El TIAR y sus alcances – El Tiempo, Colombia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Muchos elementos nuevos hay en la ecuación que mueve las relaciones del régimen de Nicolás Maduro con las naciones de la región, y en especial con Colombia. El agravamiento de la crisis humanitaria y el embudo migratorio que sufre nuestro país como consecuencia de las decisiones de Ecuador y Perú de exigir visados a los inmigrantes venezolanos; el rearme de una disidencia de las Farc liderada por ‘Iván Márquez’ y que, según el Gobierno colombiano, recibe apoyo y cobijo del lado venezolano de la frontera –al igual que la guerrilla del Eln–; e incluso la salida del ‘halcón’ John Bolton como asesor de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump son elementos que impactan directamente el análisis de una realidad que puede ser explosiva cuando el ejército del país vecino realiza juegos de guerra muy cerca de la frontera.

Pero quizás ninguno de estos elementos haya tenido tanto revuelo como la decisión de 12 Estados de activar en el seno de la OEA los mecanismos del Tiar (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca), un pacto sobreviviente de la época de la Guerra Fría que contempla una acción conjunta de los países firmantes en caso de que uno de ellos sufra un ataque militar.

Firmado en 1947 en Río de Janeiro, antes de la constitución de la Organización de Estados Americanos (OEA), este pacto también contempla embargos económicos, bloqueos navales y ruptura de relaciones diplomáticas y consulares.

Ni Venezuela ni Colombia desean ni están preparadas para un conflicto, pero no sobran los llamados a la serenidad y la cordura

El meollo del asunto es que en el momento no se configura un escenario clásico de agresión de Venezuela hacia los vecinos, y en particular hacia Colombia, por lo cual se apela a otros argumentos, como el hecho de que, a juicio de los 12 países que apoyaron la activación del órgano consultivo –de 19 firmantes–, la crisis de Venezuela “tiene un impacto desestabilizador” y representa una “clara amenaza a la paz y la seguridad en el hemisferio”. Las violaciones de los derechos humanos confirmadas por la ONU en reciente informe también lo justificarían.

Por supuesto, Venezuela teme que el Tiar sea el marco legal de una intervención militar, y desde Caracas y sus capitales amigas están amplificando su impacto para configurar el efecto en el que mejor se desenvuelve el chavismo en el plano interno: el del miedo, la victimización y las cortinas de humo.

Es claro que ni Venezuela ni Colombia desean ni están preparadas para un conflicto, pero, en el clima de tensiones desatado en las últimas horas, cualquier error o desatino puede encender un polvorín de imprevisibles consecuencias. Así que no sobran los llamados a la serenidad y la cordura.

Y, más allá de eso, el Tiar no es un automático llamado a una acción militar, sino que forma parte de un ramillete amplio de medidas de presión sobre el régimen que permitan darles un respiro a los venezolanos, que huyen por miles cada mes, y un alivio a los países receptores de esa migración forzada cuyos socorros humanitarios están cerca del colapso. Pero de allí a una invasión militar, como pregona el chavismo, hay un trecho demasiado largo, y en eso no se debe caer en engaños.

El Tiempo

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