El caos organizado del nuevo canciller brasileño – Por Gilberto Maringoni, especial para NODAL

726

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Gilberto Maringoni*

Vale la pena gastar media hora y asistir a la versión íntegra del discurso de posesión del embajador Ernesto Araujo en Itamaraty, la cancillería brasileña. Es instructivo porque revela la construcción mental de uno de los posibles «intelectuales» del bolsonarismo.

Sintomáticas son los saludos iniciales, entre los que se destaca el de “su alteza imperial don Bertrand de Orleans e Bragança». El discurso es caótico y presenta un tono de ficción de los tiempos en el que las calles de Ouvidor y de Gonçalves Dias, en Rio, eran el centro del mundo elegante de Brasil, al final de los ochocientos.

Abundan frases en griego y en latín, citas de Clarice Lispector, Renato Russo, Raul Seixas, del barón de Rio Branco, Fernando Pessoa, Marcel Proust, Azeredo da Silveira y Cervantes. Ah, y de Olavo de Carvalho, «un hombre que después del presidente Jair Bolsonaro tal vez sea o gran responsable de los cambios por los cuales está pasando Brasil”, completó el canciller.

Sobre el capitán (Bolsonaro), las palabras también son superlativas: él “liberará Brasil por medio de la verdad”. La misión del diplomático será semejante: “liberar a Itamaraty (…) de ideologías perversas». Un desgarro y un fraseado: «A partir de hoy, Itamaraty volverá a la Patria Amada».

Medio desordenado, la alocución tiene un centro totalizante: la Nación, la Patria y el «amor». En ciertos pasajes, el encadenamiento de frases recuerda un dejo positivista, a pesar de que Auguste Comte no fue citado. Los tres conceptos forman la idea-fuerza de todo el gobierno. Por más ornamentales que sean –al final estamos entregando el Pre-Sal, Embraer, Alcântara etc. -, este vector dominante debe ser tenido en cuenta. Representa fuerte pedido popular: La lucha por la Nación, repitió algunas veces.

A narrativa fragmentada se acelera a lo largo de los minutos en los cuales apunta «amigos» y «enemigos». «Admiramos a Israel, (…) admiramos a los Estados Unidos de América, que le rinden culto a sus héroes”, pontifica. Y avanza: «Admiramos a los países de América Latina que se libraron de los regímenes del Foro de São Paulo, admiramos países de Europa como Hungría, Polonia y la nueva Italia», todos gobernados – o en vías de serlo – por la extrema derecha. «Y criticamos la tiranía de Venezuela», sentencia.

Araujo recorre la historia, en visión muy cuestionable. «Admiramos a las personas que vinieron a través de los océanos y nos fundaron», sin citar a los negros y dejando de lado a los que ya estaban en Brasil. Fuimos fundados a partir del exterior, esa es la formulación. En ese punto, la erudición araujoniana no se contiene y una cita más explota en el salón. Es un trozo de Ave María en tupi, para homenajear el trabajo de los jesuitas en su catequesis colonial.

El recién asumido se confiesa emotivo. “Cuando vi el filme ‘Independência ou Morte’ (1972), con Tarcísio Meira y Glória Menezes, a los cinco años de edad, no pensé que aquello existiera». Y confiesa que, al abrazar la carrera diplomática, años atrás, vio los cuadros y las referencias a Don Pedro I y a Don João VI (emperadores portugueses), en la sede del ministerio y pensó “¡eso existe!”.

En esa exaltación nacionalista epidérmica, no faltaron ataques al «globalismo», que sería contra nuestros valores, y a la «teofobia, que es el odio a Dios».

“El mundo no caminaba inexorablemente hacia el socialismo”, destaca casi al final, “así como no camina inexorablemente hacia el globalismo”. Para concretar sus metas, asegura: “Tendremos un Itamaraty abierto al pueblo”. La demanda de diversos sectores de la sociedad por un ConPeb (Consejo de Política Externa Brasileña), que acompañe de forma abierta la diplomacia siquiera fue tocada. Se desconoce cómo se dará la apertura propugnada por el titular del ministerio.

No sirve folclorizar al nuevo ministro, aunque sus ideas y textos denoten un cierto exotismo. Lo que si debe percibir que un cambio radical está en curos en las relaciones de Brasil con el mundo.

Los discursos fragmentados parecen ser la marca definidora del bolsonarismo. Hay un dejo de cultura twitter en esas intervenciones. Es preciso tener presentes algunos aspectos centrales:

1. Las formulaciones oficiales son totalizantes en el concepto de Nación. La izquierda necesita estar atenta y volver a pensar en esos temas con sesgo democratizante, pues tienen fuerte llamamiento popular, así como en los símbolos nacionales. No se trata de hacer demagogia. Disputar símbolos y valores es primordial en la lucha por la hegemonía.

2. Como en las palabras de Bolsonaro en la toma de posesión, el discurso totalizante envuelve la identificación constante de enemigos: el «globalismo», la «ideología de género», el «socialismo», o lo «políticamente correcto» etc.;

3. Hay una aproximación articulada entre la extrema derecha mundial. No por casualidad Araujo menciona los países/gobiernos con directrices semejantes, y los disonantes.

Estudiar estas agendas será una cuestión fundamental en los próximos tiempos.

(*) Profesor en Relaciones Internacionales, docente de Posgrado en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Federal del ABC (UFABC) en São Bernardo do Campo. Periodista y caricaturista.


VOLVER

Más notas sobre el tema