Ser de izquierda en Colombia, era convertirse en un blanco móvil – Por Camilo Rengifo Marín

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Ser de izquierda en Colombia, era convertirse en un blanco móvil

Camilo Rengifo Marín*

La historia de la izquierda en Colombia ha estado siempre enmarcada por la exclusión del espectro político tradicional por las elites que ostentan el poder. Si bien los historiadores suelen decir que nació con ecos de las ideas socialistas que inundaron el mundo tras la Revolución Rusa, ya desde 1920 el país vivía intensos procesos sociales.

El poder fáctico hace seis décadas que viene realizado asesinos quirúrgicos como el del liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948, dando pie a una gran revuelta recordada como «el Bogotazo”. Y de allí en adelante, siguió aniquilando a todo aquel que amenaza a sacarle el poder por los votos. Cualquier posición de izquierda o liberal ha sido reprimida violentamente con una derecha armada y muchas veces en alianza con el Estado.

Es una historia trágica, del asesinato de tres candidatos presidenciales (Pardo Leal, Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo) en plena campaña, junto a cinco mil militantes de la Unión Patriótica en un genocidio político realizado por la combinación de fuerzas del Estado, paramilitares, narcotraficantes, grupos que responden al poder fáctico nacional (los grandes empresarios que lucraron con más de 60 años de guerra) e internacional (las empresas trasnacionales).

Hasta hoy, en esta democracia a la colombiana, todas las semanas son asesinados dirigentes populares (indígenas, campesinos, sindicales). Y cada vez que la izquierda estuvo cerca del poder, la falta de unidad y las rencillas de grupos (sobre todo sobre las concepciones de Estado), frustraron cualquier alternativa.

Los dirigentes campesinos, los sindicalistas, los voceros de los pueblos indígenas y las comunidades afrodescendientes, los siete millones de desplazados que aspiran a recuperar sus tierras, suelen ser silenciados con la muerte, la amenaza o con el exilio. Ésta es la verdadera izquierda de hoy en Colombia, y por eso la respuesta del poder criminal ha sido aniquilarla, con la complicidad de los medios hegemónicos de comunicación, parte imprescindible del poder fáctico.

Existió una izquierda revolucionaria, con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, con el Ejército de Liberación Nacional. Antes con el M-19 y otros grupos, que durante seis décadas trataron de derrotar al poder fáctico por la vía de los fusiles. Hoy la posguerra que fue traicionada por el gobierno, exige la conformación de un frente de izquierda. Los “intelectuales” de la FARC, aquellos que abrazaban no solo las armas sino un proyecto de país, fueron asesinados con la complicidad de EEUU.

Estos grupos revolucionarios fueron vinculados con el narcotráfico. El relato del orden público fue el dominante durante décadas. La seguridad, la violencia y los muertos fueron el discurso político mayoritario y eso impidió que una agenda social puedas impulsarse desde la democracia.

Para que la izquierda llegue a representar una verdadera opción alternativa de poder, lo primero que habría que cuestionar es su relación con las instituciones. La tendencia ha sido la de denegar la política típica”, a desestimar las elecciones y a desconfiar del aparato estatal, no a tratar de conquistarlos para incidir en los cambios de la sociedad.

La izquierda colombiana estuvo siempre llena de matices ideológicos y muchas veces ligada al Partido Comunista. Papel importante junto a revisionistas históricos y sociales, aunque la participación en el poder fue por demás escasa y accidental, más allá de la conquista de algunas curules parlamentarias. Hoy existen varios partidos y grupos que dicen ser de izquierda y otros que prefieren pasar disimulados.

Existe la izquierda en Colombia, dispersa, fragmentada, confundida en una búsqueda no todas las veces afortunada, incluso una vez finalizada la controversia de lucha revolucionaria-lucha política. Pero se hace necesario el rescate de las ideas, la reestructuración del pensamiento y de la acción. Hay grupos que se ponen el ropaje de izquierda para ganar curules o gobernaciones, aunque en realidad son socialdemócratas

La izquierda tradicional tiende  a dirigirse ante todo a sus propios adeptos, a los convencidos de sus ideas y le es muy difícil hablarle al todo el país, mientras observa la sociedad y sus dinámicas internas de manera distorsionada y a pegarse a modelos teóricos rígidos. La distorsión vanguardista hace que no escuche la realidad, no crea en la democracia participativa, y así se aleja del pueblo.

La candidatura del centroizquierdista Gustavo Petro, exmilitante del M-19 que se acercó demasiado a la posibilidad de ser electo presidente, fue bombardeda desde el inicio por los partidos del sistema, los medios de comunicación y los trolls de las llamadas redes sociales, relacionándolo con el denominado «castrochavismo» y con Venezuela. Todo con el fin de que se mantenga una tendencia histórica y que un proyecto considerado de izquierda no llegue al poder.

Las élites político-empresariales siguen tratando de vincular la grave crisis económico-social con el largo conflicto armado con guerrillas que sí levantaron las banderas del socialismo. En Colombia no se vivieran revoluciones como las de México (1910) o Bolivia (1952) y no llegaran a la presidencia líderes como el argentino Juan Domingo Perón, el chileno Salvador Allende o el venezolano Hugo Chávez.

Y por eso, una vez más, la derecha puso en marcha una campaña en torno al miedo que produce que alguien de izquierda entre al poder: detrás de ello está el temor de las élites a perder sus privilegios.

Hay dos Colombias: una tradicional, patriarcal, machista, conservadora, con valores cristianos y que busca el statu quo y otra reactiva al tipo de valores del conservadurismo, comprometida con nuevas agendas ciudadanas como los derechos sexuales, economías verdes, derechos laborales, migración interna, derechos indígenas y de afrodescendientes. Ahí está la izquierda que hay que rearmar. ,

* Economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)


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