La lucha es colectiva – Por Lucía Cholakian Herrera y Carla Perelló

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El movimiento de mujeres, LGBTI+ y feminista marcó agenda en América Latina y se hizo visible en las calles, en las redes y en los espacios de dirección política como congresos y asambleas nacionales. Desde la oposición organizada contra la candidatura de Jair Bolsonaro bajo la consigna #EleNao y las dos vigilias organizadas por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito en Argentina, hasta el norte de la región donde el flamante gobierno de AMLO inauguró con un gabinete encabezado por mujeres. Es indudable la marca que deja el movimiento en el balance de un 2018 agitado: ellas y ellxs se ubicaron como un actor indispensable en la política regional y se constituyeron como una resistencia ante el giro a la derecha de la mano de gobiernos de tendencia neoliberal conservadora que buscan cercenar derechos y acallar voces.

Fueron las demandas feministas en alianza con los movimientos de derechos humanos las que resugieron en la agenda conflictos de larga data: las disputas por los derechos sexuales y reproductivos, los derechos lxs migrantes, la paridad, el derecho a la protesta, los derechos de las comunidades LGBTIQ+ y el derecho del acceso y permanencia en espacios educativos, culturales y políticos. Sumado a esto, se reforzaron las luchas vinculadas a la prevención y erradicación de las violencias a lo largo y ancho de toda la región, son la herencia de décadas tejiendo construcción en los barrios, en las casas y en las organizaciones que explotaron en el 2015 con #NiUnaMenos y el #NoNosCallamosMás y pisa fuerte en múltiples esferas de las sociedades latinoamericanas con un propósito: que el mundo de mañana sea más vivible, más humano, mejor.

Ante estos movimientos, los medios masivos de comunicación quedaron una y otra vez expuestos en su actuar como parte de un sistema que se ocupa de culpabilizar, estigmatizar y revictimizar a quienes deciden evidenciar el sistema opresivo que resurge cuando, por ejemplo, los jueces buscan la culpa en las víctimas o negocian penas de abusadores o femicidas para dejarlos impunes (Perú y Argentina), cuando dicen que tener una hija mujer es un “tropiezo” (Bolsonaro, Brasil) o intentan bajar la edad de consentimiento a 12 años y legislar en función de la resistencia que opone la víctima (Chile), sólo por mencionar algunos ejemplos. Comunicar con perspectiva de géneros y de derechos es necesario para no caer en la lógica de la prensa amarillista que se escandaliza y viraliza hechos individuales como si fueran únicos y aislados, para entenderlos y enmarcarlos en un contexto. Para esto, es imprescindible que cada vez seamos más las comunicadoras y periodistas feministas en los medios masivos de comunicación, en los lugares de decisión, en las organizaciones políticas, sociales y sindicales. Las luchas del movimiento de mujeres, feministas y diversidades sexuales tiene memoria e historia, el momento es ahora y la lucha es colectiva.


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