Chile: cuadro de situación – Por Andrés Figueroa Cornejo, Politika

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Por Andrés Figueroa Cornejo *

Heridos graves con balas del armas de servicio de la policía, balines, apaleados, detenidos, presos, aún no acaban de contarse. Fuerzas Especiales de Carabineros arrojaron una mezcla líquida de toxinas lacrimógenas e irritantes de origen desconocido, cuando aún resuenan las cacerolas y los gritos en contra del mal gobierno en innumerables comunas de la Región Metropolitana.

Esta vez no sólo se trata de escolares, de secundarios o de la resistencia del pueblo nación mapuche. La protesta frente al alza del pasaje del Metro SA de Santiago comienza apenas, la semana que termina este viernes 18 de octubre, y con velocidad lumínica alcanzó una masividad no vista desde las protestas contra la dictadura.

No se debe confundir la masividad aquí mencionada con los niveles de violencia organizada de los años en que el tirano todavía gobernaba. El salto de calidad de la lucha social alcanzado por la cantidad de sujetos sociales en ella integrados, tiene mucho de desobediencia pacífica popular y ciudadana.

La segunda alza consecutiva del año de uno de los pasajes más caros del mundo de transporte colectivo subterráneo o Metro. Ello impulsó a los jóvenes estudiantes escolares a realizar «evasiones masivas» en ese medio de transporte, saltar los torniquetes de entrada a los andenes del Metro. La práctica se generalizó velozmente y entonces las estaciones se convirtieron en cuarteles y comisarías policiales.

El Presidente del Sindicato de Trabajadores del Metro, Eric Campos, señaló: «El problema es el alza del pasaje. Compartimos absolutamente la legitimidad de la demanda en contra del alza de los pasajes del Transantiago. Nos parece que es el momento que el gobierno saque a los carabineros de las estaciones y ponga en una mesa a los trabajadores y a los estudiantes a conversar.»

«Las sucesivas alzas del pasaje en estos últimos dos años responden a los caprichos de la ministra Hutt (Transporte), en la medida en que compra buses eléctricos y no licita con las nuevas bases del Transantiago, el pasaje se encarece y esos caprichos los están pagando los padres y las madres de esos estudiantes, que hoy con mucha razón se manifiestan porque ven que sus salarios no alcanzan».

El Transantiago corresponde a un servicio de buses de transporte colectivo de propiedad privada creado bajo el gobierno del ‘socialista’ Ricardo Lagos Escobar a comienzos del siglo XXI, y que ha sufrido una serie de transformaciones e incluso ha estelarizado escándalos financieros. Cuando un usuario paga un pasaje del Metro, al mismo tiempo está cubriendo los gastos que comporta la pésima gestión del Transantiago.

Lo cierto es que el alza del pasaje del Metro ha funcionado como un verdadero catalizador y gatillante del descontento social ante el conjunto de derechos sociales y humanos inexistentes en Chile. A diferencia de la «imagen país» que el mercadeo ultra liberal pretende instalar entre los inversionistas del extractivismo y los negocios financieros, la sociedad chilena cuenta con promedios salariales que no le permiten llegar a fin de mes, fenómeno que vuelve la deuda doméstica en una tragedia de infinitas cuotas.

Por lo demás, con el objetivo de mantener y aumentar la tasa de ganancias de los grandes oligopolios y monopolios que operan en Chile, se ha incrementado explosivamente el empleo informal, así como los accidentes y enfermedades asociadas a las malas condiciones laborales y de sueldos

La Confederación de Estudiantes de las Universidades de Chile junto a los estudiantes secundarios han realizado un llamado a protesta nacional para el próximo lunes .

Sin dudas, el cuestionamiento de la gobernanza política de un país que hasta ayer nada más parecía una taza de leche, impactará negativamente en el precio del cobre, otras materias primas, bonos del Estado y paquetes financieros ligados a los fondos jubilatorios del privado sistema de AFP, que se cotizan en bolsas internacionales.

A la vez que las calificadoras de riesgo, terror de la tecnocracia liberal en el poder, podrían degradar la ‘confiabilidad’ del país para eventuales inversionistas.


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