Balance político de 2019 – Por El País, Uruguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Qué nos deja este año de elecciones que está cerrándose en estos días? La respuesta más evidente es el cambio político fundamental del fin de la era frenteamplista y la apertura de un tiempo de esperanza y renovación que hacía muchos años no ocurría.

Sin embargo, más allá de esa constatación elemental, el balance político de 2019 trae otras conclusiones muy importantes. La primera refiere al Frente Amplio (FA): allí el proceso de renovación que se emprendió en estas elecciones tomó un viraje en un sentido de izquierda radical que seguramente marque a esa coalición electoral por mucho tiempo. Hay que tenerlo muy claro: el polo al que llaman moderado dentro del FA perdió protagonismo electoral y político. El FA que se viene estará marcado sobre todo por la acción de comunistas y tupamaros, y esa es una consecuencia directa de este 2019.

En segundo lugar, importa mucho destacar la madurez del Partido Nacional (PN). Siempre díscolo y con fama de indisciplinado, lo cierto es que ese partido mostró una enorme inteligencia colectiva en todo 2019. Procesó con éxito una interna que en algún momento pareció complicarse, llegó con armonía a la elección parlamentaria, y propició un acuerdo amplio con los partidos de la coalición multicolor de forma de potenciar las chances del candidato Lacalle Pou. Todo esto lo hizo con seriedad y método. Y es muy importante, porque por delante esta coalición pluripartidaria, si quiere seguir ganando elecciones, precisa de un PN con este talante sereno y responsable.

En tercer lugar, un cambio fenomenal de este 2019 fue sin duda el surgimiento de Cabildo Abierto (CA). Sin su perfil de inserción social y su discurso político, seguramente hubiera sido muy difícil sumar las adhesiones necesarias para procesar con éxito la alternancia democrática que se votó este año. Más allá de los gritos histéricos de la izquierda, que analiza a Manini Ríos como si fuera un hijo político de Bolsonaro o a CA como si fuera la expresión moderna de un proto- fascismo criollo, lo cierto es que se trata de un actor nuevo, con peso electoral, con liderazgo firme e inteligente, y que logró todo eso en este 2019.

En cuarto lugar, el 2019 ratificó el lugar del Partido Colorado (PC) en este nuevo sistema de partidos. Desde su bajón electoral gigantesco de 2004, el otrora gran PC no ha logrado nunca siquiera concitar el apoyo de uno de cada cinco uruguayos. Sin embargo, a pesar de ese lugar minoritario que el pueblo le ha otorgado cada vez en las urnas, este 2019 ha puesto al PC en un lugar político clave: articulador fundamental de la nueva coalición que apuntaló el triunfo de Lacalle Pou en el balotaje, proveedor de recursos humanos destacados para la nueva administración – el caso quizá más elocuente sea el de Alfie -, y socio sereno en un Parlamento que precisará de su experiencia para legislar.

Las consecuencias de este 2019 son entonces muy importantes: el sistema de partidos, las alianzas y liderazgos, y la alternancia que se terminó de gestar en sus tres instancias electorales plantean innegablemente un quiebre de caminos. Por primera vez el FA perdió el gobierno nacional; por primera vez se afianzó del otro lado un gobierno multipartidario consciente de sus responsabilidades y del signo reformista que el país precisa, y por primera vez se abre un esperanzador camino de reafirmación de realidades políticas y electorales que dejen a un lado la histórica acumulación exitosa de la izquierda en su imparable camino al poder.

Por supuesto que todo lo que deja señalado este 2019 debe ser ratificado en los próximos años. Empero, importa también darse cuenta de que no hubo una construcción aleatoria o casual en todo esto. Aquí hubo un convencimiento claro de parte de blancos, colorados y cabildantes sobre todo, de que la unión de gobierno era fundamental para dar al país un camino de alternancia.

Del otro lado, desde 1994 el FA nunca se enfrentó a un escenario político y electoral en el que sus principales figuras de renovación presentaran un perfil izquierdista tan sesgado y tan radical que implicara un tremendo divorcio con las expectativas políticas del uruguayo medio: no es casualidad que en 17 departamentos del país y en los barrios más populosos de Montevideo, el candidato preferido del balotaje fuera Lacalle Pou.

Es muy pronto aún para dimensionar la hondura de estos cambios y sobre todo su extensión en el tiempo. Pero lo que no cabe duda es que este 2019 fue para el Uruguay político, un año realmente histórico.

El País


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