Frente Amplio, 48 años de vida, 15 de gobierno: de la izquierda ¿al centro? – Por Aram Aharonian

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Por Aram Aharonian

Este domingo 24 de noviembre en Uruguay se realizará la segunda vuelta electoral. El Frente Amplio que ha gobernado 15 años consecutivos se enfrenta a su elección más dura de los últimos tiempos, donde deberá competir con una coalición integrada por todos los partidos opositores, la.denominada «coalición multicolor», de derecha.

La alianza Todos contra el Frente está integrada por el Partido Nacional, el Partido Colorado, el Partido Independiente, el Partido de la Gente y el novel partido de extrema derecha Cabildo Abierto, liderada por el general Guido Manini Ríos, ex comandante de las Fuerzas Armadas, coalición que se caracteriza por tener muchas alianzas y pocas propuestas, y que tiene en sus filas, incluso, a grupos evangelistas fanáticos con discursos homofóbicos, xenófobos y misóginos.

Uruguay tiene un sistema de balotaje por demás estricto, que requiere el 50% más uno de votos para ganar en primera vuelta. En la mayoría de los casos en que hay balotaje ese porciento oscila entre 35 y 45% y en otros se condiciona a superar una diferencia del 10%. El Frente Amplio ganó por más del 10% al segundo más votado, el Partido Nacional. O sea, si rigieran en Uruguay las normas argentinas, Daniel Martínez hubiera ganado en primera vuelta a Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional.

Hace casi cinco décadas…

Me cuesta y me duele hablar del Frente, el que vi nacer en 1971, al que acompañé –como periodista del semanario Sur- en su primera gira electoral por el interior del país y por los barrios y cantegriles montevideanos, con Líber Seregni, Crottogini, Zelmar Michelini, Cardozo, Massera, Villar, Juan Pablo Terra, Mario Benedetti…

Pero, 48 años después, el proceso que viene sufriendo el Frente Amplio es de franco retroceso ideológico, en conquistas, organización popular y también en lo electoral. La burocracia frenteamplista, tirada hacia la centroderecha, fue horadando las bases de su propia existencia, desarticulando la participación popular. El tercer gobierno del Frente Amplio (FA), el segundo de Tabaré Vázquez, fue un tiempo invertido en la derechización.

Hubo un evidente corrimiento a la derecha del FA y su gobierno, que en estos años reprimió protestas, aumentó penas y cantó loas a la inversión extranjera, al extractivismo y a los tratados comerciales, un atentado contra la ideología de su electorado.

Se ha esforzado en emigrar de la izquierda a la centroizquierda y de allí al centro. Viejos leones revolucionarios se convertían en mansos corderos veganos. Pero en ese tránsito ha perdido su esencia, mientras la centroderecha del país se movía hacia la extrema derecha. Hoy el FA no parece ser una coalición, ni un partido, y quizá tampoco una maquinaria electoral.

A veces hace mucho daño escuchar tanto a los de afuera sobre la teoría de lo posible, sobre todo a las ONGs socialdemócratas que dominan el espectro académico uruguayo. Los sectores del quietismo y la burocracia frenteamplista no están interesados en autocríticas.

Sus argumentos sobre el giro al centro se caen ante la realidad: los grupos del FA con mayor votación y representación fueron el Movimiento de Participación Popular que lidera Pepe Mujica y el Partido Comunista. Triste fue la votación del Partido Socialista. El Frente Liber Seregni, que agrupaba a Asamblea Uruguay, el Nuevo Espacio y Alianza Progresista, la derecha frenteamplista, prácticamente no existe más.

El Frente Amplio se ha desconectado de las bases populares, recurriendo a los desactivados comités de base sólo en las elecciones y ha priorizado políticas monetarias e instrucciones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que están lejos de las necesidades de los trabajadores y del pueblo en general.

Los últimos gobiernos frenteamplistas estuvieron más cerca de los emprendimientos trasnacionales y el neodesarrollismo que de las pequeñas y medianas empresas nacionales que debieran fomentar y defender.

La terquedad de los viejos dirigentes frenteamplistas de no permitir el crecimiento de las nuevas generaciones, está pagando su costo. Desde dentro de la burocracia del FA y con el apoyo de los medios hegemónicos, bombardearon la figura del exvicepresidente Raúl Sendic, hasta hacerlo renunciar. En diciembre de 2018, el Plenario del FA resolvió su inhabilitación por un periodo de 17 meses, lo que les significó la imposibilidad de postularse durante el presente ciclo electoral.

Daniel Martínez, el candidato presidencial del FA es un joven de 62 años. Joven al lado de Mujica (84 años), Tabaré Vázquez (79), Danilo Astori (79). En las internas del FA, Martínez superó a Oscar Andrade, obrero, político y secretario general del Sindicato de la Construcción, de 45 años.

La socialdemocracia, al no profundizar ni radicalizar sus proyectos, le da oxígeno a partidos y movimientos de derecha que se disfrazan como opción de cambio, pero realmente son la opción del sistema. Un punto que daría para otro análisis es la influencia de la masonería del Parva Domus en la política frenteamplista y uruguaya.

Aquellos que votaron o no al FA, quienes militaron a nivel social o político para construir una herramienta política capaz de llevar adelante el cambio, saben que, con todas sus deficiencias, el FA sigue siendo el principal instrumento político-electoral de los sectores populares. Y del descontento y malestar acumulado en los sucesivos gobiernos frenteamplistas, se nutre hoy la derecha que solo esgrime una promesa de orden y seguridad

El llamado bloque “multicolor” no es otra cosa que la conjunción de los sectores oligárquicos con el neoliberalismo de los Chicago boys y una ultraderecha con fuerte arraigo militar, incluyendo componentes fascistas en su interior. La derecha liberal, una vez más, vuelve a hacer alianza con sectores filo-fascistas a la hora de ordenar la casa, señala Hemisferio Izquierdo.

No cabe dudas que el surgimiento del neofascismo de Cabildo Abierto, y su fuerte expresión parlamentaria, lo posicionan en lugar clave para la gobernabilidad del bloque de la restauración conservadora y el ajuste.

Si a eso se le agrega la capacidad de conducir sectores claves dentro del Poder Ejecutivo, lo que negoció con Lacalle, las perspectivas para 2024 (las próximas elecciones, si las hay) serán aún más desalentadoras para el pueblo uruguayo.

El voto por el bloque multicolor de Todos contra el Frente, significará la pérdida de conquistas populares, laborales y sociales. Tiene y tendrá como una de sus principales armas al poder mediático, portavoz del poder fáctico, y el punitivismo judicial, muy intrincado con lo social.

Por eso desde distintos sectores de la izquierda, han hecho llamamientos no a estar en el Frente Amplio, sino a votar a Daniel Martínez y a Graciela Villar en la segunda vuelta de las elecciones nacionales, para frenar el avance ultraderechista, conscientes de que la transformación de la sociedad no se define solo el día de las elecciones. Pero conscientes también de que este 24 se define lo que vendrá en los próximos cinco años.


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