Julieta Lemaitre Ripoll: «Colombia no va a ser un país pacífico en un contexto de prohibición de la cocaína»

Foto: Guadalupe Lombardo
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La reconstrucción, como tarea de las mujeres

“Después de la guerra alguien tiene que limpiar. No se van a ordenar solas las cosas, digo yo”. Con estos versos del poema “Fin y Principio” de la escritora polaca Wislawa Szymborska, la jueza colombiana del Tribunal Especial para la Paz, Julieta Lemaitre Ripoll, resume a Páginal12 el tema de su nuevo libro, “El estado siempre llega tarde” (Siglo XXI). Cuando se relata la guerra desde la perspectiva del derecho, dice la letrada, siempre se pone el foco en el hecho violento. En el asesinato, el secuestro, la violación, el atentado, la masacre. Pero este libro propone correr el reflector y alumbrar la vida después de la violencia, la vida cotidiana de quienes fueron forzados a abandonar sus hogares, de los que huyeron, de los que sin recursos rehicieron sus vidas lejos de su tierra. Es un libro sobre la reconstrucción. Y es un libro que analiza el rol del Estado en este proceso, al que, como dice la autora, siempre llega tarde.

La guerra en Colombia entre las guerrillas (principalmente las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-FARC), los paramilitares y el Ejército colombiano dejó a un millón de familias desplazadas. A lo largo de los veinte años previos de la firma del Acuerdo Final de Paz entre el Estado y las FARC (2016), se habían reglamentado una serie de leyes para atender la crisis humanitaria y hace más o menos diez que Lemaitre busca saber cómo éstas se articulan en el terreno. La doctora en Derecho y Ciencias Sociales, y docente de la Universidad de los Andes realizó junto con su equipo 136 entrevistas y observaciones en el terreno durante tres años, lo que dio fruto a una etnografía profunda de la vida cotidiana de las víctimas de la guerra.

El protagonismo de las mujeres en lo que llama “la reconstrucción desde abajo” luego de la huida es lo primero que salta a la vista en la lectura del libro. “El interés inicial que teníamos eran las organizaciones de mujeres, porque eran muy visibles y muy poderosas en torno a la oposición a la guerra. Pero también en el camino fui llegando a la conclusión de que hay algo femenino en el trabajo de la reconstrucción porque gira en torno a tareas tradicionalmente femeninas de cuidado”, afirma Lemaitre a este diario. “Lo más importante después de la guerra es la comida, el abrigo, cuidar a los enfermos, a los niños, disponer de las heces y la sanidad del lugar donde se vive, y todas esas cosas tradicionalmente son tareas femeninas”, explica. La autora indica en su libro que en la cultura rural de su país, el sentido de ser una mujer buena se entreteje, entonces, con la capacidad de ser una buena madre. “Por ello, al verse desplazadas y con hijos, o con familiares enfermos o ancianos a su cargo, estas mujeres experimentan su subjetividad en torno a este fracaso, al no poder acceder a atención hospitalaria, al enfrentarse todos los días con la alacena vacía, al ver que no pueden comprar los útiles escolares”, escribe. “Estos pequeños daños son importantes porque representan la destrucción del ser y de la posibilidad de agencia moral, definida no sólo como la posibilidad de distinguir el bien y el mal, sino de actuar en consecuencia”, como cuando se han visto obligadas a colaborar con alguna de las partes del conflicto, afirma. Por ello, dice la autora en el libro, la reconstrucción después de la guerra gira en torno a la recuperación de esa agencia moral, además de la material.

Para que se dé esta reconstrucción, escribe Lemaitre, las familias desplazadas dependen de redes de apoyo familiares y barriales, que les enseñan cómo levantar casas, cómo ocupar terrenos estatales y construir barrios. Pero también que funcionan como proovedores de hojas de ruta de los laberintos burocráticos para solicitar ayuda del Estado.

La magistrada y docente dice que realizar estas entrevistas a víctimas de la guerra en su país -no habiendo ella sufrido del conflicto en carne propia- fue una experiencia emocional muy intensa y agotadora. “Lo que me quedó ahí, que también motivó el libro -y se trata en uno de los capítulos-, es la pregunta de qué significa esto para mí, cuál era mi responsabilidad frente a esto”, afirma y explica que no existe una respuesta ética a este problema que pueda ser individual: “La vida individual no es una vida que se pueda experimentar como buena, cuando estás al lado de tanta miseria y sufrimiento. La única posibilidad es la acción colectiva y en particular un Estado que funcione. El Estado la media la relación con el que sufre y alivia el sufrimiento en nombre de muchos. No es sólo mi carga, es la carga de todos nosotros”.

–¿Qué es, entonces, lo éticamente correcto?

–Para mí, lo que era lo correcto y mi deber era involucrarme en la política de manera que el Estado pueda realmente aliviarle a uno la carga moral. Porque si no terminas encargándote del niño que tienes al frente, pero no de los otros 600.000. Y eso no alivia tu carga moral porque el resto también existe.

Para Lemaitre, hay, además, otro asunto urgente que tiene que resolver el Estado colombiano: la legalización de la cocaína. “Colombia no va a ser un país del todo pacífico o viable en un contexto de prohibición”, sentencia la jueza. “Para entenderlo no hay sino que acordarse de cómo le fue a Estados Unidos cuando prohibió el alcohol: el Estado casi se destruye en muchos sentidos, por la corrupción y la criminalidad que genera en torno a los mercados ilegales. Sabiendo eso, ellos exportaron un modelo de prohibición del mercado del cual ellos y los europeos tienen una enorme demanda. Esto nos coloca en una situación muy difícil y que Colombia no puede resolver, sino que le toca administrar”, prosigue. “Si pudiera regular el mercado, primero, le quedaría mucho más fácil llegar a territorios en donde ha estado ausente y, segundo, el mercado financiaría al Estado, por lo que habría un superávit para financiar toda la inversión que requiere llegar a estos lugares”. La legalización de la cocaína le daría, entonces, un atajo al Estado para llegar. Tarde. Pero llegar.

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