Chile hoy: de protesta a rebelión – Por Héctor L. Santella y Matías O. Feito

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Héctor L. Santella y Matías O. Feito(*)

Los dueños pierden el sueño, los pueblos el miedo. La fuerza moral desplegada por las masas en lucha desde las calles de Chile, nos advierte de un límite a las políticas del gobierno en un territorio social que intenta iniciar la crisis de la hegemonía del capital financiero.

La confluencia de diferentes grupos sociales en las calles como también los intereses económicos y políticos todavía está en disputan. ¿Qué período abre y cierra para Chile y la región?

¿Cuándo empieza una guerra?

Los tres poderes del régimen de dominio son el gobierno, el parlamento y las fuerzas armadas. La historia específica de cada uno de ellos desde 1973 tiene una fuerte interdependencia apenas puesta en juego hasta la actualidad. Así como la expresión de grados de unificación de los grupos dominantes. La democratización de las fuerzas del Estado es una tarea pendiente y tiene fechas históricas que demarcan su obstaculización.

Los tres poderes se comportan como una fuerza institucional-constitucional en el período de transición, luego del pinochetismo en el gobierno, y reforzando el desarme intelectual, político y moral en el campo del pueblo, que demarca quién tiene el poder político.

Es un escenario donde afloran las contradicciones internas al sistema político, entre las idas y vueltas de las luchas interburguesas e interimperialistas por la dirección económica chilena. Hasta hace pocos días los cuadros políticos del gobierno preparaban el escenario del encuentro entre China y Estados Unidos, ¿parece abrirse otro capítulo distinto al esperado?

Cuando el presidente Sebastián Piñera dice “estamos en guerra”, nos interesa leerlo no como una metáfora o un moralismo institucionalista, sino desde un modelo de análisis que tiene la confrontación social (fuerzas sociales en pugna) como centro de gravedad.

 Esta declaración es la defensa estratégica del régimen de dominio (atrincherándose en el sistema institucional y exponiendo al gobierno), de allí que él hable de “guerra” (para nosotros lucha). Se “siente” atacado: la desobediencia civil es un ataque a su “orden” y como sabemos la guerra (la lucha) comienza por la defensa.

El saqueo permanente a la mayoría de la población chilena, por parte del capital financiero rentístico y la alianza política-social en el gobierno, constituyen el verdadero instrumento de guerra social.

Los afuerinos del bloque de poder

Es importante percibir el proceso de lucha de distintas fracciones sociales que vienen produciendo sus encuentros (constituyendo fuerza propia) a lo largo de la última década. Entre ellos los estudiantes secundarios y universitarios (gran parte de ellos de fracciones de pequeña burguesía que se radicaliza). De nuevo, el factor desencadenante es la pérdida del miedo a la ocupación policial y militar largamente normalizada.

Varios torrentes confluyen en los hechos de masas de las últimas semanas, su fuente es la multiplicidad de encuentros subterráneos de cada grupo social en protestas y luchas. Más que una confluencia es una artesanía histórica que se vuelve observable en un listado de las formas e instrumentos de lucha desde las masas: cacerolazos, manifestaciones, apropiación de alimentos, lucha de calles, huelga general con movilización, etc.

Las masas en lucha constituidas entre aquellos “afuerinos” del bloque de poder (campo del pueblo) desde donde emergen las luchas democráticas con distintas metas y objetivos: contra las políticas oficiales, el gobierno e incluso el régimen ¿Cuál es la fracción dirigente en el campo del pueblo?¿Qué intereses económicos y políticos se realizarán?

Un límite al capital financiero

Desde las perspectivas de las luchas políticas y sociales del campo del pueblo en el cono sur caracterizamos el período más general como descendente, a partir de las reconfiguraciones democráticas a la salida de las dictaduras, viviéndose una verdadera contrarrevolución. Por tanto, es importante evaluar la significación estratégica de cada confrontación concreta según pueda o no cambiar el sentido descendente del período.

De allí surgen algunas observaciones a la hora de las prácticas militantes. Una de ellas es advertir sobre los fenómenos morbosos como una peligrosa distancia entre lo desplazado y el reemplazo, en una fuerza en formación donde no necesariamente el que organiza es quién capitaliza un proceso de lucha.

Por otro lado, se observa el desplazamiento espacio-temporal de una fuerza social con disposición a la lucha, pudiéndose ya ver en situaciones locales y regionales, y a través de diferentes personificaciones sociales. Las aberraciones en las detenciones, heridos y muertos expresan el odio del régimen y su intento desesperado de obstaculización del proceso de formación de una gran fuerza social armada moralmente.

Se hace necesario situar la mirada en las luchas democráticas a dos pantallas entre la unidad popular (estudiantes-movimiento obrero-manifestantes, etc.) y las alianzas políticas efectivas (conquista de posiciones permeando el sistema institucional); entre un poder en formación hoy, a una estrategia popular que realice las transformaciones sociales.

(*) Investigadores del Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO), Argentina

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