El difícil camino a la unidad de la izquierda peruana – Por Carlos Aguilar del Carpio

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Por Carlos Aguilar del Carpio *

Un poco de historia

En 1978, en plena segunda fase del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, se llevó a cabo elecciones para elegir una Asamblea Constituyente. Participaron diversas fuerzas políticas tanto de izquierda como derecha, resultó ganador el Partido Aprista presidido por Víctor Raúl Haya e la Torre, su líder histórico. Dicha Asamblea redactó la Constitución que normaría nuestro país hasta 1992.

Pero también en este proceso electoral asomó con fuerza una izquierda electoral que se proyectó a cerca del 30 % de los votos. Con liderazgos carismáticos como Hugo Blanco o Javier Diez Canseco, la izquierda irrumpió en el escenario político peruano, con radicalidad y, sobre todo, fragmentación, ya que fue dividida en varios partidos “zurdos”, cada cual con su propia estrategia y asumiéndose –cada uno- “poseedores de la verdad”.

Posteriormente, en 1980, una vez que se vuelve a la democracia liberal, la izquierda peruana asumió que la división no les permitiría alcanzar espacios de poder en los municipios, parlamento y menos soñar con conquistar la presidencia del país. Es así que después de varias reuniones y esfuerzos unitarios se logra concretar la alianza Izquierda Unida (IU), donde todos los distintos partidos de izquierda convergieron con programa de transición al socialismo por medios democráticos o revolucionarios (“todas las formas de lucha”).

Izquierda Unida logro ganar importantes municipios en el país. Quizá el triunfo más sonado fue el de Alfonso Barrantes el año 1983, cuando resulto elegido alcalde de Lima. La fuerza de IU se sintió en todo el Perú, especialmente en el sur, y su influencia electoral era significativa, tanto así, que llego a convertirse en la segunda fuerza electoral nacional y el año 1985 logró pasar a una segunda vuelta electoral con el candidato aprista Alan García; pero fue el propio Alfonso Barrantes quien decidió no confrontarlo, pues consideraba que era una elección perdida.

Posterior a la derrota electoral se comenzó a cuestionar el liderazgo de Barrantes, se hicieron más evidentes los conflictos dentro de IU, se acordó hacer un congreso unitario a fin de saldar las rencillas internas y definir una estrategia común entre los partidos de la alianza electoral; sin embargo, el congreso -lejos de concretar la unidad- consumó la división; IU explotó y en las elecciones de 1990 la izquierda fue derrotada política y electoralmente en los dos frentes electorales que se presentó: IU con los sectores más revolucionarios e Izquierda Socialista, con Barrantes a la cabeza, con los partidos y personalidades menos radicales y reformistas.

La derrota electoral, la crisis del socialismo en el mundo; que se inició con la caída del muro de Berlín, la violencia terrorista de Sendero Luminoso y la implementación del neoliberalismo -que trajo la desarticulación del tejido social y político- terminaron “arrinconando” a la izquierda, cada vez más dividida y atomizada, incapaz de enfrentar al Fujimorismo que se llevó a su redil a los sectores populares con políticas asistenciales. La izquierda parecía estar condenada por un largo tiempo a la marginalidad política.

Conforme se debilitaba el régimen de Alberto Fujimori, las izquierdas asumieron diferentes lecturas de la realidad; en base a la cual definían su estrategia política, para una parte; que se podría decir era la más moderada o reformista, se debería conformar un frente antidictatorial que tuviera como objetivo la derrota del régimen, la salida de Fujimori y conducir una transición hacia un modelo de democracia representativa; similar al que se tenía hasta el año 1992, esta propuesta incluía sumar a la derecha liberal aislando a los extremos tanto de izquierda como de la derecha.

Pero también existía otra estrategia, impulsada por la izquierda más revolucionaria y vinculada a la protesta social, esta consistía en no solo luchar contra la dictadura de Fujimori, también incluía traerse abajo y cuestionar el modelo económico neoliberal que se implementaba salvajemente en el Perú. Esta estrategia consistía en sumar a todas las fuerzas del campo popular excluyendo a los neoliberales que se podrían encontrar en el derecha “democrática”; que era crítica de las formas políticas del fujimorismo pero que suscribía –en esencia- su propuesta económica.

Una vez caído el fujimorismo y hecha la “transición” la mayoría de las izquierdas convergieron tras de la candidatura de Ollanta Humala; no precisamente de forma conjunta, cada una “negocio” su apoyo al candidato nacionalista y posteriormente fueron traicionados por el ex militar. Finalmente la izquierda desplazada por Humala y algunas otras fuerzas de izquierda ecologistas que no participaron del proyecto nacionalista como (Tierra y Libertad) convergieron en el Frente Amplio como el último esfuerzo unitario de la izquierda que finalmente hizo implosión en menos de un año.

Las izquierdas en la actualidad

Después de las elecciones del 2016 la izquierda parecía girar en torno al Frente Amplio (FA), que logro un sorprendente tercer puesto en la primera vuelta, y estuvo menos de dos puntos de disputar la presidencia con Keiko Fujimori en la segunda vuelta; también es necesario mencionar el caso “Democracia Directa” que llevó de candidato a Gregorio Santos, quien estando en la cárcel logro hacer una campaña que le permitió atraer parte del voto rural y conquistar a cerca del 4% del electorado nacional.

Pero al parecer la idea inicial de que el FA sería finalmente el espacio donde convergería la izquierda peruana en toda su variedad, terminó siendo un fracaso; a los pocos meses “Tierra y Libertad”, agrupación que tiene la inscripción electoral, decidió hacer a un lado a los sectores que eran más proclives a su ex candidata presidencial, Veronika Mendoza, que venía organizando la creación de un nuevo movimiento político al interior del FA denominado “Nuevos Perú”; el desarrollo de la crisis es conocido a través de los medios y tiene como su máxima expresión la división de la bancada congresal.

Pero más allá de las pugnas por espacios de poder en el congreso, o discusiones sobre quien es el líder del FA, se puede apreciar diferentes estrategias en la actualidad por parte de las izquierdas, con una lectura de la realidad y objetivos distintos en lo inmediato, en el que no hay necesariamente algunos puntos de convergencia, por ello es necesario clarificar cuales son las izquierdas en la actualidad. Podemos mencionar esencialmente cuatro espacios “zurdos” medianamente definidos:

– La Izquierda “Verde”, se le puede catalogar como el espacio ecologista, critico de las políticas “extractivistas” de los últimos años, tiene base en las luchas contra los proyectos mineros que se han emprendido en nuestro país, la agrupación política que representa dicha posición es “Tierra y Libertad” que en la actualidad hegemoniza lo que queda del FA, su líder es el congresista Marco Arana. Su propuesta se puede entender como antineoliberal pero no necesariamente anticapitalista y menos socialista, tienen distancias con la lectura marxista de la realidad y con los proyectos de izquierda que predominaron en la región (Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador, Morales Bolivia). En la actualidad vienen trabajando de forma aislada sus candidaturas para las elecciones regionales y municipales, sin los demás grupos de izquierda, además de lanzar –prematuramente- la candidatura de Arana a la presidencia.

– La Izquierda “Rosa”, aquí podemos encontrar a agrupaciones como “Nuevo Perú” y al minúsculo Partido Socialista, parten de una visión más socialdemócrata, de humanizar o regular el capitalismo, críticos con el modelo neoliberal, pero no tanto así con el sistema capitalista; también tienen una expresión de carácter “social-liberal”, más preocupada por los derechos individuales y “posmateriales” de sectores de la población (derechos LGTB, derecho al aborto, entre otros). Su ventaja está en la visibilidad mediática que tienen algunos de sus liderazgos como la congresista Marisa Glave o Veronika Mendoza. Su debilidad está en que -para los efectos prácticos de las elecciones- no cuentan con inscripción electoral, por lo que no podrían participar en los próximos comicios, también otro limitante importante es que no logran conectar con los sectores populares ya que su propuesta es más receptiva en sectores de la clase media progresista que resulta siendo minoritaria en nuestro país. En la actualidad tienen un debate interno acerca de si tienen que mantener su perfil propio apuntalándose como la “centroizquierda” moderada que puede ser tolerada por la derecha peruana y sus medios de comunicación o si apuestan por una agenda más radical con los sectores rupturistas de la izquierda, privilegiando la lucha política y social por encima de la agenda liberal de derechos individuales.

– La Izquierda “Roja”, aquí podríamos encontrar a los sectores más “antisistema”, que no solo cuestionan el neoliberalismo, sino también al propio sistema capitalista, además de simpatizar con los procesos constituyentes y socialistas de América Latina (Bolivia y Venezuela). Su figura visible resulta siendo Gregorio Santos, aunque no podemos negar a otros liderazgos como Vladimir Cerrón en Huancayo o Walter Aduviri en Puno. Su real influencia está por verse, tienen inscripción electoral, bases en las regiones, y un potencial movilizador del que carecen el resto de las izquierdas. Sus principales limitaciones están relacionadas a su poca capacidad de visibilidad mediática, además de carecer de profesionales o técnicos para elaborar una propuesta medianamente seria de gobierno, a ello hay que agregar que si bien tiene influencia en los sectores populares, carecen de inserción en la clase media progresista que mira a la izquierda “antisistema” con desconfianza e incluso temor. Su actual estrategia está en potenciar sus espacios regionales acumulando para los comicios del 2021 y en atraer o “rescatar” a “Nuevo Perú” del centro político a la izquierda.

– La Izquierda tradicional, que viene de lo que fue Izquierda Unida, los Partidos Comunistas (Patria Roja – Unidad) esencialmente, lo que quedo del partido de Susana Villaran (Fuerza Social), ex parlamentarios de izquierda como Yehude Simon y su Partido Humanista, y otras agrupaciones menores sin mayor trascendencia política. Este sector esta carente de iniciativa política, estuvieron detrás de la figura de Veronika Mendoza pero sin poder concretar una alianza formal. No tiene un caudal de votos significativo, su influencia se reduce al ámbito sindical y ocasionalmente a cierta presencia en los medios de comunicación de algunas figuras públicas. Su estrategia está en agruparse en una alianza política denominada “Juntos por el Perú” aprovechando la inscripción del Partido Humanista de Simon y participar directa o a través de pactos en las elecciones regionales y municipales, en perspectiva a acumular y poder negociar –seguramente cupos parlamentarios- en mejores condiciones de cara a las elecciones del 2021.

Podríamos resumir que las izquierdas se debaten entre distintas estrategias, el posextractivismo ecologista que no tiene mayor consenso tomando en cuenta lo fundamental de la explotación de los recursos minerales para la economía nacional; la agenda de los derechos individúales posmateriales de la izquierda socialdemócrata-liberal que tampoco goza de mayor aceptación en los sectores populares y que solo tiene una limitada acogida en la pequeña clase media progresista. También está presente la lucha de clases de la izquierda más “roja” que puede sintonizar con las mayorías empobrecidas y marginadas pero que tampoco crece hacia la clase media por su lenguaje radical y sus liderazgos de provincias (el Perú sigue siendo centralista), y finalmente tenemos a una izquierda tradicional que solo busca sobrevivir.

¿Cómo converger?

Podemos encontrar algunos puntos en común que serán fundamentales al momento de definir alguna plataforma mínima de unidad programática, quizás lo primero en lo cual todas las izquierdas tienen coincidencia es en la crítica al modelo neoliberal, y apuestan a un rol más activo del estado en la economía; otro aspecto importante de coincidencia es la exigencia de dejar de criminalizar la protesta social y entablar un diálogo serio con todos los sectores descontentos con las actuales políticas; en otras palabras hacer suyas las banderas de los justos reclamos populares postergados por las actuales clases dominantes de nuestro país; otro aspecto importante que comparten las izquierdas es el reclamo de una nueva Constitución, existe en este tema unanimidad respecto a que no se puede seguir con el marco legal heredado del fujimorismo, que protege el modelo neoliberal y perjudica a los trabajadores, además de que no garantiza derechos ni conquistas sociales.

Habrá seguro puntos en los que no habrá acuerdo, como por ejemplo la posición frente a los gobiernos de izquierda en Latinoamérica como Venezuela o Cuba, sin embargo esto puede ser un tema secundario si es que tomamos en cuenta que los acuerdos políticos son para gobernar el Perú, no la patria de Bolívar o Martí. También habrá desacuerdos sobre quién liderará en un futuro frente unitario a las izquierdas, al respecto los ejemplos de democracia interna como son las elecciones primarias para definir candidaturas terminan siendo la única forma de resolverán liderazgos y candidatos, es decir se tendrá que dejar al pueblo izquierdista que defina quienes serán sus representantes.

A manera de conclusión

Existen diversas izquierdas con diversas estrategias y lecturas acerca de la prioridad de las luchas, el lograr ponerse de acuerdo resultara siendo fundamental para poder plantearse ser alternativa de gobierno y de poder, lograr unificarse en un frente político será el desafío próximo más importante, pero más importante aún será poder darle una estrategia conjunta y de largo plazo, que no termine repitiendo la triste historia de la fragmentación, división y finalmente desaparición de lo que ha sido gran parte de la izquierda hasta ahora. El camino es difícil; pero no imposible, es más lo que los une que lo que los puede dividir, si lo logran –primero- el objetivo unitario y después el de ser gobierno podrán decir con – absoluta- autoridad la vieja consigna izquierdista de la década de los ochenta: “La Izquierda Unida jamás será vencida”.

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