AMLO y Trump: dos extraños compañeros de viaje- Por J. Jaime Hernández

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por J. Jaime Hernández *

Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador se han convertido, por uno de esos caprichos de la historia, en dos extraños compañeros de viaje.

En dos presidentes que continuamente hablan de lo bien que se llevan para resolver el tema de la migración que aprieta desde Centroamérica, a pesar de que la evidencia sobre el terreno vaya en sentido contrario para miles de migrantes que siguen huyendo del infierno en Honduras, El Salvador o Guatemala para quedar atrapados en ese purgatorio llamado México.

Resulta sorprendente la ambigüedad que mantiene en pie a esta extraña alianza ya que, mientras Estados Unidos asegura que se mantiene en permanente contacto con funcionarios mexicanos para convertir a la frontera de ambos países en una suerte de franja de campamento para refugiados, el gobierno de México niega categóricamente que exista una cooperación de carácter vinculante para hacer de la frontera mexicana una suerte de “sala de espera de la desesperación” para miles de migrantes centroamericanos.

«No existe un acuerdo vinculante con el gobierno de Estados Unidos para responder al aumento en el flujo de personas, principalmente familias procedentes de Centroamérica, que deseen transitar en los dos países, en busca de oportunidades de desarrollo y protección», aseguró el pasado fin de semana el gobierno de México mediante un tajante comunicado de prensa.

Pero, si escuchamos con atención a la Secretaria de Seguridad Interna (DHS), Kirstjen Nielsen, quien se ha reunido en varias ocasiones con la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero y con el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, la historia parece ser muy distinta:

“Estamos ampliando el programa (para devolver migrantes de Centroamérica) a toda la frontera. Trabajamos y lo notificamos a los mexicanos. Ustedes han visto declaraciones de su cancillería, su equivalente al secretario Mike Pompeo y mi equivalente en México, (Olga Sánchez Cordero) de que están determinados a proteger los derechos humanos.

“Entonces, al ampliar el programa lo hacemos en conjunto con ellos, de manera sistemática. Pero el objetivo es ampliarlo”, señaló Nielsen durante una audiencia ante el comité de seguridad interna de la Cámara de Representantes.

Al llegar a este punto, uno se pregunta; ¿Quién esta abusando de las medias verdades?…¿Quién está ocultando información a los ciudadanos y, sobre todo, a los migrantes que siguen padeciendo los efectos colaterales de estas aparentes contradicciones?

Apenas el pasado 1 de marzo, el corresponsal de The New York Times en México aventuraba una tesis para explicar esta ambiguedad en la narrativa official de ambos gobiernos:

“El gobierno mexicano, a diferencia de sus prácticas previas para atener a refugiados, también ha permitido que su contraparte estadounidense devuelva a más de 120 mujeres, hombres y niños a Tijuana en lo que esperan la resolución de sus solicitudes de asilo en Estados Unidos.

“Ese programa de retorno será expandido a otros puntos fronterizos tan pronto como la primera semana de marzo.

“Los funcionarios de la administración de Andrés Manuel López Obrador han dicho que esta postura respecto a los migrantes es una decisión estratégica pensada para no hacer enojar a Trump. López Obrador, indican, no cree que Trump vaya a cambiar de parecer, así que ha evitado entablar una pelea pública posiblemente costosa sobre el tema.”

“¿No hacer enojar a Trump?”… mmmm

Aunque parezca insólita o fuera de lugar esta justificación para un presidente que asegura no ser capaz de “guardarse nada en el pecho” o no ser capaz de callarse para decir las cosas de frente, todo parece indicar que, efectivamente, el mandatario mexicano ha decidido caminar de puntitas en torno al Presidente de EU para no enojarle.

Particularmente cuando lo que esta en juego, según aseguran sus allegados, es un ambicioso programa de desarrollo regional que busca atenuar o reducer sustancialmente el éxodo que empuja desde Centroamérica.

Y a pesar de que ésta iniciativa ya cuenta con el apoyo oficioso del presidente Donald Trump para impulsar este Plan de Desarrollo Integral para el Triángulo Norte de Centroamérica (por un monto de hasta 10 mil dólares, según ha señalado el presidente López Obrador), lo cierto es que siguen muchas dudas sin despejar sobre la fuente de financiamiento que vendría desde Washington.

Porque, si nos atenemos a las enormes dificultades que ha enfrentado Trump para conseguir los 25 mil millones de dólares para reforzar el Muro, lo cierto es que no parece claro que un Congreso dividido tenga el estómago que se requiere para aprobar una ayuda que solo podría venir de la agencia de promoción de inversiones privadas (OPIC).

Es decir, de inversionistas privados que difícilmente se arriesgarían en un terreno tan volátil y violento en El Salvador, Honduras y Guatemala.

Por lo tanto, la esperanza de una solución a corto y mediano plazo para los millones de migrantes que seguirán formando parte de las caravanas, no parece ser suficiente para contener a esa marea de refugiados que seguirán empujando hacia el norte mientras Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador siguen poniendo a prueba una alianza contra natura que los ha convertido, efectivamente, en dos extraños compañeros de viaje.

* Corresponsal de distintos medios internacionales en España, Francia, Bélgica y EU durante tres décadas. Editor de La Jornada Sin Fronteras


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