sobre Estado y Participación (IDEP) de ATE-CTA Autónoma


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