Seis meses de Bolsonaro al frente de Brasil: escándalo en Lava Jato, falta de apoyo en el Congreso y crisis en educación

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El declive de Jair Bolsonaro a seis meses de llegar al poder en Brasil

Videos obscenos, fanfarronería, muchos tuits y poca política real. En sus seis turbulentos meses como presidente, Jair Messias Bolsonaro ha perdido mucho capital político y ha decepcionado a quienes creyeron en sus promesas. El balance: solo el 32 por ciento de los brasileños están satisfechos con su trabajo, según un estudio publicado el jueves pasado. La tendencia: su aprobación seguirá en picada.

“Los resultados de la encuesta no son de extrañar”, dijo el politólogo Marco Aurélio Nogueira a DW.

“En seis meses no ha logrado nada”, añádió. Su proyecto favorito, la liberalización de las leyes de armas, ha fracasado por la resistencia del Congreso. E incluso la lucha contra la corrupción, que él había anunciado en la campaña electoral, no ha progresado.

En temas de corrupción, “él mismo está metido en un lío profundo”, señaló Nogueira. Se dice que su propio partido, el Partido Social Liberal (PSL), ha recurrido a irregularidades en la financiación de la campaña.

Además, su hijo Flávio Bolsonaro está involucrado en dudosas transacciones de bienes raíces y se dice que ha contratado irregularmente a empleados en su gabinete. Incluidos representantes del inframundo de Río de Janeiro.

Estos problemas no serían tan obvios si la economía funcionara, aseguró el analista Oliver Stuenkel de la Fundación Getúlio Vargas a DW. En el tema económico prevalece incluso una gran decepción. Y es que el banco central acaba de reducir su pronóstico de crecimiento para 2019 de 2 a 0.8 por ciento.

Tensiones con el Congreso

Los mercados habían puesto sus esperanzas en el ministro de economía neoliberal, Paulo Guedes. No obstante, no ha tenido la libertad política necesaria, afirma Stuenkel.

Esto se debe principalmente al propio presidente, que prefiere evitar decisiones impopulares, como los recortes de pensiones y las privatizaciones de empresas estatales.

“Los mercados ya han notado que Guedes tiene dificultades para hacer cumplir sus planes”, afirmó Stuenkel.

En particular, a Guedes le duele que el Congreso haya demolido su reforma de pensiones y haya hecho, en vez, su propio borrador. Así, el Congreso muestra más interés en la reforma de pensiones que en el propio presidente; la reforma probablemente no será aprobada gracias al Gobierno, sino a pesar de este, considera Stuenkel. Y Nogueira agrega: “Ciertamente, Bolsonaro no podrá atribuirse esto como una victoria propia”.

Según Oliver Stuenkel, Bolsonaro no está en condiciones de trabajar constructivamente con el Congreso. Es por este mismo motivo que su muy anunciada “Nueva política” (Nova Política) ha fracasado; Bolsonaro ha querido gobernar sin una base firme, buscando mayorías para cada nueva legislación.

Además, en vista de los escándalos de corrupción que rodeaban la campaña y el financiamiento del partido, Bolsonaro había anunciado el fin de la corrupción y del nepotismo político.

No obstante, el Congreso no le ha seguido su juego. Por lo que surge la pregunta: ¿hasta qué punto el presidente regresará a su forma antigua de hacer política para llevar a cabo sus planes?

“Por más que quisiese, no sería capaz de eso”, apunta Stuenkel. Porque además de habilidad y experiencia, simplemente carece del deseo de gobernar, añade.

“Él sigue siendo un detractor de la política. Dudo que realmente tenga ganas de gobernar de la manera tradicional. Debido a que este es un desafío difícil, requiere un gran conocimiento de la naturaleza humana y el interés de buscar el consenso. En mi opinión, él no tiene la competencia necesaria”, conluye Stuenkel.

Un gabinete conflictivo

Esto hace también que la cohesión del gabinete sea complicada. La constante lucha de poder entre los antiglobalistas, los militares y los economistas liberales hace que la política nacional y exterior de Brasil sea actualmente completamente impredecible, manifiesta Stuenkel.

Recientemente, los “antiglobalistas” cercanos a Olavo de Carvalho, el gurú de la nueva derecha brasileña y líder de pensamiento para Bolsonaro y sus hijos, han ganado ventaja. Los “antiglobalistas” han advertido contra la “conspiración del mundo marxista”, que desde hace mucho tiempo se ha infiltrado en instituciones globales como las Naciones Unidas y ha concebido “mentiras como el cambio climático”.

En este contexto, varios militares altamente condecorados –quienes favorecen un Gobierno más sobrio– tuvieron que dejar sus puestos; al no tener experiencia política, estos se involucraron en luchas innecesarias de poder con el entorno cercano de Bolsonaro.

Incluido también está el ministro de Justicia, Sergio Moro, exestrella del gabinete. Moro, como juez federal, había logrado llevar al expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva, el archienemigo de Bolsonaro, tras las rejas. Pero después de la publicación de supuestas conversaciones entre Moro y los fiscales de investigación, el futuro político del ministro se ha ensombrecido, dice Stuenkel.

Dada la discrepancia en el gabinete, Bolsonaro ahora se está enfocando cada vez más en sus familiares y amigos más cercanos para llenar puestos importantes. “Queda claro que el busca lealtad antes que nada, e incluso gente competente tiene que irse si no lo elogian públicamente”, afirmó Stuenkel. En particular, la obligada pleitesía a Bolsonaro ha disgustado a militares.

Aislado en política exterior

También en política exterior aumentan las discrepancias, así como sucedió recientemente entre Bolsonaro y la canciller alemana, Angela Merkel, sobre la cuestión de la deforestación de la selva amazónica. Hace apenas unos años, Alemania y Brasil habían trabajado juntos constructivamente.

“En los últimos meses, Brasil se ha convertido internacionalmente en un socio muy difícil “, indicó Stuenkel. La naturaleza rabiosa de Bolsonaro es contraproducente. “Él prefiere la confrontación, el caos y proyectar públicamente enemistad, ese es su estilo, y eso no va a cambiar mucho”.

En específico, Brasil se aisló por su salida del debate climático y del pacto migratorio. “Brasil siempre ha defendido la confiabilidad y la previsibilidad y ha estado siempre a favor de la cooperación internacional; ahora Brasil ya no desempeña un papel constructivo a nivel internacional”, dijo Stuenkel.

Así, Bolsonaro sigue siendo tan solo una fuga de escape. Dado que trabaja mejor durante la campaña electoral –al igual que su ídolo Donald Trump– que en la rutina diaria del Gobierno, Bolsonaro ya está hablando de su reelección en 2022. “Debido a que no tiene nada en concreto que ostentar, Bolsonaro ahora busca que su discurso sobre la elección de 2022 haga que sus seguidores y su curso se mantengan”, apuntó Nogueira.

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Brasil: Jair Bolsonaro cumplió seis meses en el poder, con la popularidad en baja y problemas en la economía

El “mito” se convirtió en persona. Tras seis meses en el Palacio del Planalto, el presidente Jair Bolsonaro, primer mandatario electo por la derecha extrema de la historia de Brasil, dejó de ser la leyenda que su apodo sugería.

Desde su asunción el 1° de enero, Bolsonaro mantuvo en vilo a la política y a gran parte de la población brasileña con un estilo exaltado y polémico: sólo digerible para el Brasil que emergió tras la gran crisis que comenzó con las manifestaciones populares del 2013 y siguió con la megacausa anticorrupción conocida como Lava Jato, iniciada en 2014, y el impeachment que puso fin en el 2016 a 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). Entre 2015 y 2016, el país vivió la peor recesión económica en casi un siglo.

Tres ministros y alrededor de dos docenas de altos funcionarios echados, dificultades para imponer una agenda de consenso con un Congreso poderoso y conflictos de alto calibre entre militares que ocupan puestos estratégicos de la administración y el gurú Olavo de Carvalho, inspirador de la llamada ala ideológica del gobierno, marcaron el primer semestre del capitán retirado al frente de la séptima mayor economía del mundo.

Pese al escenario turbulento y una economía que aún no arranca, Bolsonaro concluyó el semestre celebrando: calificó como “histórico” el acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea y dijo, eufórico, que “traerá beneficios enormes para nuestra economía”.

También puso en práctica promesas que en la campaña le valieron gran popularidad: redujo el número de ministerios y no negoció cargos en su gabinete y en directorios de empresas estatales con partidos dispuestos a alquilar su apoyo en el Congreso, una tradición en Brasil consagrada con el nombre de “presidencialismo de coalición”.

El ministro de Economía, Paulo Guedes, puso números a esas promesas: el acuerdo representará para Brasil un incremento en el Producto Interno Bruto (PIB) de hasta 125.000 millones de dólares en 15 años.

Sin una base de apoyo firme en el Congreso, con un partido sin tradición cuya bancada de legisladores novatos parece más a gusto en peleas transmitidas en vivo por redes sociales que en garantizar mayorías para aprobar reformas económicas ambiciosas, analistas consultados por Clarín ven al Congreso y a sus presidentes, Rodrigo Maia en la Cámara de Diputados, y Davi Alcolumbre en el Senado, ejerciendo a pleno un papel moderador capaz de poner en baño maría proyectos oficiales como la flexibilización de la venta y tenencia de armas, y garantizar al mismo tiempo que se voten los esperados cambios en el deficitario sistema de jubilaciones.

La aprobación de la reforma, la gran apuesta de Bolsonaro y su equipo económico para reactivar el crecimiento –que este año llegaría a apenas un 0,8%-, permitiría establecer una edad mínima para que los trabajadores accedan al beneficio de la jubilación, de 65 años para hombres y 62 para mujeres, aunque otras cláusulas más severas están siendo limadas. Aprobada la reforma, las prioridades económicas serán privatizaciones masivas y cambios en el sistema tributario para reducir impuestos que ahogan a empresas y emprendedores.

Con tendencia a involucrarse en polémicas en redes sociales -llegó a publicar un video con contenido escatológico- y con afición a participar en actos castrenses y en eventos religiosos, Bolsonaro tuvo otros gestos inusitados en sus primeros seis meses en la Presidencia de Brasil: salió de la residencia oficial para comprar champú en un supermercado de Brasilia y almorzó con camioneros en una “churrascaría” al margen de una ruta polvorienta.

Pese a esos controlados baños de multitudes, el número de brasileños que evalúan al gobierno como “bueno o muy bueno” pasó a 32% el mes pasado, desde un 49% en enero, y la porción que opina que la gestión es “mala o muy mala” casi se triplicó, pasando a 32% desde un 11% seis meses atrás.

Firme aliada del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y del premier israelí, Benjamin Netanyahu, la política externa de Bolsonaro también busca incorporar una “dimensión de valores religiosos” para representar cabalmente al 87 por ciento de la población brasileña que se declara cristiana, explicó a Clarín un alto funcionario del gobierno.

Bolsonaro también protagonizó fuertes choques con los medios de comunicación locales, pero suavizó las críticas en las últimas semanas, cuando confesó estar “cada vez más enamorado de la prensa”.

Pese a las polémicas y los conflictos, algunos analistas miran con esperanza el futuro. Stephen Kanitz, un consultor local, destacó el perfil profesional de la mayoría de los ministros, la determinación para cortar cargos políticos en el Estado y los avances en la modernización de la infraestructura, con subastas de operaciones de puertos, aeropuertos y vías férreas en tiempo récord.

Clarín


Bolsonaro cumple seis meses en el poder y no ha logrado mucho

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, cumple este lunes seis meses en el poder con la economía al borde de otra recesión y una compleja relación con el Parlamento, de cuya aprobación dependen sus planes para intentar encarrillar al país.

El primer gobernante de ultraderecha que tiene Brasil ha roto con el llamado «presidencialismo de coalición», modelo mediante el cual los gobiernos anteriores distribuían ministerios entre los partidos a cambio de apoyo parlamentario y eso le ha pasado factura.

El Congreso ha asumido un papel de «regulador» de la política y anulado varios decretos dictados por Bolsonaro, quien ha llegado a sugerir que los parlamentarios aspiran a convertirlo en una especie de «reina de Inglaterra», que encarna al Estado pero no gobierna.

La opción de Bolsonaro por los decretos ejecutivos, incluso para algunos asuntos sensibles como la liberación de la venta y el porte de armas, suspendidos luego por el Senado, se explica en la falta de una base parlamentaria oficialista sólida, que el Gobierno aún no ha podido estructurar en sus primeros seis meses.

Esa construcción es difícil por la existencia de una treintena de partidos representados en el Congreso, pero se complica todavía más con la decisión de Bolsonaro de formar un gabinete «técnico» en el que priman los militares, que son mayoría entre sus 22 ministros.

Los problemas políticos que origina esa situación han repercutido en el ánimo de los sectores económicos que en el proceso electoral de 2018 se volcaron en favor del capitán de la reserva del Ejército.

Después de la grave crisis del período 2015-2016, en el que la economía brasileña perdió siete puntos porcentuales, y tras un bajo crecimiento del 1 % en 2017 y 2018, el producto interno bruto (PIB) cayó un 0,2 % en el primer trimestre del año y se teme que ocurra lo mismo en el segundo, lo que supondría una nueva «recesión técnica».

El Banco Central ya ha reducido su proyección de crecimiento para 2019 al 0,8 %, desde el 2 % que proyectaba en enero, y el Gobierno se propone combatir ese escenario, que incluye a trece millones de desempleados, con una polémica reforma del sistema de pensiones que ha enfrentado obstáculos en el Congreso.

Esa reforma es hasta ahora la única propuesta económica concreta y aspira a promover un ahorro fiscal equivalente a 265.000 millones de dólares en diez años, lo que, según el Gobierno, acabaría con un crónico déficit público y liberaría recursos para áreas claves como educación y salud, en las que el país tiene enormes carencias.

Sin embargo, los problemas políticos le han costado al Gobierno un primer varapalo en ese proyecto, del que el Congreso ya descartó la adopción de un régimen de capitalización en sustitución del actual sistema de reparto, un cambio que para el ministro de Economía, Paulo Guedes, era clave para el futuro.

Tampoco se han concretado hasta ahora, al menos en la dimensión esperada, los planes de privatización del Ejecutivo ni una reforma tributaria que exige un empresariado atenazado por una elevada carga impositiva, equivalente a casi el 35 % del PIB.

Bolsonaro también ha enfrentado discordias en su frente interno, formado por variopintas tendencias de la derecha que van desde los militares hasta las conservadoras iglesias evangelistas, que le han costado el cargo a tres ministros en su primer semestre en el poder.

Todo ese mar de fondo se ha reflejado en los sondeos de opinión, en los que la imagen del gobernante ha caído en forma continua desde su investidura, el pasado 1 de enero.

Según una reciente encuesta del instituto Ibope, la gestión del líder de la ultraderecha es aprobada por un 32 % de los brasileños, pero esa tasa se repite entre quienes la consideran «pésima» y los que le asignan apenas un «regular».

Esos datos contrastan con el 55 % de votos que Bolsonaro obtuvo en las elecciones de octubre pasado, a las que llegó con las banderas de la lucha contra la corrupción, la liberalización de la economía y la ampliación del mercado externo para los productos del país.

En ese último punto, ha dado un primer paso de calado junto con Argentina, Uruguay y Paraguay, con el anuncio de que finalmente, después de veinte años, el Mercosur ha alcanzado un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea (UE).

Según el Gobierno, en el caso brasileño, el acuerdo le dará un enorme impulso a la economía y atraerá multimillonarias inversiones, aunque eso a largo plazo y sin impactos inmediatos en la maltrecha economía del país.

La República


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