La Argentina mostró al mundo su mejor perfil – Diario La Nación

607

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

La reunión del G-20 en Buenos Aires es historia. Para nuestro país, en su carácter de anfitrión, resultó un éxito resonante e indiscutible. Para el presidente Mauricio Macri, también.

Con una organización absolutamente impecable, nuestro primer mandatario la condujo desde la sobriedad, con rigurosa seriedad y sin cometer errores. Lo hizo con serenidad y con esa sencillez simple que, por natural, alimenta el optimismo. Más aún, sin buscar nunca obtener réditos personales de una conferencia que tuvo entre sus preocupados asistentes a las dos grandes potencias económicas del mundo, hoy empeñadas en una guerra comercial que, de continuar, podría ser devastadora, mucho más allá de sus actores principales. Por esto, la tregua acordada por los Estados Unidos y China en Buenos Aires proyecta una cuota de esperanza, en el sentido de que los actuales enfrentamientos entre esos dos países podrían de pronto ser reemplazados por fórmulas inteligentes que permitan la reestructuración rápida de la Organización Mundial del Comercio, tarea urgente cuyo inicio no debe demorarse.

En el G-20, la Argentina pudo mostrar al mundo el perfil que ciertamente enamora a propios y extraños. Aquel que acerca y atrae. El que, con el paso del tiempo y la continuidad de las conductas positivas, es capaz de construir y proyectar confianza, sin la cual no podremos recoger rápidamente los frutos de la acertada decisión de volver al mundo luego de un período de 12 frustrantes y equivocados años: los del grotesco populismo que penamos bajo la administración kirchnerista.

La confianza, recordemos, no se construye ni proyecta sino con el riguroso paso del tiempo. Con conductas sensatas que se adoptan y se mantienen más allá de los avatares circunstanciales, evidenciando coherencia en el andar.

Quizá por lo dicho el sugestivo silencio de los líderes opositores ante los aciertos del presidente Mauricio Macri y de su equipo de gobierno, todo a lo largo del G-20. Actitud que, por pequeña que sea, no puede dejar de ser resaltada, por todo lo negativo que ella significa.

En este sentido, cabe resaltar el encomiable desempeño de la ministra Patricia Bullrich en el complejo capítulo de la seguridad, en el que los salvajes incidentes que alguna vez explotaron en Hamburgo no se repitieron en Buenos Aires en modo alguno, pese a que quienes con bajo número quisieron expresar sus disensos pudieron hacerlo efectivamente, sin mayores dificultades.

La acertada actuación de nuestro gobierno en el G-20 debiera ser aplaudida y reconocida por todos. Y comprendida en toda la profundidad de su enorme trascendencia. Ocurre que pudimos mostrar al mundo que efectivamente podemos ser confiables.

Esa actitud, que atrae, no debería ser desteñida nunca. Para ello deberíamos comprender que la única forma de mostrar credibilidad supone, de inicio, no dudar un instante en aplicar la ley a quienes, con sus inaceptables conductas, nos desprestigian a todos ante los ojos de todos. Esta es una gran responsabilidad de nuestros jueces y magistrados. La gran lección que nos debería dejar el G-20 a los argentinos tiene entonces que ver con nuestras conductas. En todos los frentes por igual. De ellas dependerá que en el exterior se nos respete y considere. Que se nos escuche, entonces. Y que se nos apoye, cuando lo necesitamos. No es poco. Es nada menos que poder mantener la excelente imagen proyectada por la Argentina en la reciente reunión del G-20, la que acaba de tener lugar en nuestro medio.

La Nación

Más notas sobre el tema